“La verdad ya no era cierta. Se le estaba mintiendo al público”.-

Reality Whinner, delatora de la NSA

La filtración de cinco terabytes de información que conforman los #TelevisaLeaks revelados por el equipo de Carmen Aristegui representan una sacudida al miocardio de la Reforma al Poder Judicial, no sólo un golpe de precisión a una de las empresas de comunicación más corruptas que hay en México, en una era de acelerada regresión democrática.

Las filtraciones de información son como esta que revela una elaborada trama para producir ‘blackops’ y ‘psyops’ en redes sociales usando el aparato mediático de Televisa, con el fin estratégico de crear una narrativa favorable para el ministro en retiro Arturo Zaldivar, Coordinador General de Política y Gobierno de la Presidencia de México, y allanarle el camino como presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2019, a cambio de jugosos contratos multianuales millonarios para esta televisora.

Recordemos el tiempo que vivimos: un entorno caracterizado por la ausencia de oposición política efectiva, la falta de contrapesos formales ante el Poder Ejecutivo y la inexistencia de un órgano garante del Derecho de Acceso a la Información. En ese sentido, estas revelaciones se convierten en un faro de esperanza para una ciudadanía que exige rendición de cuentas.

Los leaks no solo exponen prácticas corruptas o antiéticas sino que también subrayan la importancia para ejercer un periodismo comprometido con la verdad. En un país donde los medios tradicionales a menudo están cooptados por intereses políticos o económicos, las plataformas digitales independientes y algunos periodistas de investigación han asumido el papel de facilitadores del Derecho Humano a Saber. 

Las filtraciones, al proporcionar evidencia tangible, fortalecen su labor y le otorgan al periodismo, no sólo a Aristegui, credibilidad frente a una sociedad cada vez más escéptica que no debería tardar en ver al otrora cuarto poder convertido en actor de oposición clave.

El contexto mexicano

La erosión democrática en México no es un fenómeno aislado. Es el resultado de seis años continuos de debilitamiento institucional, donde los órganos diseñados para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas han sido desmantelados o neutralizados. 

La desaparición del INAI, por ejemplo, deja a los ciudadanos sin una herramienta fundamental para cuestionar a todos los niveles de poder. En este vacío, las filtraciones se convierten en una forma alternativa de acceso a la verdad, para ejemplo recordemos el caso #GuacamayaLeaks, que expuso los problemas de salud del expresidente López Obrador y tramas de corrupción del Ejército.

Los leaks nos recuerdan que sin voces críticas dentro del sistema, el Poder Ejecutivo opera con una libertad absoluta, lo que aumenta el riesgo de abusos de autoridad. En este contexto, las filtraciones también actúan como un recordatorio de que el poder tiene límites y siempre habrá quienes busquen exponer la verdad, como pasa con la figura del whistleblower, la persona que delata.

El impacto de las filtraciones en la sociedad

Las filtraciones tienen un triple impacto: informan, movilizan y hacen visibles los excesos del poder, o más bien aquellos secretos que el Estado desea que sus ciudadanos no conozcan. Al revelar información que de otro modo permanecería oculta facilitan a la ciudadanía la acción civil y un debate informado sobre los asuntos de máximo interés público, como la corrupción y la Reforma al Poder Judicial, de la cual recordemos que Zaldívar es el autor intelectual. 

El ministro en retiro a su vez dio forma al deseo de López Obrador por eliminar la resistencia a sus acciones y obras desde la SCJN. En el caso de Claudia Sheinbaum la asesoró desde la campaña presidencial para dar el último clavo en el ataúd y consumar en ambas cámaras legislativas la aprobación de esta ley que apunta a un cambio radical completo la impartición de justicia, en la administración del Consejo de la Judicatura y sobre todo en la elección de jueces federales y locales.

En un entorno donde la desinformación y las noticias falsas proliferan, las filtraciones, respaldadas por evidencia documentable-verificable, ofrecen reportes basados en hechos que desafían las versiones oficiales plasmadas de posverdad. Se convierten en una de las últimas fronteras de resistencia.

Televisa queda marcada hoy más que nunca como una fábrica de hechos alternativos para el ámbito digital y las operaciones psicológicas alentando las creencias y prejuicios de sus públicos target.

Una filtración de este tamaño no sólo sacude la zona de flotación del discurso oficial, sino que tiene el potencial de movilizar a la sociedad, generando presión para reformas y cambios estructurales, pero no en el sentido en el que se impulsa la #LeyCensura enviada por Sheinbaum al Legislativo para controlar los espectros de comunicación en el ciberespacio y restringir expresiones en radio y TV. 

El periodismo y la tecnología

En este panorama, el periodismo de investigación y las plataformas digitales juegan un papel crucial. Las filtraciones, aunque valiosas, requieren un análisis y una contextualización para ser verdaderamente efectivas. Aquí es donde los periodistas, con su capacidad para conectar puntos y narrar historias, se convierten en aliados contra la posverdad.

Por otro lado, la tecnología ha democratizado el acceso a la información y ha facilitado la difusión de filtraciones. Plataformas como Wikileaks o, Panamá Papers o las revelaciones de Edward Snowden con la NSA de EEUU, son iniciativas que demuestran que con las herramientas adecuadas, incluso los ciudadanos comunes pueden contribuir a la transparencia.

