A Sebastián se le quemó la casa.

Así lo registró y lo vomitó 

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no me cansaré de pensar que un demonio hijo de puta incendió mi cuarto de estar, lo convirtió en cenicero, muchos pensarán que estoy loco, pero sé muy bien lo que pasó: lo sentí, abrí la puerta y su estela se fugó frenéticamente, yo vi a ese hijo de puta…

hijo de puta quería suicidarme, quería derretirme todo, pero desperté, mi cuerpo me despertó, o mi sueño, o ya ni sé qué cosa… todo muy confuso y soñoliento, hacía chispas y creaba un orden destructor, y ése hijo de puta que quiso derretirme

salió corriendo cuando escuchó que lo miré, hijo de puta incendió mis libros, y yo le eché agua, pero no bastó hasta que llegaron los bomberos y me mojaron todo y todo se llenó de negro y todo más negro que antes, cada día más negro que antes y apestoso a que se quema,

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y como que mis nervios se cansan de estar donde no deberían, ni arriba ni abajo, más bien como en medio pero muy aplastado por un no sé qué, pinche incertidumbre, a la verga y luego esta chica que extraño tanto y ni me da una lucecita de neón que me ayude a saber que no ha valido verga todo…

porque déjenme decirles con sinceridad que yo sé muy bien cómo todo vale verga en un segundo, cómo todo se derrite, cómo atropellan las flores y queman a las hormigas y ni un por qué de sus desbalances y recaídas, claro que tengo ideas, pero la certeza, puta certeza…

y me gustaría tanto tomarla de los hombros y quemarla con mis labios, mostrarle cómo no es ella la única que se está quemando, y cómo yo quiero quemarme con ella… así, fundirnos, hacernos… hacernos humo, hacernos… hacernos fantasmas o lo que sea que, hacernos lo que sea pero ya porque quién sabe cuándo corten el circuito y todo se va acabar, eso, ella sabe…

olvidarnos de todo, en serio dejaremos de existir, en cualquier momento, ahorita todo está bien, estamos vivos, el demonio maldito no logró derretirme, hijo de puta, y sí la verdad que sí me acerco y es como si rojo fuera mi espejo y mi espejo se quemara, pero todito, y me acerco para quemarme, porque quiero quemarme con mi espejo, no voy a dejar que mi espejo se queme solo,

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no sé si me entiendas, se quemaron mis amigos, no sé si sepas cómo se siente que se te quemen amigos como Rimbaud, Bolaño, Borges, Cortázar, Lorca, Breton, Artaud, Nietszche…

y fue ese puto demonio hijo de puta que cubrió mi espejo de hollín, y mi mano que quiere limpiarlo pero parece sucia, y ella roja no está y yo como que quiero estar pero no sé dónde, aquí no, la verdad que aquí no, dentro del espejo sí, puede que sí, porque un constante sentir de que en este mundo todo está al revés me jode seguido,

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probablemente dentro del espejo como todo se ve al revés mis sentimientos y todo será alrevesado y sentiré una no jodidéz, mi respiración no se cortará mientras duermo o callo, tal vez luego, con esfuerzo y relajación mi estado desemboque en algo que roce la felicidad, digo, tampoco tengo muchas expectativas de lograr entrar al espejo, pero…

uy qué bueno sería eso, aunque lo más probable es que estuviera bien muerto si no fuera por ese sentimiento que esporádicamente me corta la respiración y me deja así, jodido, ansioso, sangrando infinitos, infinitos en mi garganta y en mis telas, y en mis paredes, techo y suelo,

y luego me pregunto cosas, a veces sólo escucho el chillido del silencio y mis manos se mueven como seduciendo el espacio, pero yo nada, o sea Yo nadita, ni me quiero mover, aunque mi sueño no sea tan agradable, pues, mínimo descanso y hay veces que recuerdo mis sueños y me digo: no mames qué pinche bizarro eres,

pero todo bien, y sigo tratando de convencerme de que puedo conmigo y con estar tan real como puedo sin que me emboten, tan bizarro, tan verde y espantoso, soy hierba verde, y ella sabe que soy hierba verde, mala hierba la verdad, venenoso y si me cortan -como se sabe- vuelvo a salir, así como cuando seduzco el espacio,

pero les digo que no soy Yo, pero ahí anda mi cuerpo cómo si sí, y me encanta, la verdad, porque hasta el demonio salió corriendo cuando supo que era hierba verde, y que era venenoso y que doy la cara por mis amigos y que pensé en tirarme de flecha al fuego con ellos y que la hierba verde no se quema pero los amigos sí, lástima, no pude salvarlos, pero le eché agua al demonio, no sé quién quedo peor…

bueno, obvio yo quedé peor, sin mis amigos, y la verdad que la extraño mucho, y no sé dónde está, y no sé dónde estoy, ahora quiero estar en todas partes, porque mi cuarto de estar es cenicero y no me siento ni derretido ni ceniza, y sí, sí siento que me quemo, cada fibra, pero cómo fénix.

Texto y fotografía por Sebastián Morto

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portada

Sobre el autor

Sebastian Morto/Maytorena Orozco (Hermosillo, 1994) es escritor de arte. Cursa la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Sonora, misma en la que realizó estudios de Artes Escénicas. Dirige la Revista Campobello 30-30, ha publicado en Revista Háyaza y en medios digitales como La Jornada online. Vivió en San Francisco, California y en la Ciudad de México. Se ha desempeñado como director de Desierto Imaginario en colaboración con Plataforma Colmena, Quiatora Monorriel, Centro Estatal de Trasplantes, la Universidad Durango Santander y Universidad Lasalle del Noroeste, presentando obras en Sonora y Sinaloa.

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