Hermosillo, Sonora.-
No se requiere de un ojo bien entrenado para distinguir entre libros hechos con las patas y los hechos con garra o con el corazón. No estamos sugiriendo aquí que existan malos o buenos lectores por elegir unos u otros, lo que trato de evidenciar son las malezas que aparecen en ese sendero que va de los autores a los lectores, en ese camino donde las editoriales independientes se ha convertido una fuente importante para la diversidad literaria en todo el mundo. Un mundo donde las editoriales periféricas son a menudo subestimadas.
Tomemos, por lo cercano, el ejemplo de MAMBOROCK, una idea del escritor Carlos Sánchez, materializada ya en más de 20 libros con tirajes modestos, con frecuencia impulsados por la pasión y la dedicación de las y los autores o autoras, quienes, sin planteárselo, renuevan la savia que nutre a la ciudad y al estado con propuestas frescas, diversas y comprometidas. Sin embargo, este esfuerzo pocas veces alcanza el eco que sí tienen otras obras que cuentan con el favor de las grandes cadenas de distribución de libros.
El regateo constante al que se ven sometidas las editoriales independientes
en aspectos como el costo de envío, los descuentos por temporada, los tiempos de envío y producción, es una muestra palpable de la asimetría de poder que existe en el mercado. Estas presiones sobre sus márgenes de ganancia, ya de por sí ajustados, obligan a editoriales como MAMBOROCK a tomar decisiones difíciles que pueden afectar la calidad de sus productos o incluso poner en riesgo su viabilidad.
Es importante recordar que las editoriales independientes son, en su mayoría, empresas pequeñas con recursos limitados. Su espacio físico y su capacidad de distribución son menores, lo que les dificulta competir en igualdad de condiciones con las grandes editoriales que cuentan con infraestructuras más robustas. A esto se suma el hecho de que, en una gran cantidad de casos, el presupuesto de estas pequeñas empresas depende de los ingresos personales de sus fundadores, autores o colaboradores, lo que aumenta aún más su vulnerabilidad.
En suma, vivir de los libros es una apuesta fácil de perder, pero es peor perderse de los libros que retratan nuestra realidad más cercana. El proyecto de Carlos Sánchez, al que se suman escritores de la talla de Miguel Ángel Avilés, Josefa Isabel Rojas Molina, Heriberto Duarte, Joel García, Omar Gámez Navo, Sylvia Manríquez, Rigoberto Badilla y muchos más, es un diamante a través del cual se apuesta por autores noveles, por explorar géneros menos comerciales y en los que se realiza una defensa puntual de la memoria y los valores locales, del barrio o de los pueblos, o en general, de esa región que antiguamente los mexicanos del centro llamaban provincia.
En un mundo dominado por las grandes editoriales y las tendencias masivas,
las editoriales independientes funcionan como oasis de frescura y originalidad, ofreciendo a los lectores alternativas que enriquecen su experiencia literaria.
Me parece que es hora de reconocer el valor incalculable que las editoriales independientes aportan a la industria. Para ello es necesario establecer prácticas comerciales justas que les permitan operar en igualdad de condiciones y desarrollar todo su potencial. Su supervivencia no solo es crucial para la salud del ecosistema editorial, sino también para la preservación de la diversidad cultural y el fomento de la creatividad.
MAMBOROCK y las editoriales independientes son la sangre que renueva a la industria. Defendamos su existencia y celebremos su ardua labor por mantener viva la llama de la literatura en todas sus formas.
Texto y fotografías por Lenin Guerrero