Llegó a mi oficina una invitación: tratábase del Cuarto Festival del Chef Sonora, que me esperaba con los brazos abiertos. Por si las moscas, pregunto a la remitente si el interés por mi fina presencia es periodístico. Me contesta que sí, que estarían bien padre una review en Crónica Sonora. Muy bien, dije yo, nada más que necesito esto y esto otro. Tuvieron lugar las arduas negociaciones y llegamos a un acuerdo. Y hoy, aquí, la crónica del evento en la pluma de María José Enríquez y en la lente de Benjamín Alonso. Buen provecho.
El Director
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Como ya empezó el calor calor de nuestra ciudad, agradecí que por ser prensa, aunque descharolada, evité la todavía no muy larga fila de entrada al recinto. Los rostros molestos y fruncidos de los que pacientemente esperaban su turno bajo el sol de las 4:30 de la tarde me hizo compadecerlos un poco, pues si a eso le sumabas que trajeran por lo menos la mitad del hambre que traía yo, entonces la situación debió ser una verdadera tortura. Y es que a este tipo de eventos uno tiene que presentarse así: con mucha hambre, paciencia y espíritu aventurero. Aquí no existe el “a la carta” pero existe el “lo mejor de nuestra carta”. La cuarta edición del Festival del Chef Sonora, que se llevó acabo en nuestra ciudad del 25 al 29 de abril pasado, reunió a lo mejor de la gastronomía sonorense. Mi fotógrafo y yo estuvimos ahí, específicamente en la tragadera del miércoles 26 en Expo Forum.
Aunque todos sabemos bien que la mejor gastronomía sonorense es la que se sirve de manos arrugadas de señoras en las mesas de los pueblos, es un verdadero deleite probar lo que los diversos establecimientos hermosillenses ofrecen a sus comensales. Los stands estaban decorados con el estilo propio de sus locales y ofrecían muestras bellamente montadas de sus más característicos platillos. Encontrabas desde lo más tradicional y sencillo, como burritos de carne con chile y machaca, hasta las más experimentales e inesperadas fusiones de ingredientes locales, pasando por las opciones vegetarianas, orgánicas y especializadas.
Aunque hubo algunas fallas técnicas que afectaron el óptimo estado de algunos de los bocados (están más fríos que mis nalgas, dijo el fotógrafo), hubo fascinantes hallazgos que conquistaron mi paladar. Las arracheras caramelizadas, en aguachile y marinadas, fueron grandes protagonistas en mi goloso recorrido; a pesar de ser carnívora durante toda la vida, aún me sorprende cómo un ingrediente o incluso un cambio de temperatura puede provocar tan diferentes e interesantes resultados. Por otro lado, no menos protagónico, estaba la comida del mar. Nada como el placer que provoca la frescura de un buen ceviche o un aguachile, o el hechizo de una crema de tomate con camarón. Estaban también las singulares opciones que fusionaban lo regional con procesos culinarios novedosos e insospechados: una crema-gravy de gallina pinta, tacos en hoja de jícama, mousses, brochetas. La variedad era extensa y yo con un solo estómago.
Tiempo de buscar digestivos, cualquier cosa que diera tregua al disturbio de tripas alborotadas con tanto manjar. Qué mejor para esta encomienda que un bacanora, o dos, o tres: blanco, reposado, o con jugos cítricos y una pizca de chile; o sedosas cremas de bacanora con piña, con coco, mango o menta. Eso sí, acompañando todo la siempre fascinante oferta de cerveza local artesanal, con cada vez más variedades y presencia en nuestra localidad.
Rumbo a las 7 de la tarde la afluencia de asistentes se multiplicaba rápidamente y el acceso a los bocados era más como una competencia de habilidad estratégica. No cabe duda, para asistir a estos eventos uno tiene que ir agarrando mañas que mejoren la experiencia, como el llegar temprano, con un estómago dispuesto y con ganas de experimentar. Y es que como decía la Xóchitl, una buena amiga de este glotón portal, palabras más, palabras menos: “¡Esto es la gula en acción! (…) Y una que no puede ir a gastar su dinero a esos lugares así nomás, aquí tiene la chance de conocerlos y saber su calidad». Amigos, no perdamos estas oportunidades. Bon appétite.
Por María José Enríquez
Fotografía de Benjamín Alonso
Qué celos chicos, en serio. Todo mundo debería tener un trabajo como el vuestro xD
Jeje, ojalá fueran más seguido. Saludos Paco
Jajajajaja Qué delicioso texto. Ya me dio hambre.
Curioso que el fotógrafo haya traído las nalgas heladas con el calor que estaba haciendo.
jajajaja. qué te digo, Karlita…