Saludamos el regreso de la pluma del doctor Maya a Crónica Sonora



Ciudad de México.-

El pasado jueves 27 de febrero, el doctor Ignacio Almada Bay y su servidor, presentamos el libro Memorias de San Basilisco, en la Instituto Mora de esta ciudad. Como es sabido, toda obra es susceptible de múltiples lecturas y abordajes, y, sin ánimo de agotar el debate, comparto a los seguidores de Crónica Sonora mi lectura de esa fascinante ficción literaria, tan importante para nuestro país. 

Memorias de San Basilisco es una obra escrita por el periodista y literato Adolfo Rogaciano Carrillo y publicada en 1897, en San Francisco, California, en la casa editorial The International Publishing Co. Esta nueva edición, anotada y publicada por El Colegio de Sonora, que nos presenta el prestigiado historiador Ignacio Almada Bay, por todos conocido como especialista en la historia política, social y cultural del noroeste de México, representa un importante proyecto editorial que implica, entre otras cosas, el rescate, la sistematización y la fijación de notas de un valioso documento literario, el cual contribuye a robustecer el conocimiento del siglo XIX.

Una experiencia estética

El doctor Ignacio Almada Bay pone en circulación una obra destinada a persuadir a los nuevos lectores del XXI interesados en el pasado decimonónico en clave de política local, regional e internacional. Cabría recordar que una edición anotada tiene como función primordial ayudar al lector, ideal e imaginario, dándole información general que facilite la lectura de textos que, por su estructura, protocolos de escritura, escenarios y personajes, podrían resultar poco menos que una experiencia estética. En este caso, el arduo trabajo emprendido por nuestro editor consistió en anotar, detallar y contextualizar sobre multitud de personajes de diferentes esferas de la vida pública, política y militar, tanto de Sinaloa y Sonora como de varias regiones del territorio nacional. 

Además, ofrece sucintas notas explicativas con el fin de esclarecer sucesos coyunturales, batallas locales y enfrentamientos fronterizos, así como lugares emblemáticos, paisajes, prendas y ropajes, refrenes locales y expresiones de la época, entre otros aspectos. También cuenta con dos índices, toponímico y onomástico, y un extraordinario estudio introductorio en los que se detallan aspectos relevantes del autor, los posibles móviles de la obra, las claves de lectura, así como de los cambios y las transformaciones más relevantes que experimentó la frontera norte del país desde la presidencia de Antonio López de Santa Anna hasta la administración de Porfirio Díaz. 

Esto no es fortuito, ya que Memorias de San Basilisco es una obra en la que su protagonista-narrador, Jorge “Camonina”, del que hablaré más adelante, se vio inmerso en muchos de los principales acontecimientos que delinearon al país.

El escritor-periodista y la civilización del periódico

En efecto, Memorias cuenta la trayectoria de vida de Jorge Carmona, alias “Camonina”, hijo de un carnicero asesinado en Sonora que pronto encontró en el juego de cartas una estrategia de sobrevivencia en contextos de confrontaciones permanentes y hostilidad a la vuelta de la esquina. En realidad, Adolfo Carrillo nos presenta una ficción que retomó de un personaje real, Jorge Carmona, un afamado aventurero nacido en Culiacán en 1837, avecindado en Sonora y de quien se contaban infinidad de historias sobre su audacia, poder y riquezas. 

Es importante mencionar que, al parecer, el propio Carrillo había tenido conflictos y tensiones con el avezado jugador —al menos así lo sugieren varios estudios y el propio editor de la obra—, de ahí que la publicación de estas falsas memorias represente, en realidad, una estrategia de su autor para vender una historia de escándalo y, de paso, hacer crítica política al régimen de Porfirio Díaz.

Recordemos que Adolfo Carrillo perteneció a una constelación de escritores periodistas que, desde sus diferentes trincheras y proyectos políticos, trabajaron en favor de la profesionalización del trabajo intelectual a partir de la segunda mitad del siglo XIX, encontrando en el periodismo un medio de subsistencia, a veces sostenido, otras más francamente inestable. Aunque dicho oficio no pagaba buenos sueldos, para algunos sí otorgaba prestigio literario y capital social, como sostiene Pablo Picatto (1). En este sentido, un escritor-periodista era, ante todo, un productor de bienes simbólicos que defendía su honor masculino mediante la astucia de la palabra y el dominio del lenguaje. 

Como es sabido, los escritores de la segunda mitad del siglo XIX se hicieron depositarios de una de las actividades más importantes en México: el ejercicio periodístico. Los diarios eran los principales instrumentos de información de lo público, labor realizada gracias al esfuerzo de empresarios, editores, tipógrafos, redactores y periodistas que participaron de la llamada civilización del periódico. En este sentido, la publicación de las Memorias de San Basilisco bien pudo haber sido una estrategia redituable para su autor, sobre todo, al abordar las supuestas memorias de un personaje fronterizo, trashumante, pícaro y por demás escurridizo, fama que, al parecer, ostentaba el mismísimo autor de la obra.

