Hermosillo tiene fama de caliente (por su clima), de sabrosa (por su comida) y de muy bella (por sus mujeres). Desgraciadamente también es conocida por su carácter conservador. En pleno siglo XXI muchos de sus habitantes siguen atorados en ideas de mediados del XX, cuando no del XIX. Que si la mujer “en la casa y con los hijos”; que si el hombre debe ser “valiente y vaquetón”, que si “los guachos”, que si “los frescos” y otras visiones que siguen permeando nuestra cultura. La prostitución, por supuesto, es uno de estos temas difíciles para nuestra comunidad, si bien los hermosillenses tenemos claro que el sexo cobrado (o pagado, según se vea) es una realidad latente y dinámica en esta nuestra interesante ciudad, que más allá de las contradicciones ha sabido combinar tradición y modernidad.

 

¿Pero quiénes son estas personas que ofrecen su cuerpo a cambio de monedas? ¿Cuál es su pasado y cuál su presente? ¿Son gente desordenada, con oficio pero sin beneficio? ¿O tienen metas, aspiraciones y proyectos? La historia que hoy ofrecemos a los lectores de Crónica Sonora constituye un primer acercamiento a ese mundo negado y anhelado por igual. Buscamos respuestas para una sociedad que es capaz de examinarse a sí misma. Bienvenidos.

 

***

 

Pasaban las 4pm y deambulaba por el centro de la ciudad buscando mujeres con deseos de hablar. Di con Rosa, administradora de un prostíbulo histórico, pero no accedió a ser entrevistada. “No podemos, nuestras familias no saben que hacemos esto”, argumentó. Le expliqué que no habría fotos ni video. Tampoco nombres reales o algún otro dato que pusiera en riesgo su anonimato. “Mira, vete por ahí. A lo mejor las muchachas de allá si te quieren contar. Yo no puedo”. Y me fui por donde dijo.

 

Caminaba hacia otra zona de chicas, paré en un crucero y a una cuadra vi a una mujer de falda corta y pose insinuadora. La lógica decía que en esas condiciones difícilmente accedería a hablar. No lo hizo la mujer cómodamente instalada en su centro de trabajo, menos lo haría la que estaba en pleno talón callejero. Pero le hice caso al impulso y me enfilé hacia ella. Cuando estábamos a 5 metros cruzamos miradas; cuando estábamos a 4 me sonrió y en el metro siguiente me soltó: “Moreno, vamos al cuarto”.

***

Patty, como llamaremos a nuestra protagonista, tiene 34 años de edad aunque aparenta 45. “Esta vida no es fácil”, confesaría más tarde. Madre de 5 hijos inicia su día levantando a los chamacos, haciéndoles desayuno y en fin preparándolos para la escuela. Si bien esto sucede sólo con los 3 menores, pues la mayor hace su vida aparte y el que le sigue “no quiso estudiar; ahorita trabaja vendiendo periódicos en la calle”.

 

Los chicos cursan el turno vespertino, de modo que al cuarto para la una salen en estampida. A partir de ese momento la cabeza de Patty se concentra en su jornada laboral, que en promedio va de las 2 a las 6pm. “En cuanto los mando a la escuela me vengo al trabajo”. Comenta que no trabaja de noche por dos razones, una positiva y otra negativa: en primer lugar quiere atender a sus hijos, que llegan a casa pasadas las 6 de la tarde; y en segundo, le da miedo trabajar a oscuras. Cuenta que “a una amiga la quemaron. Hará unos dos años de eso”. La chica habría prometido al cliente ciertos servicios especiales y a la hora de satisfacerlos se echó pa’ trás. Luego volvió el ofendido y raptola. No violola pero sí quemola y matola.

 

El periplo de Patty empieza por hacer como que va a la maquiladora. “Me pongo ropa normal y ya cuando llego aquí me cambio”. Traducido en prendas, esto significa quitarse el pantalón y ponerse falda corta. Su aspecto no es vulgar, valga decir, pero su pose, gestos y ubicación geográfica la delatan. Aún así, todo indica que en el barrio nadie sabe de su verdadera profesión. Nadie excepto su esposo y el mayor de sus hijos varones. Por supuesto, yo no esperaba que Patty tuviera compañero, mucho menos esposo, palabra tan pesada como ella sola. El dato salió a flote cuando curioseé si en algún momento de su chamba emergía alguna dosis de placer.

