Grandes fantasmas recorren la ciudad. Son muchos quienes los han visto. Otros más han escuchado de las víctimas los más terribles testimonios. Hay voces que viven para contarla. Los espectros de la inseguridad, el crimen y el miedo espantan el sueño. Datos de las agencias gubernamentales son percepción y son realidad: en 2016, Hermosillo y Cajeme han aparecido en la lista de las 50 ciudades con más homicidios en México. Nuestra capital es la número 24, Ciudad Obregón ocupa el lugar 19.

 

Además, apenas en julio pasado, Hermosillo abrió los ojos al descubrir que si se capturó a un proxeneta que manejaba desde el centro de la ciudad una activa y próspera red de prostitución infantil, es porque no es el único harem, es porque hay más. Y desde hace tiempo.

 

El reestreno de Taxi Driver, a cuarenta años de su lanzamiento, llega a nuestra pantalla con devastadora precisión.

 

En 1976, Taxi Driver fue un evento cultural. La cinta dirigida por Martin Scorsese, presentó en la moldura del mejor cine negro, el mórbido retrato de “el solitario de Dios”.

 

Esta es la historia de Travis Brickle – interpretado por un soberbio Robert De Niro – un ex combatiente de Vietnam que decide vivir su insomnio como taxista, manejando el turno de noche.

 

Travis nos habla desde la primera persona, desde el primer momento: “All the animals come out at night. Whores, skunk pussies, buggers, queens, fairies, dopers, junkies, sick, venal. Someday a real rain will come and wash all this scum off the streets”.

 

Brickle, guardián en el centeno, enfrenta el rechazo de las personas que le interesan: Betsy (Cybil Shepard), activista demócrata, a un tiempo ángel y femme fatale, Wizard (Peter Boyle), veterano chofer incapaz de ver o comprender la transformación de Travis y, por supuesto, Iris (Jodie Foster), la prostituta de 12 años en apariencia conforme con el destino que le ofrece su alcahuete, Sport (Harvey Keitel).

 

El descenso al infierno provoca un dramático climax donde la sangre derramada será la lluvia que Brickle ha anhelado. El espectador ha sido advertido en el instante en el que rompiendo la cuarta pared, Travis nos increpa: “Are you talkin’ to me?  You talkin’ to me?  You talkin’ to me? Well, I’m the only one here. Who you think you talkin’ to?”

 

No hay reversa. La música sombría y melancólica de Bernard Herrmann describe a la perfección a uno de los personajes más complejos en la historia de la cinematografía. La partitura de Herrmann nos hace pensar en Hitchcock y en el suspenso que esta cinta consigue. ¿Norman Bates? ¿Holden Caufield? ¿Patrick Bateman? No, señor: Travis Brickle.

 

Quizás la primera referencia para Taxi Driver es Sed de mal (1958), de Orson Welles; sin duda de Welles, Scorsese aprendió el virtuosismo que ejecuta en su climático plano secuencia en el lupanar de Sport. Y aunque la fotografía de Taxi Driver presenta noches de ronda oscuras y perdidas en Nueva York, el urbanismo que ha retratado es el mismo de nuestras ciudades. Una postal amenazadora, actual.

 

Por eso es posible reconocer en Taxi Driver la piedra de toque para cineastas como Brian de Palma, Oliver Stone y Quentin Tarantino.

 

Taxi Driver apareció por vez primera en un momento político especial. En 1976 los Estados Unidos se encaminaban a la elección presidencial posterior al escándalo Watergate. La cinta recuerda entonces el atentado contra George McGovern, candidato demócrata en 1972 y, sin proponérselo, anticipa que sufrió Ronald Reagan, en 1981. Éste último inspirado, por cierto, por Jodie Foster.

 

Resulta inquietante que la única secuencia íntima, de amor, suceda entre Sport (Harvey Keitel), el proxeneta, y Iris (Jodie Foster), la joya de su corona. Al ritmo del sax de Herrmann es posible descubrir que el amor, aunque corrupto, sigue siendo amor. Y que es necesario ser un poco canalla para admitirlo.

 

No. No hay nostalgia posible en el reestreno de Taxi Driver en Hermosillo. Sus elementos y personajes están aquí. Pornografía de acceso inmediato, idolatría por las armas, explotación sexual en todas sus expresiones, relajamiento social, autodefensas civiles en los barrios, indiferencia o incapacidad de las autoridades y una ciudad que ya no duerme.

 

Cuarenta años después, Travis Brickle regresa a Hermosillo. Y me temo que está más alerta que nunca.

 

Taxi Driver. Director: Martin Scorsese. Guión: Paul Schrader. Fotografía: Michael Chapman. Música: Bernard Herrmann. Con: Robert De Niro, Cybill Shepard, Jodie Foster y Harvey Keitel.

 

Por Horacio Vidal

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Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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