Miro mi reloj de muñeca. Llevo quince minutos apreciándola. Es una mujer hermosa, de un cuerpo esculpido a detalle. Adornada con un vestido rojo carmesí, su piel blanca y delicada resalta de una manera delirante. Tengo la sensación de que si unas manos bruscas la tocan, harán estragos en una piel tan tersa. No, ella …
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