Saludamos el debut de Eve Gil en Crónica Sonora
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La cultura es el aprovechamiento social del conocimiento.
Gabriel García Márquez
Dicen que la vocación para el arte es un don perfectible. El talento es producto de trabajar como al barro esa chispa divina, trabajarlo incesantemente, cosa que se complica en un país dónde la educación formal inhibe aspectos clave como la imaginación, la libertad de pensamiento y el interés por actividades que reporten satisfacción espiritual o estética, pero no capital. Son realmente pocos los que corren esta carrera de obstáculos hasta el final, no sin profundas cicatrices. El precio que se paga por ser artista, léase, pintor, fotógrafo, actor, bailarín, escritor, entre otras actividades que exigen estudio persistente y una abnegación que, paradójicamente, conlleva placer; ése que solo el acto creador puede procurar (no me sorprende que Dios haya desplegado el universo en tan pocos días, tomándose apenas un breve descanso), llega a ser demasiado alto.
Aunque es imposible culpar a una sola persona de la situación que sufren actualmente los creadores sonorenses…
Pero si de por sí acoplarnos a las difíciles condiciones para crear de las que disponemos en este país, hasta encontrarle el lado amable al hecho de redoblar esfuerzos, tener, además, que sortear adversidades fruto del capricho de terceros, si bien no nos inhibe ni frena, incrementa las dificultades para llegar hasta el público, nuestra meta natural. Aunque es imposible culpar a una sola persona de la situación que sufren actualmente los creadores sonorenses, es un hecho que los prejuicios generados por la insensibilidad absoluta hacia el trabajo artístico juegan un papel preponderante. Desde siempre ha existido un importante sector de la población que considera que los artistas somos un montón de parásitos, desocupados, que poco aportamos a la economía nacional y por el contrario, le costamos. La sociedad sonorense, particularmente conservadora, tiene muy arraigada esta idea. Nos ven, en el mejor de los casos, como entretenedores, generadores de pasatiempos y de imágenes lindas con las cuales decorar paredes, pero no consideran se trate de un trabajo “de verdad”, y eso se refleja en un trato displicente, muy próximo al desprecio. No han dedicado un minuto de su tiempo a preguntarse cómo es que nos dedicamos a esto, cuánto sacrificio entraña lograr algo cercano a la belleza. Sencillamente no les interesa.
A este inconveniente, para mí el más grave, hay que agregarle el fundamentalismo…
A este inconveniente, para mí el más grave, hay que agregarle el fundamentalismo (no le puedo llamar de otra forma) de algunos seguidores y/o militantes de la 4T. Y antes de que alguien brinque, declaro que soy simpatizante de este proyecto político; que voté por AMLO y he votado a todos los candidatos de MORENA, para todos los cargos habidos y por haber, desde julio de 2018. Por alguna razón que no alcanzo a discernir, quienes nos dedicamos a esto tan incomprendido que es el arte, tendemos, casi por unanimidad, a identificarnos con la izquierda. Ya porque somos soñadores; ya porque creemos en un mundo mejor -que de eso va un poco el arte: de re-crear un mundo con el que no estamos conformes-y para nosotros lo ideal es la justicia, la igualdad, la libertad. Y precisamente porque creemos en una Cuarta Transformación que nos garantiza estas ventajas, y porque el propio presidente, desde su trinchera, ha alentado el noble ejercicio de la libertad de expresión, asumimos que gozamos del derecho a disentir y lo hacemos válido. Es como con los hijos: queremos lo mejor para ellos, verlos triunfar, y por lo mismo cuestionamos sus decisiones o hacemos lo posible por evitar que arruinen su vida. Los criticamos constructivamente. El fundamentalismo nada tiene de amoroso, por el contrario, genera odio. Que “el amor es ciego” no debe aplicarse, por ningún motivo, en Política, donde es preciso que el amor alcance la maduración que se precisa para advertir los defectos humanos del objeto de ese amor, metafóricamente hablando. Dejarse la venda puesta es insano e irracional, puede llegar a ser mórbido, como es el caso que nos ocupa.
