Yalitza, Guelaguetza, funcionarios 4T, ¿qué podía salir mal?

El regreso de Mito Reyes a esta casa editorial

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Oaxaca de Juárez.-

Yalitza Aparicio llegó a la Guelaguetza —de la cual fue el rostro este año— envuelta en un dispositivo de seguridad para mucha gente desproporcionado y lo que es más: inmerecido, dijeron. Ignoro los méritos que deba tener alguien para contar con un séquito de seguridad o si tenerlo signifique algo virtuoso o deseable, pero, para aquellos oaxaqueños inconformes Yalitza era inmerecedora de tal despliegue y vociferaron en las redes, entre indignados y burlones: “lo bueno que era la sirvienta y no la patrona”; “pobre Yalitza, se cree tan guau y es tan miau. Goyri te extrañamos!”; “ya estoy esperando a que le den otro papel para ver si vuelve a pegar chicle diciendo si siñor, no siñor; “para todos los indígenas si quieren respeto y ser valorados tiene que ir a Hollywood”; y el infaltable: “no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”.

Esos mismos oaxaqueños —gente buena al parecer—, después de soltar toda su ponzoña racista, procedieron a engalanarse con alguna blusa o camisa étnica, como las llaman, y se dispusieron a celebrar “la máxima fiesta de los oaxaqueños”. Incontinentes festejaron la realidad multicultural de su estado: bebieron etnomezcal, degustaron manjares etnoexóticos, y aplaudieron extasiados los etnobailables y etnodanzas que los indios prepararon para ellos. Luego, satisfechos, plenos, volvieron a sus hogares. Y en sus almas bonachonas ninguna duda, ningún sentimiento de contradicción. En un momento agredieron a Yalitza por ser una india actuando como artista famosa (que de eso se trata) y al siguiente pagaron miles de pesos para festejar su propia raíz indígena, su Oaxaca tan hermosa. Y yo me pregunté: ¿es que de verdad no se dan cuenta? ¿es que una sociedad como la mexicana los tiene tan aletargados que son incapaces de ver su propio racismo? ¿o lo que sucede es que ya hace mucho que expulsaron su cerebro, entre las flemas que emanan de las risotadas vulgares con que celebran sus puntadas racistas?

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La Guelaguetza es en sí misma un ejercicio racista. Nació así, en el siglo pasado, intitulada “festejo racial”. Ahora, decenios después, sigue usando palabras que los pueblos indígenas hemos querido quitarnos de encima desde hace mucho, como etnias, dialectos, ropa típica, usos y costumbres; mientras explota al máximo una imagen caricaturizada de los indígenas a quienes dice celebrar. La idea es simplona, poco refinada y nada novedosa: exprimir la diversidad, convertirla en un producto exótico comercial (entre más colorido mejor) y luego venderlo. En un ejemplo nítido de apropiación cultural, el gobierno de Oaxaca tomó la genuina expresión mesoamericana de reciprocidad, la convirtió en un festival circense y los oaxaqueños compraron la idea. Durante dos lunes de julio de cada año, delegaciones de distintos pueblos y comunidades presentan bailables o danzas (aunque algunos más bien llevan obras teatrales) cuya pertinencia es previamente avalada por una entidad llamada pomposamente Comité de Autenticidad. Este comité hace el favor de acudir desde la ciudad de Oaxaca hasta las comunidades que desean participar en la Guelaguetza y le informa a los candorosos que lo invitaron si su propuesta es auténtica o no, esto es, si les permiten bailar en la Guelaguetza. Sobra decir que las delegaciones aceptadas no participan de las ganancias del circo: se les premia con hospedaje y alimentación y, con suerte, alguna foto con el gobernador de Oaxaca. 

Alrededor de esa Guelaguetza se arma toda una feria que dura semanas y que inunda de turistas a la ciudad de Oaxaca. Pero los más felices son los oaxaqueños, esos mismos oaxaqueños que desprecian a Yalitza, que me llaman “pinche indio” cuando los incomodo, que nos insultan cuando les usurpamos algún espacio o función que piensan les pertenece. Durante la Guelaguetza, milagrosamente transformados, desempolvan algún relato de los abuelos indígenas de quienes renegaron antes o se inventan alguna relación con cualquier comunidad. Lucen ropa tradicional (pseudotradicional muchas veces) comprada en demasiados casos a intermediarios y en los peores a cínicos plagiarios. Consumen litros de mezcal, vendidos por envasadores que lo compran malbaratado a los productores. Y en cada restaurante medianamente importante, en los hoteles, en los bares y en las plazuelas, demandan ver a los indios, sus indios queridos, bailando (o ya de perdida algún ballet profesional emulando sus bailables). 

