Ciudad Obregón, Sonora.-

¿Cómo la ven que el Pictoline del pasado 27 de agosto pone a la docencia como uno de los cinco empleos con niveles bajos de felicidad? Chequen:

¿Entonces los profes de nuestros años mozos que irradiaban capacidad de enseñar de la mano de alegrías y buen humor eran un oasis en el desierto?

En el entorno se puede mencionar que  hay docentes que han alcanzado niveles de salario por encima de la media. Estas remuneraciones les permiten acceder a una calidad de vida un poco más que aceptable, pero en un mayor numero, la realidad es que el bajo poder adquisitivo del maestro derivado de su paga es un indicador de orden taxativo para la abrumadora mayoría de trabajadores de la educación. En ese referente ni debate ni nada parecido, en cuestiones monetarias el salario abre la invitación a explorar otras alternativas de generación de ingresos para los profesores, dicho esto sin eufemismos: hay que tener otro empleo para llegar más o menos tranquilo al final de mes.

Pero la intención de la redacción del presente documento no pretende encaminarse en cuestiones puramente de dinero o de la escasez de fondo de la que habla la infografía en cuestión. Aquí el tema es: la falta de empatía. 

De un tiempo a la fecha el magisterio ha experimentado una cierta animadversión de parte de los diferentes entornos. Aunque el colectivo docente como un todo no tiene el monopolio del escepticismo hacia su ética en el desarrollo de su labor porque al igual que los religiosos, policías, médicos, políticos y gobernantes tienen su momento de cuestionable fama, pero son los maestros quienes más seguido están en medio del fuego amigo entre sociedad y mandos intermedios.

Tres películas

Me gustaría ilustrar esa falta de empatía a través de tres producciones cinematográficas en la que los docentes son el hilo conductor de las historias.

La primera se titula en inglés Locked In Society (Eingeschlossene Gesellschaft, Alemania, 2022) y habla de un padre que un viernes por la tarde llama a la puerta de la sala de profesores para convencer a los seis profes que aún están en el edificio de que permitan que su hijo haga unos exámenes, pues la posibilidad de cursar el bachillerato se evapora como la nieve en julio debido a sus bajas notas en el periodo regular. Pronto, la situación se sale de control y los maestros, después de pretender ignorar inicialmente al padre desesperado, descubren que el hombre está dispuesto a hacer todo lo posible para conseguir lo que quiere con el detalle de pedir las cosas con pistola en mano y privando de la libertad al colectivo docente.

En la película The Grizzlies (Canadá, 2018), basada en un hecho real, la juventud inuit de una pequeña comunidad del Ártico, con una de las tasas de suicidio más altas de Norteamérica, verá sus vidas transformadas a través del deporte del lacrosse; obviamente el maestro aventurero no la tuvo muy fácil y hasta un volado de derecha recibió en pleno salón. A lo anterior habrá que sumar el nulo apoyo de los directivos, los cuales en su afán de seguir en su rutina cómoda por no decir indolente se convierten en una piedra de tropiezo –el escritorio atrofia la empatía y la pasión por educar en muchos casos- de la labor del maestro.

Sala de maestros (Alemania, 2022) es una historia —también alemana— en las que Carla Nowak, una idealista profesora de matemáticas y deportes, comienza su primer trabajo en una escuela de nivel secundaria. Cuando se produce una serie de robos en la escuela y se sospecha de uno de sus alumnos, decide llegar al fondo del asunto por su cuenta e intenta mediar entre padres indignados, colegas obstinados y estudiantes agresivos, pero se enfrenta a las implacables estructuras del sistema escolar. Se presente pues el triste caso en el que las autoridades educativas “patean el bote”, como se dice en el medio, para proteger a un mal elemento y crucifican a quien bajo principios y valores morales pretende dar solución a problemas institucionales que tienen en el estancamiento a la organización escolar. Y es que para muchos superiores solucionar es comprometerse y prefieren mirar de soslayo situaciones que representan trabajo extra. Por ello, lo mejor es darle carpetazo con un “no me compete” lleno de arrogancia, ligereza y desfachatez.

Mandos intermedios, Galeano y reflexión final

De victimismo nada, de resignificación de hechos todo. La labor de trabajar al interior de aula es la máxima encomienda del sistema educativo. Más allá de los otros niveles de la estructura organizacional, difícilmente se puede encontrar alguien mayormente documentado que un docente frente a grupo en lo que a las intenciones, implementación y evaluaciones de los planes y programas educativos se refiere. Y de no ser así es porque los mandos intermedios no están haciendo bien su trabajo, realizando acciones fuera de foco y con la brújula atrofiada que en poco o nada abonan a nutrir el proyecto de aula, escuela y comunidad.

Nuestro uruguayo favorito, Eduardo Galeano, –que nos perdonen Mujica y Benedetti- definió a la perfección -en su célebre ensayo “El derecho al delirio»- cómo el aburrido privilegio de los dioses, por ello con madurez y compromiso se aceptan los desaciertos en el logro de resultados de aprendizaje pero sean estos en la justa dimensión.  

Desafortunadamente suelen medir estos mensajeros del desprestigio docente con la frialdad y manipulación subjetiva de los números, sin mencionar los aspectos cualitativos del proceso con variables espurias ajenas al control del maestro. Exhiben la falta de logro y después con su “infinita misericordia” como si se tratara de iluminados tocados por Dios otorgan el perdón reconociendo a regañadientes los aspectos positivos encontrados en el análisis.

Es lo anterior una realidad en escenarios cotidianos, y no se debe terminar la reflexión sin mencionar que en toda la esfera educativa hay entrañables elementos que con su capacidad, inteligencia y sentido de  justicia se consideran valiosos, propositivos, empáticos y humanos, con la humildad que otorga la seguridad de quien se conduce con principios éticos. Por desgracia, su liderazgo suele verse opacado y llevado a latitudes de falta de reconocimiento por aquellos jinetes que ponen primero la carreta delante de los caballos en la labor educativa.

Texto y fotografías por Alejandro Jiménez Bazúa

https://www.instagram.com/balexzua/




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Sobre el autor

Sinaloense avecindado en Ciudad Obregón, Sonora. Egresado del Itson.

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