Los fundamentalistas de la 4T, que le hacen a esta mil veces más daño que las necedades que pudiera argumentar la oposición, apoyan ciegamente a una funcionaria cultural, por el simple hecho de ser ella misma una fundamentalista del mismo partido, incapaces de advertir -incluso, viendo- cómo ella hace efectiva la más vil de las prácticas que pueden ejercerse contra los creadores: la censura. Más aún: el apartamiento, la estigmatización, la proscripción. Celebran que deje fuera de la vida cultural de Sonora a creadores profesionales y apreciados a nivel nacional e internacional por el simple hecho de no concordar con su forma de proceder, a todas luces, arbitraria, autoritaria y visceral; incitada, acaso, por conceptos arcaicos respecto a la función del arte en un contexto de izquierda, que no es, en lo absoluto, la que rige al resto del país. Para esta señora, el arte debería formar parte de un aparato ideológico y propagandístico, legitima solo a quienes están de acuerdo con esto y la respaldan ostensiblemente en redes sociales, al tiempo que repudian a quienes consideramos que cerrar museos, desmantelar orquestas, abandonar escuelas de arte y ejercer censura, atenta contra los más elementales derechos humanos de los artistas, asimismo ciudadanos y contribuyentes.
La directora de una de las instituciones más discretas que componen el tejido gubernamental del Estado exhibe una actitud dictatorial comparable a la de históricos tiranos, casualmente, artistas frustrados que enfocaron su odio en aquellos que lograron sobresalir en su profesión, porque la fulgurante trayectoria literaria de la susodicha, engrosada hasta el oxímoron, forma parte del de la más pura ficción; lo mismo que “la obra” de escritores perfectamente desconocidos que firman a nombre de asociaciones fantasma, sin más miembros que ellos mismos, en apoyo a su persona, porfiando, goebbelianamente, en volverla víctima de una campaña de desprestigio, asimismo ficticia, a menos que la crítica constructiva sea discriminatoria y una falta de respeto; o que las mujeres estén exentas de observar las leyes, especialmente la de telecomunicaciones, muy clara respecto al arbitrario cierre de museos, así como del cumplimiento de su deber, en su calidad de servidora pública, de escuchar y atender a los contribuyentes.
El Instituto Sonorense de Cultura ostenta un letrero que reza así…
El Instituto Sonorense de Cultura, por hoy, ostenta en su portón un letrero invisible pero muy carnal que reza así: “Malditos los que no comulguen con nuestra ideología y no estén de acuerdo con todas nuestras imposiciones”. El que se vea a esta señora rodeada en su mayoría por pseudo artistas que han visto en un respaldo sin cortapisa a todas las afirmaciones y disposiciones de la señora, por descabelladas que sean, su última oportunidad para figurar sin tener que trabajar como hacemos todos los demás, se vuelven cómplices de la injusticia contra quienes verdaderamente han puesto en alto el nombre de Sonora y ahora deben mantenerse al margen, sin atreverse siquiera a pasar por enfrente de la casona que alberga las oficinas de la cultura institucional del Estado. Todo lo anterior es una flagrante contradicción con la pretendida vocación humanística de dicho organismo. No creo estar exagerando cuando, tras reflexionar sobre esta situación, me viene a la mente la imagen de Milan Kundera con su uniforme sepia de barrendero, castigado por ser intelectual y escritor, en la primaveral Checoslovaquia comunista de finales de los 60. A nosotros se nos castiga y aísla por expresar nuestra inconformidad. No se nos escucha. No se nos quiere ni ver. Somos, oficialmente, unos parias al simbólico filo del nácar con que mutilaron a Hipatia.
Quienes realmente desean la consagración de la 4T como un camino viable de gobernabilidad y bienestar, empiecen por quitarse la venda de los ojos: lo que está pasando en Sonora, y que ha trascendido a nivel nacional, nos está haciendo mucho daño a los creadores, pero, sobre todo, a quienes votamos por dicho proyecto con el pecho henchido de esperanza y las mejores intenciones.
Yo, al menos, confío todavía y espero, como en otras ocasiones en que no he sido defraudada por el hombre por quien voté, una enmendadura…un abrazo de consuelo para quienes, de alguna manera, hemos sido abandonados por el simple hecho de disentir.
Tortura de Hipatia de Alejandría, grabado anónimo de 1876, tomado de National Geographic