La obra

En su estudio introductorio, Ignacio Almada Bay sugiere que las memorias están alimentadas con las propias experiencias chocarreras de Adolfo Carrillo. Memorias de San Basilisco cuenta la historia de un sujeto descrito como aventurero, astuto, oportunista, transgresor y parlanchín, poseedor de habilidades inigualables para el juego de cartas y presto a utilizar la treta, la marrulla y el embuste como un mecanismo para ascender en la escala social. En dicha obra, Camonina es un hombre mezcla de ficciones verdaderas y verosímiles astucias, que logra socializar con las más altas esferas del poder político y militar hasta convertirse en un acaudalado y viudo marqués, gracias a la compra de un título nobiliario que adquirió en una tienda de antigüedades en París, donde radicó en su Palacio durante los últimos años de su vida. La publicación de la obra coincide con tres momentos clave en la historia: la primera, el fallecimiento del personaje real, Jorge Carmona; la segunda, el momento más álgido del movimiento decadente, lo que implicó la renovación de las prácticas literarias y el momento de mayor control y censura por parte del régimen de Porfirio Díaz.

Por otro lado, para el doctor Ignacio Almada Bay dicha obra supone una extraordinaria fuente para comprender muchos de los aspectos sociales y culturales propios del noroeste del país, sobre todo, ayuda a comprender el imaginario político y miliar a lo largo del siglo XIX. En efecto, Memorias de San Basilisco representa una valiosa fuente para la historia política, la historia social y la historia cultural de México, en la que es posible entrever representaciones sociales en torno a la institución militar, la vida cotidiana y los espacios de sociabilidad en Sonora, así como de las redes del poder político, entre otros aspectos. Pero también en ella se pueden conocer los protocolos de escritura de una época, las sensibilidades más apreciadas y los rituales del consenso político desde la mirada de los de abajo. Esta obra nos ofrece una venta para sondear los imaginarios musicales y estrategias de cortejo en los pueblos y rancherías de Sinaloa y Sonora.

Sin embargo, esto no supone que los textos literarios “reflejen” la realidad; por el contrario, proponen una forma de realismo capaz de “evocar lo real, describir personas y lugares, poner en escena acciones, penetrar en el alma humana”, según la propuesta de Ivan Jablonka. Autores como Roger Chartier o Carlo Ginzburg han insistido que los textos literarios son instrumentos de investigación de los hombres y las épocas, porque permiten concebir “posibilidades históricas” del acontecer social. En todo caso, Memorias de San Basilisco puede abordarse como un dispositivo ficcional en el que se traman diversos géneros discursivos propios del modernismo finisecular, ya que, según la perspectiva que se adopte, puede leerse como una novela de aventuras o de estampa costumbrista, o bien, como unas falsas memorias centradas en la escritura de un yo imaginario, aunque verosímil.

En todo caso, se trata de un texto ficcional que permite elucubrar sobre las intenciones del autor en épocas de persecución política y férreo control de la prensa escrita, como se dijo antes. Lo interesante de la propuesta textual es que ficcionaliza algunos de los principales episodios de la política mexicana y los intercala con los ardides de un protagonista-narrador que, al final de su vida, termina en medio del delirio y con vocaciones de suicida (aunque el final queda abierto), una manera en la que se puede dimensionar el castigo a la reputación y la honorabilidad que probablemente el autor deseaba infundir del personaje real. Recordemos que muchas ficciones de finales del siglo XIX mostraban a personajes transgresores, delirantes, enloquecidos y criminales para mostrar los rostros ocultos de la modernidad porfiriana. Dichos personajes, hombres y mujeres, debían cargar con el estigma de la locura en una época de combate a los vicios, la locura y toda forma de criminalidad. Jorge Camonina es un representante elocuente de las formas de la maldad, tal vez por eso resulta fascinante.

Portada de la edición aquí reseñada
Ignacio Almada recibiendo la obra recién salida de la imprenta a manos de Iván Gómez Moraga, asistente de eventos y coordinador general de distribución de publicaciones.
Ignacio Almada y el autor de esta reseña, José Antonio González, en la presentación de «Memorias» en el Instituto Mora el pasado 27 de febrero

NOTAS

1.- Pablo Piccato, La tiranía de la opinión pública. El honor en la construcción de la esfera pública en México, traducción Lucía Rayas, El Colegio de Michoacán/Instituto Mora, 2015.

2.- Ivan Jablonka, La historia es una literatura contemporánea. Manifiesto por las ciencias sociales, Argentina, Fondo de Cultura Económica, 2016, p. 18-19. 



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Sobre el autor

Doctor en historia por la UNAM, profesor invitado en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco. Contacto: jomayago@gmail.com

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