Saludamos el regreso de Oliver Rendón a Crónica Sonora 🙂
Hermosillo, Sonora.-
Últimamente, que soy un cuarentón con horario de oficinista, me suelo quedar dormido en todas las películas que mi pareja y yo ponemos en casa. Ya es una rutina: luces apagadas, maruchan con cheetos, escena dos y yo ya estoy roncando. El reclamo viene al día siguiente, cuando quiero opinar: «No puedes hablar si te quedaste dormido». Me pasó con The Substance, me pasó con Emilia Pérez, especialmente de esta última muero por opinar siempre, pero me callan con ese humillante: «Te dormiste».
Cada vez que voy a ver algo producido por una plataforma inconscientemente comienzo ya con un juicio, de las fórmulas, de las correcciones políticas, de los lugares comunes que seguramente voy a ver. Adolescence (Philip Barantini, Gran Bretaña, 2025) sin embargo me atrapó en sus cuatro capítulos de principio a fin y no me soltó. Un llorar. Y sí, soy de lágrima fácil, pero algo aquí me conmovía diferente.
Jamie es un morro de catorce años que ha sido acusado de matar a una compañera de clase. Aquí comienza el dramón.
Quisiera dirigir así
No creo que esta sea una de esas series en las que el enganche viene de resolver un misterio, de esperar un gran plot twist o descubrir al asesino. No. Esta serie me atrapó con el asombro de mi mente constantemente preguntándose ¿qué se necesita para hacer una película así? ¿cómo dirigieron a ese niño? ¿cómo actúan tan bien esos seres humanos? Era para mí un goce tremendo ver en pantalla a ese grupo de actores viviendo frente a mis ojos. Quisiera dirigir así, pensaba.
Sí, el guion es inteligente, contenido y emocionalmente potente. Pero, híjole… los actores. Y el director. ¿Qué clase de director logra eso?.
Claro, también la cámara, esos planos de una hora sin corte. Una obra de teatro filmada en varias locaciones. ¿Cómo chingados grabaron eso? Pensaba.
¿qué se editó?
Y entonces me surgió otra duda: ¿qué fue lo que editaron? Porque si no cortaron, ¿qué se editó? ¿La respiración del camarógrafo? ¿el viento? ¿la nada?.
Realmente es una gozadera actoral. Una experiencia de esas que me regresan las ganas de dirigir actores. Las ganas de creer en lo que puede hacer la ficción cuando se hace con verdad. Y sí, me puse a leer todo lo que encontré sobre cómo la hicieron, los ensayos, los procesos, la técnica… pero honestamente, todo eso sobra cuando lo que ves te enchina la piel.
No voy a hablar aquí del «mensaje» ni de la «moraleja». Lo que me importa es lo que te hace sentir mientras la ves. Y en mi caso, lo que logró fue mantenerme despierto, boquiabierto y profundamente conmovido.
Por Oilver Rendón
https://www.instagram.com/oliver_rendon/