“¿Qué se siente matar, eh, Meño?”, le dijo. Pero el Meño nada más levantó la cabeza muy rápidamente, como si hubiera oído un grito allá afuera entre los árboles o alguien, de pronto, tocara a la puerta del remolque muy bruscamente. No dijo nada, se quedó pensando nomás, incrédulo. Sentado ahí, como estaba, con …
