“Sólo creería en un dios que supiera bailar”, dice el Zaratustra de Nietzsche. ¿Se refiere el filósofo al placer de dejarse llevar por una experiencia sensual que llega de fuera? La forma del agua (Guillermo del Toro, 2017) encuentra en ese aforismo el corazón de toda su historia.

Aunque el relato, en sí mismo, sufra de severas limitaciones.

Por debajo de El espinazo del diablo (Guillermo del Toro, 2001), o su posterior El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), La forma del agua es una película comprometida, precisamente, con la forma, mucho más que con el fondo.

Es decir, el estilo personal de presentar las cosas resulta más importante que su contenido. Partitura original, escenografías, fotografía, maquillaje y vestuario crean un ambiente fantástico donde la nostalgia interviene en dos direcciones: señala nuestro siniestro presente y se divierte entre la sincronía de los musicales y la perversa inocencia del romanticismo.

Estamos en la era Kennedy. Un período de guerra fría, amenaza nuclear y segregación racial, pero también es el breve y brillante momento que Jackie, la glamorosa esposa del presidente, denominó como Camelot: un verdadero cuento de hadas, una leyenda para soñar.

Elisa Esposito (Sally Hawkins) es una mujer vital, sensible e inteligente, pero incapaz de hablar. No tiene pasado ni familia. En su casa la rutina es moldeada por su vecino Giles (Richard Jenkins), ilustrador publicitario a lo Norman Rockwell. En su trabajo – OCCAM, Centro de Investigación Espacial – es Zelda (Octavia Spencer) su fiel compañera quien la protege y defiende.

El descubrimiento, por parte de Elisa, de una criatura marina (Doug Jones) cautiva en ese laboratorio del gobierno norteamericano, hará correr a La forma del agua cauces muchas veces vistos, es cierto, aunque no de esta manera. De nuevo, la forma sobre el fondo.

Aparecerá Strickland (Michael Shannon), villano como el que más. Su decencia y supuesta moral cristiana serán los contradictorios resortes que le hacen rayar en la sociopatía y provocarán que la criatura crezca hasta convertirse en un dios pagano, digno, gallardo y hermoso.

Strickland actúa por patriotismo. Se sospecha que los soviéticos han puesto sus ojos en el fabuloso ser. Como Kennedy, Strickland no puede fallar. Primero muerto, antes que fallar.

Reveladora la escena donde Strickland, abrumado se pregunta: What am I doing, interviewing the fucking help? The shit cleaners. The piss wipers.

Lo hace casi al mismo tiempo en el que Donald Trump salta con sus exabruptos racistas contra Africa y Haití.

La primera conexión entre Elisa y el anfibio, al ser de naturaleza extrasensorial, está más en deuda con E.T. (Steven Spielberg, 1982) que con La Bella y la Bestia (Bill Condon, 2017), sin embargo, su evolución constituye lo más audaz de La forma del agua, porque se atreve a hablar acerca de dos seres de especies diferentes que exploran su sexualidad.

Existen más vínculos con E.T. Estos tienen que ver con sus personajes y con un misterio maravilloso que transforma al protagonista en un ser superior al humano.

La realidad es la fantasía: el vínculo entre Elisa y la criatura; y la fantasía es la realidad: la imagen perfecta de Strickland, blanco, religioso y heterosexual. En este contexto los personajes secundarios en La forma del agua subrayan el comentario político. Tanto Giles como Zelda deben enfrentar la discriminación y el desprecio de la sociedad.

Con su creatividad y su nobleza se convierten, sin quererlo, en los voceros de Elisa y su escamoso tormento. A principios de los sesentas era muy difícil ser homosexual o afroamericana.

La forma del agua presenta una paleta de colores constante. Verde y azul subrayan la presencia del hombre pez más allá del laboratorio. Carrocerías de autobuses y camionetas tan parecidas a la criatura, ese soberbio auto de Strickland en tono turquesa que representa el dominio de este infame personaje sobre el exótico monstruo de la laguna negra son el verdadero triunfo de este filme.