La Guelaguetza es una fiesta, sí, colorida y vistosa, quién sabe si exitosa, pero es la fiesta de esos oaxaqueños. La Guelaguetza es un circo y nosotros somos los payasos.

Por Mito Reyes

Fotografía de Edwin Hernández/El Universal

La actriz Yalitza Aparicio y el productor Nicolás Celis en la Guelaguetza 2019

Aparicio y resto de histriones en la ceremonia de apertura

Sobre el autor

Totontepec, Oaxaca, 1986. La declaración de amor más hermosa que alguien me ha hecho: "¡Tío Mito, tío Mito, escóndete que te van a inyectar!". Cofundador de Catástrofe Revista.

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8 Comentarios

    1. Para todo lo perverso aparece la 4t, que no se dan cuenta quien gobierna Oaxaca, y cuál es la idiosincrasia del mexicano, lo que acá veo es al estado priísta cubriendo el evento más fifi del estado, carísimo, no cualquiera entra, y el Murat que ni es de Oaxaca, ese wey se crió en el gabacho; de ridículo marchando por una denominación de origen que es imposible darsela solo porque en el país de sur a norte hay 300 especies de agaves, en vez de que marche por la desigualdad en el estado que es extrema. Somos un país racista y en ese estado y los propios oaxaqueños expresan bien este prejuicio, la verdad?

  1. Joven Reyes es un gusto conocerle mediante su excelente crónica y tiene usted toda la razón, esto acontece en nuestra fiesta multicultural. Reciba un saludo del profr. Angel Ramos Urbieta. Tapanatepec Oax.

  2. Que pena que lo más bonito de México, su gente indígena y mestiza, es maltratada por la propria gente indígena y mestiza. La segunda foto que ilustra la crónica habla mucho del circo del Guelaguetza tan solo con el color de piel de los que están en la primera fila. Texto valiente!

  3. Aquí difiero:

    Yalitza no se quería tomar fotos con nadie, pasaba escondiéndose, sin dar la cara y aprovechando un séquito de seguridad intolerante que no sólo maltrató a la gente, sino hasta rompió la canasta de mi novia que iba a bailar en Guelaguetza.

    No estoy a favor de que hagan menos a esta estúpida actriz por su tono de piel, sus raíces, ni su forma de hablar; pero estoy hasta el frente al decir que la vi de muy cerca, y actúa como una pobre prepotente. Sólo rió al lado de los políticos que la rodeaban. Su engrandecimiento realmente le sacó el cobre, como, tristemente le sucede a muchísimas personas que nacieron con poco y les dieron algo de muy alto calibre; no supo controlar el desproporcionado y minúsculo ego cuando le otorgaron tanta fama.
    Fue tanto lo recalcando sobre su pésima actuación, que al siguiente día se tuvo que presentar en el andador turístico—calle a Macedonio Alcalá—para tomarse fotos con el pueblo, e intentar mejorar la imagen marcada por su comportamiento durante la función matutina del primer Lunes del Cerro.

    Se me está olvidando pronto la actuación, de la fulana Yalitza.

  4. He ahí el institucionalismo, los elefantes blancos, los «otro proyecto mas» pero la derrama económica, el recurso financiero autorizado y ejercido sin el impacto sin la transformación que debe verse en los pueblos originarios
    Caso similar la normalización de la escritura de la nación mazateca «¡Que decir!»

  5. Una cosa es ser de origen indígena y otra perder el piso, la Fama se debe al público, a la gente, si no fuera por ellos no llegarías tan lejos.

  6. Celebro el tono Mixe en la palabra, firme, directo, sin darle tanta vuelta al asunto.
    La verdad es de reconocer, hay tanta razón en decir que hubo comentarios racistas hacia una ciudadana de cultura originaria, como en el decir que es justo el repudio por asumir posturas que no son propias de sus raíces culturales.
    Lo rescatable es que tenemos una experiencia mas que nos va a enseñar que amores de nuestras culturas originarias debemos de respetar, como la humildad y las actitudes comerciales que chocan con ella, así como el comportiento en una sociedad de consumo.
    Esta, nuestra Guelaguetza, es una manifestación de nuestras culturas.
    Influenciada y todo pero mantiene principios y valores de nuestras comunidades y son ellas quienes definen si nuestro actuar es correcto o no.

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