Abigael Bohórquez abandonó su natal Caborca y Sonora para hacer vida en la Ciudad de México (antes Distrito Federal), poeta multigalardonado en vida, ganador de Juegos Florales y concursos, promotor de la lectura y de la poesía coral regresó a Sonora a pasar sus últimos años, a editar libros y sembrar la semilla de una voz poética que sigue siendo cultivada y estudiada.
Su voz y su presencia eran como soles que deslumbran e incomodan a quienes prefieren las penumbras de las violencias cotidianas y sobre entendidas, y como el sol su poesía explora y purifica los rincones del alma en la ternura, el amor, el deseo y también la ira, el dolor, la resistencia justiciera y la tristeza.
Carlos Pellicer le dedica poemas, Efraín Huerta y Salvador Novo lo reciben amistosos, no estamos pues hablando de un poeta aislado o marginal como quisiera la leyenda romanticona sino de un creador pleno poco dispuesto a hacer concesiones sobre su vida o su obra para avanzar en la carrera por los honores y las plazas.
Mónica Luna presentó el lunes 26 el documental Las Insumisas Transparencias con testimonios de la vida y obra de Abigael Bohórquez, mientras que el martes Jorge Ochoa, Ana Álvarez, Venecia López y Ricardo Solís presentaron el panel Poetas dialogan con el poeta.
El miércoles 28 Gerardo Bustamante y Raymundo Fraustro presentaron la conferencia-recital-espectáculo-teatral-biográfico Canción de amor por Abigael Bohórquez, para no estar tan solos. Con una lectura dramatizada a dos voces de algunos de los poemas más entrañables del caborquense, alcatraces, claveles y otras flores para el público entregados en un frenesí que incluýó un desnudo final que a Abigael le hubiera encantado ver.
Ya en la plaza un par de amigas platican a gritos (¿De qué otra manera podría ser en el FAOT?):
-¿Qué tal estuvo la conferencia?
-Muy buena, hasta se embichó un hombre, tú…
– ¿Y estaba bueno, siquiera?
-Buenísimo, me dieron ganas de robármelo pa´llevármelo al Henequén. (Ejido El Henquen, Municipio de Cajeme, a la orilla de la carretera).
No dijeron mucho de la poesía pero podemos estar seguros que al menos el espectáculo puso un poco de calor en sus vidas y un poco de luz en su aurora como dice la canción de Agustín Lara.
La asilvestrada vida cultural local oscila entre esa receptividad y apertura de la señora de El Henequén, intentos gazmoños de censura y una pretensión clasista mal disfrazada de elitismo o de populismo.
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En el Teatro Romeo Gómez Aguilar, de Navojoa, fui a ver el jueves el concierto de Christian Märkle Hirata que tantos elogios despertó en la función deÁlamos, efectivamente el muchacho es un superdotado y está llamado a grandes cosas por su talento, su entrega y disciplina y su buen juicio para elegir maestros como Pedro Vega, el homenajeado de este año.
La función muestra la debilidad de varios de los supuestos de la gestión municipal de la cultura, ya que el inmenso auditorio (tiene capacidad para 854 personas) recibe varios grupos de niños y maestros de primaria, que apenas saben dónde sentarse, que se levantan, preguntan, platican, tiran papeles y hacen cosas de escolares en excursión. Afortunadamente se los llevan en el intermedio.
Los adultos lo hacen solo un poco mejor, algunos de los hombres van de saco traje oscuro, algunas de las mujeres de vestido de coctel y peinado de salón aprovechan el display que se ha instalado en el lobby para tomarse la selfie del recuerdo. Ya en el concierto se aburren y sacan la bolsa de frituras mientras Christian toca Schubert o la sonata de Muzio Clementi.
En el foro las cosas tampoco son perfectas, a los acabados del teatro se le notan los años de descuido desde su inauguración en 1985, han puesto bocinas, las omnipresentes megapantallas de esta edición del FAOT y luces. Y una de las modernísimas luces decide descomponerse y el motorcito se traba y hace ruido hasta que el jefe de foro decide desconectar toda la línea.
El público medio se emociona medio se aburre y aplaude en los momentos inadecuados, toma fotos del solitario pianista en el inmenso escenario o intenta grabar con sus smartphones… y es que formar públicos no es solo llevar conciertos de calidad una vez al año, o trabajar con los niños en las escuelas asociadas de iniciación artística.