Es un bello cuento de hadas, sin duda. Pero ahí donde está su encanto surgen sus principales problemas. Es el fondo, no la forma. Será durante su desenlace y final donde La forma del agua puede decepcionar a la audiencia. La cinta cae en la repetición de situaciones derivativas y predecibles por completo.

La deconstrucción del monstruo es una idea que ha acompañado a Guillermo del Toro siempre. Desde La invención de Cronos (1991), Hellboy (2004) o El laberinto del fauno (2006), Del Toro nos ha hecho testigos de sus obsesiones infantiles. Entre engendros, espectros, caprichos y quimeras ha creado un universo orgulloso que se comparte.

Aunque La forma del agua sea la correcta, no llega al fondo de las cosas. Una seductora belleza en la superficie le impide explorar las profundidades. Pero así son los cuentos de monstruos y princesas.

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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2 Comentarios

  1. E. T. El Extraterrestre cumple treinta y tantos años de haber cautivado al hemisferio occidental. A partir de la década de los 90’s los rey león, los toys story, los shrek, los monsters inc y al menos una docena de historias más, ocuparon el imaginario del publico infantil y juvenil de México.

    El canal 5 acaso ha hecho su trabajo reproduciendo año a año la historia del extraterrestre que enternece a la familia de una niña Drew Barrymore que ahora parece una Chachita norteamericana… No estoy tan seguro que las referencias pretéritas queden entendidas por los lectores menores de treinta años. A menos que hayan visto en sus tiernas edades el canal 5 de televisa, cosa muy probable si son de clase baja o media baja.

    Como siempre, me parece que has escrito una excelente reseña de una película importante. Interesado en los guiones más que en todo lo demás, me quedo con El Espinazo del Diablo y me quedo con las mismas reservas de esta historia en tanto has diseccionado tan bien que la historia queda corta, chata, insatisfactoria.

    El cine es cine: entretenimiento, taquilla, palomitas de maíz y soda para quienes aun no padecen diabetes… pero también es experiencia visual, impresión y asombro a partir del logro tecnológico. Soy un romántico y me ha gustado tanto ET El Extraterrestre que la miré junto a mis hijas algunas diez veces cuando ellas tenían dos y tres años: Huelga decir que les encantó cada escena de ellas y con su dedito índice imitaban al marcianito de ojos grandes… lo mismo WALL-E lo mismo ese tipo de películas que son como que cuentos que las maravillan.
    Se ha dicho tanto y se ha premiado tanto como director a Guillermo del Toro por este cuento de detalles de artesanía ciinematográfica que, así sin garantía de nada, a fondo perdido, románticos que somos y alucinados por ese orgullo charro por festejar a nuestros garbanzos de a libra en todas las disciplinas en las que como0 país estamos atrasados o comparativamente atrasados, digo, hay que ir a verla. Románticos que somos. Una trama dos tres, una película para sentirse bien, la experiencia del cine y aquella frase que convoca… el cine se ve mejor en el cine. Cuánta gente ha renegado de Titanic por haberla visto en una pantalla de doce pulgadas al cuadrado, amigos.

    No reseñes churros… no sé por qué lo haces. Los churros no merecen reseñas y tales reseñas no merecen ser leídas. Con el debido respeto y perdón.

    Reseña documentales.

    1. Gusto en saludarte, Arturo. La forma del agua ha sido reseñada y descrita ya como «un cuento de hadas para adultos». E.T., ¿no es acaso un cuento de hadas sin adjetivos? En fin. Sin duda estamos ante una película interesante, entretenida pero no tan honesta, ya que su desenlace es completamente predecible. Sobre todo si ya viste E.T.

      Ahora, respecto a «los churros». Estoy convencido que una crítica puede ayudarte a tomar criterio frente a la taquilla con tu cartera en la mano. Y las películas populares también merecen algún comentario, sobre todo si pueden decepcionar. De cualquier manera es mejor quedarse con lo que decía Carlos Fuentes: «al final, todas son buenas películas».

      Por último, tienes razón, hay que echarle una ojeada a los documentales. Están adquiriendo una fuerza cada vez mayor.

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