Negro es el tono de luto y dolor llevado por los deudos en funerales de seres queridos. Negro es el color vestido como bandera de los movimientos feministas #Metoo y #Time’sup. Así, teoría de conjuntos al rescate, negra es la intersección entre dos círculos culturales: uno tradicional y otro reinvindicativo.
El más sentido pésame se ofrece hoy a quien ha sufrido la pérdida irreparable del amor o de la dignidad. Sobre todo si se trata de una mujer. Parece que lo normal y sano, entonces, es que una película sea feminista. Y si se trata de enlutadas que provienen de las minorías norteamericanas, tanto mejor.
Viudas (Steve McQueen, 2018) es una mezcla de géneros. Por una parte tenemos una heist movie, o cinta de atracos; además, al moverse en la frecuencia del thriller político, se atreve a formular una advertencia al “patriarcado opresor”: cuidado con excederse. Armas y furia pueden cambiar de manos. Y será difícil saber donde termina la reinvindicación y empieza la venganza.
Verónica Rawlings (Viola Davis, irrenunciable) ni siquiera tiene tiempo para lamer sus heridas. Harry, su marido (Liam Neeson), la deja en el desamparo a causa de un robo fallido. El dinero que su esposo pretendía hurtar le pertenece a Jamal (Brian Tyree Henry), afrogángster metido en política quien da a Verónica un mes para recuperar esos 2 millones de dólares tan desaparecidos como el propio Harry y su banda.
Viudas presenta entonces un juego de estereotipos que podrían resultar tan indignantes como aquellas situaciones que, según esto, pretende señalar. Y siendo elaborado por el director ganador del Oscar a la mejor película de 2013 – Doce años de esclavitud -, esto resulta contradictorio, por decir lo menos.
Verónica decide contactar al resto de las esposas para ejecutar el asalto que quedó pendiente. Llevarlo a cabo significaría saldar la cuenta con Jamal y todavía les quedaría un resto, en partes iguales. Inexpertas, pero decididas. Imposible no simpatizar con ellas, a pesar que sabemos cuántas cosas pueden salir mal. Tal y como sucede con las activistas del #Metoo y #Time’sup.
Verónica y Harry Rawling, matrimonio interracial, es mostrado en eficientes flashbacks como una pareja acaudalada. Después del desastre, la mujer carga consigo a su mascota en todas las escenas. Es el recordatorio de aquello en lo que se ha convertido, a pesar de su negritud: ella es una perra blanca.
Linda (Michelle Rodríguez), traicionada por Carlos, su marido (Manuel García-Rulfo), descubre que su tienda no le pertenece. Latinos, su comercio se dedica a la venta de vestidos para quinceañeras. ¿El establecimiento se llama, por ventura, “Los XV de Rubí”? Y Alice (Elizabeth Debicki), es una inmigrante ilegal polaca, sometida a la violencia que sobre ella ejerce Florek (Jon Bernthal), su ejemplar esposo. Muñecas de la Europa del este. Siempre se llevan la peor parte.
Afuera, el ambiente es agresivo y hostil. Viudas, en su otra vertiente, funciona como el relato de elecciones locales marcadas por la corrupción de los conservadores y la ausencia de escrúpulos de los liberales. El establishment, representado por el candidato Jack Mulligan (Colin Farrell) y Tom, su padre (Robert Duvall), enfrenta el avance de Jamal Manning y su clicka, donde sobresale Jatemme (Daniel Kaluuya), asesino y criminal a quien no le temblará la mano para ayudar a su líder a obtener la victoria, al precio que sea.
El primer aspirante negro con verdaderas posibilidades de arrebatarle el poder a los Mulligan está cubierto por lodo y sangre. Quizás el estereotipo a lo Trump que los afroamericanos más han señalado y reclamado. Viudas se confecciona así a partir de lo peor – sea real, ficticio o exagerado – de todas las percepciones que se tienen de cada comunidad humana en convivencia y conflicto, no solo en Estados Unidos, sino en occidente.
Gracias a un elenco seleccionado con precisión, cada personaje por pequeño que parezca, aporta un elemento que hace a la trama avanzar hasta su dramático, ¿inesperado? y violento desenlace. El centro gravitacional de Viudas es, sin duda, Viola Davis, actriz suprema a quien su gesto duro le abre todas las posibilidades hacia su reconocimiento definitivo.
Hay una escena curiosa en Viudas. El candidato Mulligan y su padre discuten sobre el valor de una pintura adquirida por el joven aspirante a concejal: “Es un papel tapiz”, dice el viejo, “Es arte”, le responde su hijo.
Es correcto. Viudas es papel tapiz. No es arte.
Pero es un atractivo papel tapiz.