Hermosillo, Sonora.-
Brady Corbet, cineasta conocido por su meticulosa manera de aproximarse a las historias y su exploración de la psique humana, presenta en El Brutalista una obra ambiciosa que abarca más de cuatro décadas de historia. A través de la vida de László Tóth, un arquitecto húngaro de origen judío que emigra a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, la película ofrece una mirada introspectiva sobre el desarraigo, la ambición y la moralidad en un mundo que intenta reconstruirse a partir del conflicto. Con un enfoque visual y narrativo que resalta el costo personal del éxito, la cinta expone las contradicciones del sueño americano.
Uno de los aspectos más notables de El Brutalista, es la interpretación de Adrien Brody, quien encarna a László Tóth con una sensibilidad desgarradora. Brody, quien ya ha demostrado su capacidad para representar personajes atormentados en películas como El Pianista (2002), dota a László de una complejidad emocional que lo convierte en un personaje profundamente humano. Desde su llegada a Estados Unidos hasta su gradual transformación en un célebre arquitecto, Brody transita por un arco dramático que evoca tanto empatía como frustración. Su actuación es contenida, a menudo manifestando los conflictos internos del personaje a través de miradas y gestos sutiles, pero con una fuerte carga emocional.
Felicity Jones, por su parte, brinda una interpretación llena de matices como Erzsébet, esposa de László, una mujer que lidia con la dualidad de apoyar el sueño de su esposo mientras enfrenta la alienación y la lucha por mantener su propia identidad en un país extranjero. Su química con Brody es contundente, y sus interacciones reflejan la complejidad de una relación que se desgasta bajo la presión del éxito y la ambición. Acompañando a esta pareja, Guy Pearce en el papel de Harrison Van Buren, ofrece una presencia intrigante, encarnando la figura del mecenas con una mezcla de generosidad y manipulación que pone a prueba, de manera constante, los principios morales e identitarios de László.
El contexto histórico en El Brutalista es un elemento crucial que enriquece la trama. A medida que la historia avanza, la película captura con precisión los cambios culturales en que se desarrolla la trama. Corbet logra integrar estos cambios de época de manera natural, utilizando el vestuario, la música y los cambios en la perspectiva de los personajes para ilustrar la evolución del entorno de László. La cinta no solo es una historia personal, sino también una crónica de las transformaciones de la sociedad estadounidense en la segunda mitad del siglo XX.
La fotografía es un punto que destaca y amplifica la experiencia del espectador. La película evoca la estética arquitectónica del brutalismo, con sus estructuras imponentes y su énfasis en la funcionalidad por encima de la ornamentación. Cada encuadre parece diseñado para transmitir la sensación de rigidez que define tanto el estilo arquitectónico como la vida del protagonista, reforzando el tono contemplativo de la película. Este enfoque visual, sumado a la duración extensa del metraje, acentúa la naturaleza pausada y reflexiva del filme, haciendo que la contemplación y el detenimiento en los detalles sean tanto un recurso estilístico como un desafío para el espectador.
Dicho lo anterior, con una duración de aproximadamente 215 minutos (más de tres horas y media), El Brutalista es una prueba de resistencia tanto para el público como para la historia misma. Por un lado, este metraje extenso permite que la película se desarrolle con un ritmo pausada, brindando espacio para meternos en la vida de los personajes y el peso de sus decisiones. El ritmo deliberado da lugar a una exploración más profunda de la psique de László, permitiendo que el espectador sienta la acumulación del tiempo y las consecuencias de sus acciones a lo largo de los años.
Ahora bien, esta misma duración puede jugar en contra, ya que hay momentos en los que la narrativa se torna excesivamente contemplativa, ralentizando el avance de la historia. Sin embargo, esta elección estilística permite que cada escena respire y que los conflictos internos de los personajes se desarrollen con mayor profundidad. Para algunos espectadores, esta extensión puede resultar agotadora, especialmente si no están dispuestos a sumergirse en una experiencia tan pausada y reflexiva. Aun así, quienes aprecian las épicas cinematográficas encontrarán en esta película una oportunidad para absorber cada detalle y matiz de la historia.
En conclusión, El Brutalista no es una película de fácil consumo, pero sí una que recompensa la paciencia de quienes logren conectar con esta gran experiencia cinematográfica. Destacadas interpretaciones, un contexto histórico meticulosamente desarrollado y una fotografía que amplifica su impacto emocional permiten que la cinta de Brady Corbet se presente como una reflexión profunda sobre la ambición, la identidad y el sacrificio. La película está en cartelera y ha sido nominada a múltiples premios Óscar, incluyendo Mejor Película, Mejor Dirección para Brady Corbet y las categorías de actuación para Adrien Brody, Felicity Jones y Guy Pearce. Por todo esto y mucho más, la recomendación es clara: ¡córrale a verla!