Álamos, Sonora, México.-

Jaime López es un clásico, quizá no sea tan popular como otros, pero sucede que la calidad no es algo que se pueda medir con el rating, o sólo con el rating. Es un artista no solo porque se esfuerza sino porque logra hacerlo desde la honestidad y la verdad de una vida a la que nos deja asomarnos y compartir pedacitos no siempre dulces, pero siempre verdaderos. 

Es un clásico porque ha hecho esto durante mucho tiempo, sino porque lo que dijo que sentía en aquellos lejanos ochentas sigue siendo cierto hoy, y lo seguirá siendo mientras haya almas atormentadas incómodas en su propia piel, violentadas por un mundo que no entienden ni quiere entenderlos, mientras hay público para el blues, esa forma dolida de hacer música nocturna.

Es, además, un artista de frontera, del lado mexicano de la frontera México-Estados Unidos, nacido en Matamoros, criado en Nogales, en Juárez, avecindado entre la Chilanga Banda hasta lograr escribir ese que se convirtió en el himno menos oficial del Ex-DF. También es un artista que traspasa las fronteras temporales, sus canciones hablan de trenes, de vagones de una época en que los traileros levantaban mujeres de blanco en la carretera que resuena en los jóvenes que buscan las raíces de la música que hacen, del mundo en que viven.

Jaime López regresó al cumpleaños cuarenta del FAOT, al foro de la Alameda, ante un público aterido por el frío del viento que se encajona circulando junto al arroyo, a calentar los corazones, a hablar de soledades y fracasos amorosos, de abandonos, de corazones heridos que no pueden perder más porque aunque muertos y enterrados siguen vivos. 

Los aplausos del final le demuestran que era cierto, este era su público, que apenas podía moverse porque las sillas son metálicas y el blues es para sentirse más que para bailarse, aunque no faltó quien lo intentara…

Vestido de negro, con una chamarra de piel —que dicen que calienta menos que una película francesa sobre narcos— y su guitarra se hizo la machaca, las luces de colores, el seguidor, el video en tiempo real, hasta la niebla estaban un poco de más pero no se puede hacer menos, así se usa en este siglo de inteligencias artificiales y listas de catering interminables. 

Hay esperanza para el blues,

Lo mejor, que la niña de ocho diez años que preguntaba sorprendida si de verdad se había acabado, incrédula por la aparente brevedad. Hay esperanza para el blues, no todo está perdido si la mayoría de los asistentes eran más jóvenes que el festival mismo, ya no digamos que el artista y este su amanuense. 

Y como dijo Jaime López después de reconocer que venía de un tiempo donde la frontera unía más que dividía, “que la banda que viene las pase mejor, que los viejos tiempos fueron nuevos tiempos”. Amén, hermano. 

Texto y fotografía de René Córdova y Rascón

POSDATA DEL EDITOR

El suscriptor Norberto Corral Rueda le sacó un saludo a Jaime López cuando la rueda de prensa, anoche, en Álamos 🙂

 


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Sobre el autor

José René Córdova Rascón es Antropólogo Social por la ENAH, maestro en Salud Pública con especialidad en Políticas Públicas por la Universidad de Arizona en Tucsón, director de Espacios Expositivos, S.C. y curador externo de la nueva exposición permanente del Museo Comcaac (antes Museo de los Seris) en Bahía de Kino, Sonora. Contacto: rrenecordova@gmail.com

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