Saludamos el debut del otrora polémico Javier Alcaraz y Ortega
1978 fue un año que polarizó mi vida, la dividió, me enseñó sobre los extremos. Sobre todo, porque después de un largo periodo ascendente, encuentro en mi camino un obstáculo. Perdí todo, me quedé sin nada. Quedé solo en aquella casa y sin trabajo. Cuando eres independiente no sabes pedir ayuda, te confías y esperas que algo divino se manifieste. Sentado en el piso y recargado en la pared deseando que algo sucediera… Y sucedió.
No lo pienso, ellos tampoco
Tocan la puerta, abro y veo la luz al final del túnel. Me buscan para un trabajo que resulta muy prometedor, un contrato para hacer una presentación urgente y que requería de una fuerte inversión. No lo pienso, ellos tampoco, cerramos trato y en menos de 48 horas todos mis problemas habían terminado. Me caso y al año siguiente nace mi primer hijo, una linda niña.
Rápidamente monto una oficina, compro equipo, contrato ayuda, equipo a todos y también lo indispensable que a la oficina le da carácter y razón de ser.
Todo bien menos yo. Solo tengo una vieja máquina de escribir, casi chatarra, grande y pesada, algo que no iba con el espíritu creativo ni de urgencias. Busco cómo mejorar eso y caigo en la página de los anuncios económicos del diario de mayor circulación en la ciudad.
Busco y encuentro, el precio es barato, nada que no pudiera pagar al contado y en efectivo. La verdad, me emociona, es una máquina de escribir portátil, Olivetti Lettera 25, liviana, ligera, su teclado de perfil bajo, muy manual y manipulable.
Todo bien menos yo. Solo tengo una vieja máquina de escribir, casi chatarra, grande y pesada, algo que no iba con el espíritu creativo ni de urgencias. Busco cómo mejorar eso y caigo en la página de los anuncios económicos del diario de mayor circulación en la ciudad.
Busco y encuentro, el precio es barato, nada que no pudiera pagar al contado y en efectivo. La verdad, me emociona, es una máquina de escribir portátil, Olivetti Lettera 25, liviana, ligera, su teclado de perfil bajo, muy manual y manipulable.
Vamos por ella, conozco los alrededores de la dirección y rápido nos subimos al carro y pusimos rumbo. Toco la puerta con emoción, me abren, me presento y digo el motivo de la visita, pregunto: ¿Aún no la han vendido? Un no como respuesta. Bien.
Para terminar rápido, fueron décadas de uso diario, nunca falló, se mantuvo como en su mejor momento, se veía nueva a pesar de sus años, solo había que alimentarla cuando menos una vez al año con una cinta negra montada en un carrete. Ni las computadoras pudieron desplazarla en aquella relación tan estrecha entre y ella y yo. La computadora a su lado se sentía inútil, lenta, pesada.
La desktop no pudo, es verdad, pero con la laptop las cosas fueron diferentes, estas eran también portátiles y con muchas otras ventajas que al final de los 90 superaron las expectativas.
Fue entonces. A jubilar la Lettera.
La desktop no pudo, es verdad, pero con la laptop las cosas fueron diferentes, estas eran también portátiles y con muchas otras ventajas que al final de los 90 superaron las expectativas.
Fue entonces. A jubilar la Lettera.
miles de historias
Le busqué un buen lugar en la oficina y ahí la instalé para que pudiera contar a quien la viera todo lo que había hecho: miles de cuartillas, miles de textos, cientos de historias… miles de personas leyeron sus palabras, sus publicaciones, escritos, poemas, literatura.
Hoy la recordé y me pregunté dónde estará.
Estoy seguro que ella está bien y sus teclas descansando.
Hoy la recordé y me pregunté dónde estará.
Estoy seguro que ella está bien y sus teclas descansando.
Texto y fotografías (auto retratos sí) por Javier Alcaraz y Ortega
https://www.instagram.com/jaalor/