Ciudad de México.-

Estos días terribles hemos asistido al agravamiento de una descomposición moral y social que venía dándose desde hace décadas pero que ahora, como nunca, logró sacudirnos y hacernos salir de nuestro letargo y de nuestra indiferencia para reaccionar y plasmar nuestra indignación de diversas formas no sólo virtualmente sino también afuera, en las calles, las cuales han sido tomadas por diversas organizaciones civiles exigiendo justicia para sus causas. 

Los hechos de violencia en diferentes partes del país cometidos por células del crimen organizado, los feminicidios y los infanticidios como los de la niña Fátima y los de Ingrid Escamilla, han provocado la ira de muchas mujeres y hombres (no machos) quienes exigen justicia, cambios radicales en las leyes y en la procuración y aplicación de las mismas, pues lo que hemos visto es una falta de interés absoluta ante los crímenes y la violencia de género.  Cuando las víctimas acuden a los ministerios públicos a presentar una denuncia se enfrentan a un viacrucis aún más terrible, el de la burocracia, la ineptitud y la indiferencia.

Y no sólo en cuanto a lo judicial se refiere. El poder ejecutivo, el presidente mismo, parece desdeñar los feminicidios y la violencia de género faltando a su palabra de hacer justicia a los que siempre se les ha negado, y en vez de ello acusa a las políticas neoliberales y a sus predecesores de ser los responsables y de querer desprestigiar a su gobierno.

Sí, es verdad que su gobierno ha heredado corrupción, descomposición social, impunidad y muchos otros males, pero él viene proclamando la cuarta transformación del país justamente combatiendo esos problemas y recurriendo a todo el aparato de justicia para tal efecto. ¿Por qué no lo hace? ¿Por qué, al igual que todos sus predecesores, hace lo mismo? ¿Por qué no enfrenta al crimen de raíz y lo debilita como prometió? ¿Por qué ahora dice “abrazos no balazos”,  a las familias de las víctimas y a la gente que votó por él porque creyó en su proyecto de “transformar” a México en un país donde reinaran la paz, la igualdad y la justicia? ¿Por qué no acepta que se le juzgue ni se critique y acusa a quienes lo hacen de ser sus enemigos y los de su gobierno? ¿Por qué desvirtúa los movimientos sociales legítimos que claman por justicia?

Yo tengo una teoría propia. El presidente no tiene la menor idea de lo que es gobernar un país. No entiende que la política se trata de crear alianzas con grupos diversos que no necesariamente sean criminales o corruptos, sino empresarios, políticos de otros partidos, organizaciones civiles, accionistas, inversionistas extranjeros, etcétera.

Y no tiene idea porque durante casi la mitad de su vida se ha dedicado a hacer proselitismo y porque cuando gobernó la capital del país incluyó sólo a miembros de su partido y les concedió cargos altos en su administración (Sheinbaum, Ímaz, Padierna, Bejarano, Batres) y todos recordamos la corrupción y la impunidad de algunos de estos personajes. Los videos están ahí para quienes quieran verlos. ¿Es eso ser un gobierno de izquierda? ¿En qué se diferencia de uno de derecha? En nada. Salvo en el discurso y en los colores. El PRD era amarillo y negro y el PRI rojiverde.

López Obrador, como muchos otros líderes y gobernantes, tiene la idea de que gobernar es mandar, dar órdenes, hacer la voluntad propia, ejercer el poder absoluto. Y eso es justamente lo que está haciendo. Quiere acaparar los reflectores (por eso la mañanera), tener el control de todo, descalificar frente a las cámaras a sus “enemigos”, la “prensa fifí”, es decir, a cualquiera que lo cuestione o critique. Es un Maduro disfrazado de Mesías.  Alude al Evangelio y se compara con Cristo. Parece querer convencernos de que Él es el único camino hacia la “salvación”.

Él, al igual que el resto de los presidentes de México, se olvida que es un servidor público. Que está para servir y para atender las demandas de sus gobernados. Que quienes le dieron su voto lo hicieron justamente porque él prometió hacer justicia y ser intolerante a la corrupción y a la violencia. No lo está haciendo. Y no sólo eso, sino que, además, se está burlando de quienes se lo exigen. Se ríe en sus caras. Se mofa con su sonrisita cínica. Igual que algunos de sus seguidores en las redes quienes, ante cualquier señalamiento a su mesías, lo único que hacen es poner un emoticón riéndose a carcajadas. Y lo hacen porque ellos también son cínicos y además, ignorantes. No tienen argumentos con qué defender a su máximo líder y por eso, al igual que él, se ríen, se burlan y descalifican a todos los que lo criticamos. Y conste que dije “algunos”, pues conozco personas críticas, inteligentes y serias que votaron por un cambio y creyeron en él y que ahora están profundamente decepcionadas, desconcertadas y arrepentidas. Hasta ahí llega su capacidad de debate. Una sonrisa burlona y la acusación a los que no estén de acuerdo con su proyecto. 

Y por cierto de proyecto, ¿Cuál es el de AMLO? ¿Cuál es su estrategia en materia de seguridad, de combate a la corrupción, de impartición de justicia y de desarrollo económico? Ninguna. Hasta hoy, muchos ciudadanos nos preguntamos, como dicen los jóvenes, “¿Qué plan?” Y nos quedamos perplejos ante la falta de alguno. AMLO carece de planes y proyectos porque no ha sabido crear equipo con los expertos, sean del partido que fuesen. A ellos también los considera “fifís” y, por lo tanto, enemigos.  Se ha reunido por lo bajito, discretamente, con algunos empresarios que están dispuestos a invertir en sus proyectos (tren maya, refinería, Santa Lucía) pero sólo con ellos. A los demás los ha desairado. Pertenecen a la vieja élite y “fúchila, guácala”. 

Ha negado el diálogo a organizaciones campesinas, obreras, a familiares de las víctimas del crimen (como a los de la caravana de Sicilia y Le Barón), ha recortado presupuesto en salud, educación, investigación científica y tecnológica, guarderías, pensiones, en fin. Ha castigado duramente a los más vulnerables y en cambio no lo ha hecho con los criminales y a ex funcionarios corruptos (muchos de los cuales, por cierto, son ahora parte de su gabinete).

¿De qué se ríe AMLO? La suya parece ser la sonrisa burlona y cínica de triunfo ante sus adversarios políticos y yo creo que sí lo es. Nosotros, la sociedad civil, no reímos. No hay motivo para reír. Los crímenes van en aumento, la impunidad impera y la corrupción no se acaba. La educación está de nuevo secuestrada por el sindicato más corrupto de todos y los pocos avances logrados en administraciones anteriores no sólo en educación sino en salud y bienestar social, se están yendo por el caño.

La sonrisa mañanera de AMLO es la de un ser resentido, rencoroso, vengativo y cínico. Es una sonrisa que da miedo.

Teresa Padrón Benavides

Sobre el autor

Teresa Padrón Benavides (Matamoros, 1967) es Licenciada en Traducción por la UABC, casi Licenciada en Letras Inglesas por la UNAM y próximamente Licenciada en Literaturas Hispánicas por la UNISON.

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1 Comentario

  1. Comparto las preocupaciones, preguntas y críticas de Teresa Padron. Todo mal y sigue en campaña, hace uso hasta de un discurso religioso, pueril, con tal de justificarse.

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