Hermosillo, Sonora.-

Esta tarde, estudiantes de la Universidad de Sonora boicotearon la conferencia «Matrimonio igualitario y la ley: ¿de qué manera nos perjudica el matrimonio igualitario?», convocada en el marco del Congreso Internacional de Evangelismo y Apologética, a celebrarse en el Centro de las Artes de la citada Unison. Su argumento, según reportó Libera Radio, fue lapidario: «Los derechos humanos no están a discusión».

Minutos antes del evento, este reportero recibió el flyer-invitación, el cual incluía en letras de buen tamaño la interrogante: «¿Quién tiene la verdad?». Órale, qué traerán en la bola estos evangélicos, me pregunté, y agradecí la apertura expresada en esa línea. Por desgracia, en ese momento me encontraba vendiendo suscripciones y me fui por el lado del dinero, maldito dinero. (Adquiere una suscripción: https://www.cronicasonora.com/suscripciones/)

Más tarde, supe que la conferencia había sido boicoteada y veía con asombro las violentas celebraciones en redes: «qué vergüenza de universidad», «que discutan pero no en una universidad pública (¡sic!)», «de ninguna manera lo íbamos a permitir» y así por el estilo. Muchos de estos chavales -y otros bien talegudos ya- apelaban al carácter laico de la universidad, confundiendo la magnesia con la gimnasia: una cosa es que se prohiba cualquier confesión religiosa en su política educativa (léase currícula), y otra muy diferente es prohibir la difusión y discusión de ideas. ¡¡Hello, esto es precisamente la universidad!! Por lo demás, el Centro de las Artes es un espacio que se renta al mejor postor: por ahí han desfilado buenos y malos, regulares y peores, priistas y morenistas.

Yo supongo que de ejercer la docencia, estos defensores de la diversidad sexual callarán ipso facto al primer estudiante que se atreva a expresar su desacuerdo en la materia. Y aun más, lo sacarán de clase. Esto porque «la educación es laica» o porque «los derechos humanos no se discuten»… Pues les tengo malas noticias, muchachos, en eso consiste precisamente la democracia, tan imperfecta como tú o como yo. Si quieres que los demás piensen como tú, discute con ellos, remátalos con argumentos y estadísticas, pero no les niegues el derecho a debatir. Y ponte abusado porque tú también puedes ser persuadido y, dios no lo quiera, cambiar de bando en cualquier momento.

A propósito de bandos, yo también defiendo la libertad de amar sin fronteras y la lucha por su reconocimiento en todos los Estados del planeta. Me encanta que la gente se bese y agasaje en la vía pública, llámense bugas o gais, que se expresen sabrosa y descaradamente. Que tengamos, pues, libertad de expresión a lo bruto, trátese de arrumacos o postulados. Lástima que este día hubo más ganas de censurar… Otra oportunidad perdida para la construcción de una democracia deliberativa. Una más.

Por Benjamín Alonso

El flyer de marras

Sobre el autor

Premio Nacional de Periodismo 2007. Director de Crónica Sonora. Escríbele a cronicasonora@gmail.com

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8 Comentarios

  1. «¿Quién tiene la verdad?» Una pregunta con la generosidad estructural de arrebatarle cualquier intención retórica (¡dicho ésto en el sentido peyorativo, no clásico!) al mejor pastor, si se tiene la voluntad.

  2. La verdad el autor de este texto está un poco desinformado de cómo funciona la libertad de expresión. El derecho a la libertad de expresión no puede ir en contra de los derechos de las personas, como dice la Constitución Mexicana, ninguna persona puede ser objeto de discriminación ya sea motivo de raza, género, etc. El discurso de odio en contra de las minorías sexuales no puede de ningún modo entrar en esa dinámica. No es que «no me guste» su opinión, sino que atenta contra la integridad de un colectivo. Espero que esto sirva para empezar un debate sobre como no mal utilizar el concepto de «libertad de expresión».

  3. Entre otras cosas, vivir en una democracia implica aceptar la discusión y difusión de ideas y costumbres que no aceptamos y que hasta pueden parecernos repulsivas. Tenemos todo el derecho a criticarlas, rebatirlas y, si queremos, burlarnos de ellas. Pero no podemos impedir, y menos a través de la fuerza, que otras personas las defiendan e impulsen. Lo otro es fantasear con unanimidades, intereses incuestionables, sujetos históricos infalibles y certezas inapelables que ya sabemos a dónde conducen.

  4. La libertad de expresión no es irrestricta. Como bien menciona alguien arriba, no puede ir «en contra» de ciertos derechos. La cosa es que no existe en una democracia (ni puede existir) una línea nítida que separe la libertad de expresión de la discriminación. Tampoco es fácil determinar siempre cuándo los discursos van «en contra» de los derechos. No basta con insultar u odiar para invocar los límites de la libertad de expresión. Según el artículo cuarto de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, la discriminación es una distinción, exclusión o restricción que basada en ciertas características (origen étnico o nacional, sexo, opiniones, preferencias sexuales, etc.) tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas.» La segunda parte del enunciado es crucial: el discurso debe tener como efecto el impedir el ejercicio de ciertos derechos. Debe haber un nexo causal comprobado entre esos discursos y la obstaculización del ejercicio de los derechos de la persona ofendida. Por eso se prohíben, por ejemplo, las incitaciones a la guerra, al odio nacional o a la violencia. Pero ¿una discusión académica (del nivel que se quiera) tiene ese efecto? Otro punto interesante es dirimir si hay o no «derechos colectivos» que se ven afectados por ese discurso (la mayoría de los teóricos del asunto sostienen que los derechos son de personas, de individuos, no de colectividades). En fin, que es un buen tema de discusión.

    1. Y efectivamente, hay límites a la libertad de expresión. Además de las incitaciones que mencionas, hay otros actos tipificados como delitos: la calumnia y la difamación son dos de ellos. De lo cual, por cierto, se vienen enterando algunos activistas de la localidad por experiencia propia. ¡Aguas!

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