Una batalla del recuerdo: ¡Ting, ting! Suena la campana.

Con un pizarrón verde cenizo, tres o cuatro gises y un montón de chamacos de huesos de frijol parados con maíz, acompañados solamente de mocos y lagañas, el profesor Benito era capaz de invitar a sus pupilos a dar un paseo más allá de la luna en su rudimentaria nave construida de puros números.

 

En la actualidad: ¡Ting, ting! Suena la campana.

Con un auditorio-nación a reventar y un ring en medio de todos los gritos y alharacas, el anunciador tranquilamente sube al cuadrilátero y con su gran voz de presentador dice: ¡Damas y caballeros! Con un record de bastantes países masacrados en su haber, con millones de espíritus hechos polvo por el poder de sus manos, con algunas montañas de dinero guardadas en su hogar! Desde la cuna de la monarquía, desde la Revolución industrial, desde el inicio de la avaricia, las presidencias nacionales e internacionales… Damos la bienvenida a él más grande campeón de todos los tiempos… Damas y caballeros! El empresario número uno, el amo de los recursos materiales, el más hábil destructor de espíritus. ¡Eeeeeel Faaaantasmaaa deee Pavlovvv!

 

¡Ting, ting!

En la otra esquina, con un record de casi veinte años estudiando, algunos libros leídos, gastritis, diabetes, problemas de hipertensión arterial, preocupación y varios sueños de educación. Desde el fin de la ignorancia, desde la cuna de los campesinos y obreros, desde el pueblo que pide justicia, libertad y que busca despertar… ¡Damas y caballeros! Damos la bienvenida al campeón sin corona menos reconocido… ¡Eeeeel Maaagisteeeerioooo!

 

El referi sube al cuadrilátero, llama a los dos peleadores al centro y les explica las reglas  diciendo: «No se permiten los golpes al hígado del bolsillo, cuchilladas por la espalda, chantajes, venenos y/o armas tecnológicas». Los peleadores se saludan a pesar de su odio y suena la campana.

 

¡Ting, ting! Primer Round

Ambos pugilistas empiezan a estudiarse, mueven sus piernas y observan las debilidades de su adversario. El primero en atacar es el Fantasma de Pavlov, el cual lanza un cruzado de derecha con el cual le exige al Magisterio a entregar diez formatos nuevos por semana. Al sentir el poder de los puños del Fantasma el Magisterio retrocede y piensa en sus deudas personales. Al observar esta debilidad, el Fantasma de Pavlov no duda en propinarle un gancho al hígado de su bolsillo, cambiándole su sueldo y alterando algunas de sus prestaciones. Sin saber qué hacer, el Magisterio queda a merced de una andanada de golpes a su espíritu. Izquierdas y derechas llegan a su rostro e incrementan la pobreza en su sociedad y como consecuencia los padres de familia son ahuyentados de un posible trabajo en equipo para beneficio de sus hijos.

 

¡Ting, ting! Acaba el primer round. Los peleadores van a sus esquinas a descansar y a escuchar la sabiduría de sus entrenadores. La Avaricia y la Maldad entrenadores de cabecera del Fantasma de Pavlov, le aconsejan que no perdone a su rival, que le corte de inmediato cualquier posibilidad de recuperación o de toma de conciencia. Quienes fungen como entrenadores del abatido Magisterio son un niño de siete años y la Confusión. El niño le recomienda que sea valiente, que despierte y recuerde por qué es el gran Magisterio. La Confusión le advierte que tenga más cuidado, que más vale que se adapte al estilo agresivo del Fantasma si no quiere quedar noqueado.

 

Segundo Round

De nuevo los dos peleadores se encuentran estudiándose y moviéndose en el centro del ring. De pronto, el Magisterio tiene una chispa de lucidez y recuerda las sabias palabras de su entrenador niño. Rápidamente motiva a que uno de sus alumnos escriba un cuento sobre la amistad y que este mismo lo narre en una ceremonia de políticos federales. Con esta nueva respuesta el Fantasma de Pavlov queda un poquito aturdido pues una migaja de alma que le resta en su cuerpo es sacudida por este golpe. Para desgracia del Magisterio, el Fantasma de Pavlov se recupera de prisa, lanza un jab y un uppercut creando nuevas formas de supervisarlo y minimizarlo a través de consejos técnicos, otras papelerías y gráficas para evaluar su calidad de obrero confundido.

 

El Magisterio, al sentir que sus piernas se doblan y que está al borde del nocaut, opta por abrazar al Fantasma para no derrumbarse. Al hacer evidente su vulnerabilidad y su gran necesidad de tener un trabajo, el Fantasma de Pavlov se aprovecha y le propina un gancho a la mandíbula de la libertad quedando casi listo para caer en el regazo del nocaut. ¡Ting, ting!…Termina el segundo round

 

En la esquina del Magisterio el niño entrenador le dice claramente que tiene que despertar, que su calidad de madre, de padre, le pueden ayudar a esquivar los golpes y a no ser seducido por los espejismos de la burocracia. Que esté alerta, porque de no ser así lo van a noquear de manera absoluta. En la esquina opuesta el Fantasma de Pavlov hace gárgaras de agua tranquilamente mientras la Avaricia y la Maldad le dan sus respectivos masajes.

 

Tercer Round

Con sus cejas del alma destrozadas, su hígado del bolsillo lastimado y unos hilos de sangre de verdad descendiendo por su nariz, el Magisterio hace un esfuerzo sobrehumano por ponerse en pie y logra levantarse para seguir en la batalla. El Fantasma de Pavlov se le acerca alevosamente y tratando de finiquitarlo le propina otra andanada de izquierdas y de derechas otorgándole otros veinte formatos que entregar cada fin de mes. Casi al final del round y observando un aula borrosa, el Magisterio recibe un terrible uppercut que le dice que si no acredita una nueva evaluación que se aplicará al finalizar ciclo escolar simplemente quedara despedido. ¡Ting, ting! Termina el tercer round.

 

Tambaleándose, con el cuerpo y su alma destrozada, el Magisterio logra milagrosamente regresar a su esquina. Su entrenador, el niño de siete años que cree en sus capacidades le dice efusivamente: «Agarra aire, respira, piensa, no te dejes vencer que tú eres uno de los pocos que puede derrotar a este monstruo».

¡Ting, ting!

 

 

Por Francisco Escalante Téllez

Ilustración de Momo

Sobre el autor

Francisco Escalante Téllez es psicólogo y narrador. Originario de Huatabampo (1976) con residencia en Hermosillo desde 1998. Terapias: franescalantte@gmail.com

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