Hermosillo, Sonora.-
Mi primer referencia de Javier fue en una borrachera. Posterior a una exhibición de arte, por supuesto. Era en casa de Montoya y se amanecieron discutiendo sobre arte, política y otros grandes temas. Hará doce años de eso. El segundo encuentro fue peor: en casa del Emilio, tres de la mañana, yo zapateando y él arengando: «¡Eso! «¡Essso!». Meses más tarde nos hicimos amigos de Facebook y comenzó una relación epistolar, a la manera de las relaciones epistolares de siglo XXI. Las notas que siguen son producto de esa relación.
Fotografía antigua
En 2015, en el marco de un diplomado sobre historia y conservación de la fotografía, tuvo lugar una exposición de foto antigua en el Instituto Sonorense de Cultura. Javier la visitó y me escribió:
«No hay forma que no quedes seducido con las fotos antiguas. Sólo tuve un pero, o dos, en el montaje. Los viniles me parecieron excesivos y las cédulas. Es cosa de la exposición misma. Muy importantes las fotos. Viniles y textos deben subordinarse. Ser discretos».
Ya embalado, confesó:
Arte prehispánico
«Me regreso a Tijuana»
Patrimonio histórico y cultural
El tiempo
En nuestras últimas charlas asomó el asunto del tiempo.
«Date cuenta de la gente que está en los puestos relacionados con la cultura. Está muy jodida la situación. Yo preferí alejarme. Para mí el tiempo es sagrado, y pierdes mucho tiempo con gente tonta. En la medida que cumples años el tiempo se vuelve un gran capital que no puedes desperdiciar».
«Estoy administrando mi decadencia y no quiero tener a nadie al lado. Me la paso en el jardín con los gatos, leyendo y tomando vino».
Francia
Fueron tres años de correspondencia digital. Siempre hablando de la cosa cultural, de la identidad del sonorense y de los artículos que yo le enviaba o él solo cachaba: para mi orgullo, Javier Ramírez Limón (Hermosillo, 1960) fue un asiduo lector de Crónica Sonora, a veces comentarista y en una ocasión sponsor (porque los ha habido, muy poquitos pero sí).
Buena parte de este 2018 lo pasó en Francia. Traía chamba por allá. Un día de primavera se reportó: «Hoy le dejé al Mont Ventoux una piedra del Cerro de la Campana», y adjuntó un still:.
Se refería no al Cerro de la Campana de Monterrey, o al de las Campanas en Querétaro o al de la Campaña en Oaxaca. Hablaba, en efecto, de nuestro coloso hermosillense, que le generaba nostalgia por su tierra y le despertaba el monstruo creativo. Ese que ya no está, porque su cuerpo murió ayer… Se nos fue una mente lúcida y con lo que hacen falta. Quedan su obra y los artistas que formó. Gracias, Javier.