Hermosillo, Sonora.-
Un sistema es un conjunto de partes, un conjunto de personas e instituciones interrelacionadas por distintos tipos de relaciones. Estas relaciones pueden ser formales e informales. Las formales son aquellas que tienen algún tipo de fundamento legal dentro del sistema. Un ejemplo práctico son las relaciones contractuales entre particulares, entre empresas, y entre empresas y gobiernos. Estas relaciones formales determinan un vínculo contractual entre dos o más partes. También se incluyen otros elementos como la constitución política de un país, el acta constitutiva de una empresa y sus manuales de operación, los cuales establecen la formalidad de las reglas.
Por otro lado, muchas veces resultan más relevantes las interacciones informales. Estas están determinadas por el entorno, la historia, el contexto y, principalmente, por los valores y prácticas compartidas, que muchos teóricos sociales llaman cultura. Todo sistema tiene una cultura específica que varía según la institución o el grupo de personas. Esta cultura define lo que es importante para los individuos y el marco desde el cual interpretan su entorno.
En un ecosistema de emprendimiento, por ejemplo, es esencial compartir valores como la tolerancia al fracaso y la capacidad de aprender de los errores. Estos valores promueven la idea de que cada «no» está más cerca de un «sí» y fomentan la disrupción, es decir, la creación de tecnologías y empresas que transformen el entorno. La cultura influye profundamente en cómo los agentes de un sistema se relacionan entre sí y con su entorno, tanto a nivel interno como externo.
Esta cultura tiene un fuerte componente simbólico. Al ser un arreglo informal, no existe una cohesión formal para hacerla cumplir, pero sí una presión simbólica que fomenta su adopción. Por ejemplo, al cruzar la frontera hacia Estados Unidos, adaptamos nuestro comportamiento al nuevo entorno, reflejando cómo la cultura moldea nuestras acciones.
«No eres prisionero del sistema; el sistema es simbólico, por lo tanto, al entender los símbolos y tu fuerza para significarlos, determinas tu libertad ante el sistema.» Esta reflexión nos invita a reconocer que, al comprender los valores y significados culturales, podemos influir y modificar el sistema en lugar de simplemente adaptarnos a él.
Por lo tanto, es crucial entender el significado de esta cultura para identificar los cambios necesarios, tanto a nivel personal como en el entorno, y así transformar la historia. En este sentido, la cultura —definida como prácticas y valores compartidos— determina en gran medida las relaciones informales dentro de un sistema. En muchos casos, su influencia es más fuerte que la de los arreglos formales, como se ha demostrado en diferentes momentos históricos.
Finalmente, para impulsar un cambio social o económico, es indispensable analizar los valores y prácticas compartidas que sostienen el sistema. Solo al comprender y trabajar sobre ellos podemos intervenir y construir un futuro diferente.
Por Mauricio Velázquez,
egresado de la XI promoción de maestría en ciencias sociales, de la línea Economía y Desarrollo Regional, 2005-2007, de El Colegio de Sonora
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