Lo que demuestra el estado del teatro de Navojoa y de su público es que la infraestructura por si sola nunca es suficiente si no hay una inversión constante en programación adecuada para el espacio cultural y una política cultural clara que identifique las necesidades o aspiraciones del público y vaya educando el gusto e informando la afición.
Cada presidente municipal quiere un teatro y un festival anual y una presentación de la Orquesta Filarmónica de Sonora, pero ni hablar de nuevo mobiliario para la biblioteca pública, capacitación ara los maestros de la casa de la cultura o gasolina y honorarios para mover artistas en las poblaciones rurales. En esas cosas no hay placas que develar, ni foto, ni licitaciones millonarias.
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En los últimos días el FAOT acelera el paso como corredor en sprint, el viernes se presentan el embajador de Ucrania que agradece el apoyo mexicano a la independencia de su nación y aprovecha para denunciar la ocupación rusa de su territorio, solicita el apoyo y recibe un sonoro aplauso. México era el penúltimo país en conocimientos geográficos hasta que Estados Unidos mejoró unas décimas y nos envió al sótano de las encuestas, me pregunto cuántos de estos nuevos aliados de Ucrania podrían localizar el país en un mapa o mencionar el nombre de su capital, ya no digamos el de su presidente.
En fin, gracias a la cooperación internacional y la hermandad de los pueblos disfrutamos de un concierto con un bajo-barítono en la flor de sus facultades que impresiona con los registros de una voz dotada y bien educada con algunas piezas que habíamos oído el domingo en la entrega de la medalla Ortiz Tirado.
Luego vino Carmina Burana, que es un poema sinfónico, no es una sinfonía con tres movimientos, no es un oratorio generalmente con tema sacro, sino una pieza con cantantes solistas, coro y orquesta. Los textos en latín hablan de borracheras (in taberna quando sumus…) de un pobre cisne que añora su blanco plumaje mientras se ve chamuscado ante un grupo de borrachos hambrientos, de amores inconstantes y de la diosa Fortuna, voluble como la luna que cambia cada noche… la Orquesta Filarmónica de Sonora mejora en cada función y esta vez sonó extraordinaria bajo la batuta de Joshua Bavaro, quien también dirigió la orquesta en la función del sábado 23 con el galardonado Guillermo Ruiz.
Del concierto de cierre con Giuseppe Filianotti solo queda decir que fue una demostración de buena voz y carisma con este público al que le gustan las arias, las operetas y las romanzas de zarzuela. Lo cual no es malo a menos que querramos tener otro, uno que no hemos formado en 32 años de festivales, subsedes, foros alternos y una esquizofrénica mezcla de recortes y derroches presupuestales que lo son porque no queda claro si este festival sirve para proyectar a los artistas regionales, para atraer turismo con espectáculos gratuitos, para formar y complacer a un público local (quizá más del 80% de los sesenta mil asistentes al festival nunca vieron un espectáculo completo), para el lucimiento de la élite política local o para que Sonora aparezca en las secciones culturales de la prensa nacional y no solo en las notas policiacas.
No se pueden alcanzar metas si no se tienen objetivos claros y después de 32 años el FAOT sigue huyendo hacia adelante, creciendo en programación, en asistentes, en consumo de cerveza y en presupuesto y próximamente en subsedes sin que defina sus dilemas iniciales como el rol de la población local, los artistas regionales, lo popular, lo folklórico, lo nuevo, lo tradicional, lo indígena y lo culto/orquestal en el programa y en la distribución de los escenarios y de los dineros, no solo en esta semana intensiva sino durante todo el año, que Sonora y el público existimos los 366 días de este año en 70 municipios y muchísimas localidades más.
Por René Córdova
Fotgrafía de Alejandra Platt
Un panorama vívido que proyecta con mucha claridad al falta de bases institucionales del FAOT, y, lamentablemente, de la política cultural nacional en su conjunto. Quizás René, la diversidad de «opciones» que ofreces como «metas» no es tanto producto de tu inquietud periodística y política, sino la explicación más sincera y racional. ¡Felicidades por la experiencia!