 

“¿Placer AQUÍ? No, para mí no es placer. Placer es con mi esposo, con mi familia. Yo tengo mi mentalidad muy clara. Yo vengo a trabajar. No soy como otras mujeres que vienen por un dinero fácil para drogarse. Porque necesitan cristal o algo. Que agarran 200, 300 pesos y ya se van a gusto a su casa. Yo no, yo no me conformo. Yo quiero agarrar lo que tengo en mi meta. Yo no tengo mi mentalidad de venir a meterme con los hombres. Mi única prioridad es el dinero. Mi mentalidad no es el placer. Ni que un hombre me vaya a… como le diré… que me vaya a enamorar. No no no. No tengo esa mentalidad yo”.

 

Vaya. Uno suele dársela de chico progre y me acaban de dar una lección, pensé. Cuando me repuse del asombro hicimos una pausa para dar unos tragos a la soda –ella- y Jamaica –yo- que habíamos pedido para sobrellevar la charla, misma que tuvo lugar en una taquería de mal ver y buen cobrar: “son 30”, me dijo un veterano mal encarado a la hora de pagar.

 

Total que bebimos un poco para aplacar el húmedo calorón y volvimos al punto:  ¿Qué opina tu esposo de que te dediques a este trabajo? “Él es jornalero y siempre me ha dicho ‘como quisiera yo, mija, tener un negocito para desafanarnos de esta cosa’. Y mi esposo trabaja pero no es suficiente, ¿me entiendes? Y él siempre me dice ‘Algún dia te voy a sacar de ahí, mija’.” Los ojos de Patty se cargan pero no se deja ganar por el sentimiento: “Y yo se que algún día no voy a volver para acá. ¡Porque se enfada una, pues! Y aunque se diga ‘Ahí hay un billete’, pues sí hay un billete pero una también dice ‘Ai’stuvo, ya no quiero nada ahí’. Ya lo que quiere una es irse a la casa. Ahorita mismo lo que quisiera es q llegaran la seis y llevarme una feriecita pa’ la casa”.

 

En este punto de la entrevista, y de su jornada, 5pm, le pregunto cómo va el día. “Pues no como yo quisiera”, admite con aire amargo. ¿Cuánto cuesta el servicio? “Pues el servicio aquí son 200 (pesos), pero muchas veces una les dice 150 para que se animen. Pero son 200 y el cuarto aparte. Ya si la persona me dice ‘Pues fíjese que no traigo, nomás traigo 200’, ‘Vámonos pues’ y de los 200 yo pago el cuarto, que son 50. Ya estando en el cuarto una les pregunta ‘quieres esto’, ‘quieres esto otro’… y ya una les dice ‘dame unos 50 pesos más’, ‘dame unos 100 pesos más’. También está la suerte porque a veces entras con uno que te va muy bien. Que te dice ‘es más, te voy a dar 400 (o 500) por todo’ y ‘órale pues, vámonos’”.

 

Será la suerte o será la disciplina, el caso es que Patty ingresa en caja alrededor de 20mil pesos mensuales.  Así lo calculó a pregunta mía, y eso que hay semanas en las que se toma hasta tres días libres. ¡Amalaya! dijo el reportero.

 

Cuando hablé con Rosa, la meretriz que no quiso entrevista, igualmente mencionó 200 como tarifa “más el cuarto”. Le alcancé a preguntar si en su burdel ofrecían el servicio de sexo anal y pa’ pronto hizo una mueca de desagrado, además de espetarme un no rotundo. Pero aportó más: “Los que andan en la noche sí lo hacen. Yo no los he visto, pero dicen que viene mucha gente de dinero a buscarlos”, subrayó antes de mandarme a hacer tacos.

