El baúl de monstruos en Universal Pictures definió el cine de terror en la década de los treinta durante el siglo pasado. Hay magníficas piezas en bailes blanco y negro. Drácula (Tod Browning, 1931) y Frankenstein (James Whale, 1931) son películas preciosas cuyas atmósferas siguen cautivando a espectadores de todos los tiempos.
Sin embargo, el tropiezo de la Universal cuando trató de revitalizar el tema con La Momia (Alex Kurtzman, 2017) dio carpetazo a proyectos que volvieron al ático. En el caso de la cinta referida, ni la presencia de Tom Cruise y Rosell Crowe pudieron rescatar semejante engendro.
Después, el terror cinematográfico en Hollywood encontró una vertiente prometedora, muy interesante. Al incorporar elementos de preocupación social – ¡Huye! (Jordan Peele, 2017) y Un lugar en silencio (John Krasinski, 2018) son ejemplos puntuales – se le otorgaron pinceladas contemporáneas a un género que hoy goza de eficiente vitalidad.
De esta manera, llega el turno de El hombre invisible (Leigh Whannel, 2020). Y lejos de ser metáfora, es película muy concreta. Esta es una producción que exhibe la violencia machista al sacudir todos sus recursos tecnológicos y artísticos en el rostro aterrado de la víctima: una mujer.
El hombre invisible presenta impecable inicio. Es la noche en la que Cecilia (Elizabeth Moss) ha decidido dejar a Adrian, abusivo y controlador marido (Oliver Jackson-Cohen); la fuga involucra a Emily, su hermana (Harriet Dyer) y a quien le ofrece refugio, James, el policía (Aldis Hodge). El proceso de adaptación en Cecilia es lento y tortuoso. Ella teme que su acosador venga por ella. Razones no le faltan. El macho es poderoso y millonario genio de la óptica. Tiene los recursos para transgredir e imponerse.
El respiro llega cuando Cecilia es convocada a la lectura del testamento de Adrian. El campeón del patriarcado opresor se ha suicidado, dejando a su esposa cuentas millonarias. ¿Final feliz?
No. El hombre invisible comienza a manifestarse acosando, de forma sobrenatural, a su viuda, buscando el aislamiento y la pérdida de cordura en una pesadilla que agrega novedosos elementos a conceptos como violencia psicológica y maltrato doméstico.
Así, el foco no es el extraño ser que da título a la película, sino la hembra que escapa del horror que representan control e intimidación solo para enfrentar incredulidad de su círculo inmediato y rechazo de autoridades.
Exacto. Son como aquellos testimonios de víctimas puestos en duda hasta el último momento con fatales consecuencias, en no pocos casos.
El primer gran acierto de esta versión de El hombre invisible, es, precisamente, mostrar la historia desde la perspectiva de Cecilia. Elizabeth Moss, con su rostro y expresiones, obsequia close ups de verdadero escalofrío. Otro rubro logrado es el manejo del suspenso. La dirección de cámara no revela si es la vista del ente, o de su horrorizada protagonista. Rasca el estilo voyeur de Hitchcock, lo que no es cualquier cosa.
El juego del gato y el ratón alcanza cuotas de miedo que satisfarán al público. Prepárense para dos o tres instantes que los harán saltar de sus asientos. Y esto es mucho más de lo que se puede pedir a este clásico cinematográfico con innumerables adaptaciones, la mayoría en deuda con la novela de H.G. Welles, publicada en 1897.
Ahora, el problema con El hombre invisible está en su segundo y tercer acto. Aunque no renuncia a la notable perspectiva de Cecilia, acaba por rendirse a apresuradas conclusiones que restan dignidad a un trabajo que, en su arranque, prometía un desempeño superior.
La posibilidad de explorar con mejor bravura este caso de acoso y violencia metafísica se abandona por recetas propias del cine comercial que dejan serios vacíos en la narrativa. El pánico en El hombre invisible nace en la mente de Cecilia y de las traumáticas experiencias que ha padecido, pero ni hablar. Así es el abarrote.
Con todo y defectos, El hombre invisible de 2020 es una cinta con un perseguidor incorpóreo en brutal referencia a las causas que provocan las manifestaciones femeninas en el planeta.Es lamentable que su tratamiento final eclipse los atributos de esta película. Son desajustes en el guión que desestabilizan una propuesta valiosa, dejándola en la categoría de irregular.
Invisibilidad: el villano sin cuerpo, pero con el poder de aterrorizar, cubierto por ojos que no ven y corazones que no sienten.
Visibilidad: la víctima cuyos gritos son silenciados por todos, aquellos que la rodean y quienes no quieren verla.
Qué leer antes o después de la función
Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro. La más potente novela escrita en México por una mujer. Esta demoledora crítica a la revolución mexicana y sus consecuencias fue invisibilizada por el establishment intelectual – varones en su mayoría – por la creencia en la participación de la Garro en denuncias y testimonios contra participantes en el movimiento de 1968.
El tiempo, por fortuna, ha devuelto el lugar que entre las letras universales merece Elena Garro, quien jamás pudo levantarse de ese golpe.