En México las filtraciones son más que un acto de valentía; son un acto de resistencia civil pacífica, casi una responsabilidad ciudadana. En ausencia de contrapesos, se convierten en una herramienta esencial para la fiscalización de las autoridades y la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, su efectividad depende de una sociedad dispuesta a escuchar, cuestionar y actuar. Las filtraciones son solo el primer paso; el verdadero cambio ocurre cuando la información se traduce en acción colectiva. En este sentido, cada ciudadano tiene un papel pendiente por desempeñar en la construcción de un México más transparente y democrático.

El whistleblower detrás de los #TelevisaLeaks es Germán Gómez García, un ex colaborador de Televisa. El delator proporcionó cinco terabytes de información al equipo de Aristegui que exponen prácticas de manipulación y campañas de desprestigio llevadas a cabo por la televisora a través de su unidad secreta ‘Palomar’ contra rivales del ministro Zaldívar, jueces incómodos para López Obrador, empresarios como Carlos Slim, Ricardo Salinas y algunos periodistas.

La figura del delator es un actor esencial cuyo valor civil es incalculable. Estos individuos, impulsados por un sentido profundo de justicia (y en ocasiones un idealismo peligroso para ellos mismos), asumen el riesgo de revelar información sensible por proteger el interés público. 

En el caso de Gómez García, que enfrenta una campaña de estigmatización, su decisión por delatar, lejos de ser sencilla, está marcada por dilemas éticos y sacrificios personales. En México, el delator enfrenta un entorno hostil, donde los riesgos legales y las represalias son reales. Desde demandas por difamación hasta persecución judicial, estas amenazas buscan silenciar a quienes como él tienen el valor de hablar.

En este contexto, el papel del delator no solo es vital, sino heroico. Su gesto en un sistema que no garantiza su protección demuestra que, incluso en tiempos de erosión democrática, hay quienes están dispuestos a desafiar el poder en busca de la verdad, y dejar una memoria histórica que sirva de ejercicio demócratico.

Sin embargo, su impacto no se limita a la esfera informativa. También tienen el potencial de movilizar a la sociedad, generando presión para reformas y cambios estructurales. Ejemplos como los #TelevisaLeaks demuestran cómo la exposición de prácticas corruptas puede desencadenar un clamor por la rendición de cuentas, incluso en un entorno polarizado.

El papel del periodismo y la tecnología

En este panorama, el periodismo de investigación y las plataformas digitales juegan un papel crucial para transparentar tramas como la de Televisa y Zaldívar, ejecutada con recursos públicos de la SCJN. 

Las filtraciones, aunque valiosas, requieren un análisis y una contextualización para ser verdaderamente efectivas. Aquí es donde los periodistas, con su capacidad para conectar puntos y narrar historias, se convierten en aliados indispensables, pero esto es demandante en tiempos y riesgos.

Como señaló la colega Sibely Cañedo en un post de X: “La opacidad informativa alimenta la impunidad y debilita la rendición de cuentas. Este caso mostró cómo la falta de transparencia en la contratación de publicidad oficial y servicios de comunicación facilita el uso ilegítimo de fondos para manipular la opinión pública”.

Otro punto a destacar, que acompaña la lucha contra la opacidad, es que aviva la necesidad por que el público mexicano cuente con medios independientes que funcionen como una balanza ante el ecosistema de comunicación oficial, y de aquellas plataformas o comunicadores, que sólo repiten mentiras.

Por otro lado, la tecnología ha democratizado el acceso a la información y ha facilitado la difusión de filtraciones. Plataformas como Wikileaks o iniciativas locales han demostrado que, con las herramientas adecuadas, incluso los ciudadanos comunes pueden contribuir a la transparencia.

En México las filtraciones de información son más que un acto de valentía; son un acto de resistencia. En ausencia de contrapesos formales, se convierten en una herramienta esencial para la rendición de cuentas y la defensa de los derechos ciudadanos.

Sin embargo, su efectividad depende de una sociedad dispuesta a escuchar, cuestionar y actuar. Las filtraciones son solo el primer paso; el verdadero cambio ocurre cuando la información se traduce en acción colectiva. En este sentido, cada ciudadano tiene un papel que desempeñar en la construcción de un México más transparente y democrático.

Lo que deja el gesto de Gómez García es ahora reflexionar sobre el valor de la transparencia, la importancia de contar con un periodismo crítico, amplificar su efecto en la sociedad civil y presionar con acciones para crear marcos legales de protección a personas delatoras, porque éste sólo existe pero para funcionarios públicos o testigos protegidos que se animan a revelar actos de corrupción de sus superiores.

En México sólo existen los lineamientos para la Promoción y Operación del Sistema de Ciudadanos Alertadores Internos y Externos de la Corrupción. Estos lineamientos dieron  como resultado la creación del programa Ciudadanos Alertadores Internos y Externos de Corrupción” en el año 2020.

Para los ciudadanos whistleblowers no hay un marco de protección legal, aquí hay una gran oportunidad en el tránsito de México hacia una era de mayor transparencia y tolerancia hacia las voces que revelan los excesos del poder.

Por Jesús Ibarra para Crónica Sonora

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Sobre el autor

Hermosillo, 1977. Periodista y docente universitario. Investigador del Border Hub y becario del International Center for Journalists.

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