 

Así que puse el tema con Patty. La sentía tan transparente y confiada que intuí una respuesta más auténtica que la de Rosa. No me equivoqué, si bien al principio tambaleó. Oye Patty, ¿dentro de tus servicios ofreces sexo anal? La saqué de onda. Abrió los ojos y dijo “pues no”. Pero al cabo de un par de minutos soltó la sopa completa.

 

“Yo te voy a decir la verdad. Sí se ha dado. Porque muchas veces una quiere agarrar un billete más. También es cierto que una busca sus mañas. Que les dice que sí pero allá dentro pues no. Para todo hay mañas. Y muchas veces puedes engañar a los hombres, pero muchas veces no. Tu les dices que sí, te pagan y allá dentro pues no. Pero como te digo hay muchos hombres que no los puedes engañar. Y se enojan, se ponen agresivos: ‘Oye me lo prometiste, cabrona. Y ya te pague y te pague tanto, ¡para que estas echando mentiras pues!’. Hasta un empujón, dos”.

 

“A mí una vez me dieron un manotón aquí en el cuello. Pero no me lo dio porque el trabajo haya estado mal o le haya echado mentiras. Sino que el señor andaba borracho. Y me pego un manotón recio aquí en el cuello y sí me alcanzo a doler porque me lo dio con los dedos extendidos”. Pregunto la razón última del manotazo y Patty responde: “Es que estábamos en el cuarto y te lo voy a decir con mis propias palabras: Cuando andan pedos no se puede esa cosa. No se puede, ya andan muy pedos. Pero muchas veces uno los mete porque uno sabe muy bien q va a agarrar una feriecita fácil”. Esto, explica Patty, debido a que los ebrios no pueden sostener una erección. Además que es más fácil deshacerse de ellos una vez culminado o supuestamente culminado el acto sexual.

 

***

Varios aspectos se quedan en el tintero. Y alguna cosas podría decir a manera de reflexión final. Pero mejor  que sea ella misma, la mujer que aquí llamamos Patty, la que baje el telón. “Mucha gente piensa: ‘No, las pinchis putas que están en la esquina…’. No somos putas, somos sexoservidoras. Yo siempre he dicho, si no fuera por nosotras ¿cuántos hombres violadores no hubiera? O viejos que anduvieran haciendo sus cosas. Para eso estamos nosotras. Para que no anden haciendo daño por otro lado. Mucha gente nos mira mal, que estamos en la calle y eso, ¡¿pero qué nos queda?! ¡¡No nos queda de otra!!”

 

 

Por Benjamín Alonso Rascón  (kiktev@gmail.com)

Fotografía de Luis Gutiérrez (photoluis1@gmail.com)

A la memoria de mi querida maestra Norma Alicia Pimienta

 

Sex Workers in Northeastern Mexico

 

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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14 comentarios

  1. muy bueno, aunque estoy segura que podrías obtener mas información sobre este estilo de vida
    por el cual optan algunas mujeres ya sea por necesidad o por gusto…
    aquí estaré leyendo tus artículos éxito =)

  2. Hola Buenas tardes,
    Me parecieron muy buenas sus crónicas, Felicidades, les deseo el mejor de los éxitos. Espero que sean de manera constante. Así mismo, les hago una sugerencia; desconozco cuál sea la manera en que este sitio se mantendrá económicamente, pero les recomiendo que incluyan publicidad para poder solventar las publicaciones.

    SAludos.

    Luis

    1. La grata sorpresa es mutua, Heidy 🙂 Muchas gracias por leernos y ya sabes que por acá (en Hermosillo, en Crónica) te esperamos con los brazos bien abiertos.
      Salud!

  3. Bueno; se que puedes profundizarlo hasta encontrar a la verdadera Patty, Rosa… Felicidades por la página, hay muchas experiencias de vida humana vegetal y animal en Hermosillo, esperando por páginas como ésta: Suerte Cristino Pacheco sonorense

    1. Exacto, Carmen. Crónica va por esas ‘experiencias de vida humana, vegetal y animal’ que bien dices abundan en Hermosillo. De modo que cualquier ‘pitazo’ sobre ese mundo huérfano de giornalistas (auto-sic) será bien recibido en nuestra mesa de redacción.

      Y gracias por lo de Cristino jajajaja

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