Brasilia, Brasil.-

Mi devoción a Jesús Malverde empezó de casualidad cuando en un camión de la gran Ciudad de México, de estos decorados con imágenes de mujeres desnudas y santos, cortinas de colores, y una variedad insana de pegatinas, escuché un corrido que decía: “Voy a cantar un corrido, de la historia verdadera, de un bandido generoso que robaba donde quiera…”. ¿Quién sería este tal Jesús Malverde? Fui a consultar a la chamana Amparito, sabia mujer de sangre norteña (de la raíz del cabello hasta los dedos del pie), quien me inició no solamente en la devoción malverdiana sino en el mundo de los narcorridos.

Un Robin Hood latino…

Ella me contó la historia del santo bandido, un ladrón bondadoso que robaba para los pobres y que vivía en la sierra de Sinaloa. Un Robin Hood latino, para mí mucho más piadoso que su congénere inglés, pues, obviamente, estamos hablando de México, de Latinoamérica, de esta geografía de la exclusión que nos une a todos los colonizados desde el siglo XV. Y desde entonces, pasé a encontrar a este santito de bigotón en los taxis, camiones, tianguis, y muros de toda la ciudad y más allá de ella. Malverde presta su nombre a una marca de cerveza, a un helado, a una serie de Netflix, a una telenovela en Perú.

Primeramente, empecé a estudiarlo. Malverde era reverenciado desde el porfiriato, mucho antes de los narcos, siendo su culto difundido entre personas de todas las clases sociales. En la actualidad, el santón fue abrazado especialmente por el narcotráfico a partir de 1970, década auge del tráfico de drogas hacía Estados Unidos y de la represión policial. Para los narcos, Malverde es un padrino espiritual, alguien que comprende su dura realidad: sea para cruzar la frontera con un cargamento de drogas; para lograr una buena cosecha de mariguana; o para llevar a cabo negocios prohibidos. En seguida, pasé a sentir su protección. Nunca fui de las drogas, ni tengo interés en serlo. Pero como mujer y extranjera en México, la bendición del santito se notaba cuando salía y regresaba con seguridad a mi casita, y seguía viva en un espacio donde mujeres se esfuman todos los días. Traigo hasta hoy su imagen en mi billetera.

No romantizo para nada la cotidianeidad del narcotráfico…

Para mí, los más interesante de su culto son las músicas en su devoción, principalmente este género tan despreciado por las élites culturales, el narcocorrido. No romantizo para nada la cotidianeidad del narcotráfico, la extremada violencia, los asesinatos con rasgos de crueldad, o las muertes sin sentido que resultan del fenómeno. Sin embargo, es imposible negar cierta poesía cuando se escucha la voz de la subalternidad: 

Me cansé de la pobreza, 

De la yunta y del arado,

Mis vacas parecían arpa,

Sus huesos tenían marcados, 

Mi caballo se murió

Por hambre igual que el ganado 

Le di un beso a Malverde, 

El único que tenía.

Cuando llegué a Culiacán

Fui a su tumba y le pedía,

Cuando vi llorar sus ojos

Supe que me comprendía (…)

Ahora tengo de todo

Lo que antes no creía.

A aquel amigo tan noble

Le pagué su mercancía, 

Prefiero año parado

Que doscientos de rodillas.

Corrido a Jesús Malverde IV, de Saúl, el Jaguar Alarcón. 

Sin embargo, el culto a Malverde y los narcocorridos son objeto de intolerancia religiosa y cultural cotidianas. En Estados Unidos, por ejemplo, basta con traer la imagen del santito para que los policías gringos te asocien a una persona al universo del narcotráfico. Por su parte, los narcocorridos son acusados de difundir el imaginario de la narcocultura en la sociedad. De mi parte, entiendo las canciones como una forma de expresión artística de una parte considerable de la población que está expuesta diariamente a la violencia del narcotráfico, siendo una manifestación musical genuina de su cotidianeidad, penas, sueños, conquistas, arrepentimientos y deseos, y no la única modalidad cultural culpable de difundir la narcocultura. Ahí están las películas, los videojuegos y las narcoseries que también divulgan los valores sociales relacionados con el modo de vida narco sin ningún tipo de censura. 

Lo que me encanta del realismo mágico de América Latina es la porosidad de fronteras entre el sagrado y el profano y el diálogo, muchas veces no intencional, entre las capas más humildes de distintas geografías. Como diría Amparito: “todo está conectado en la telaraña de la vida”. Y es que aquí en mi tierra brasileira, la escuela de samba de Rio de Janeiro, Acadêmicos do Sossego, hizo un homenaje a Jesús Malverde en el carnaval de 2019 con el tema “No te metas con mi fe, yo creo en quien quiero”. El carnaval es una fiesta subalterna y mestiza desde su origen, un espacio para la subversión de clases y para de libertad cultural, política, religiosa y, porque no, sensorial, en un espacio temporal corto (algunos días entre febrero y marzo), pero sabroso. Aunque sea muy difícil de entender la frontera que separa la gran fiesta carioca de la participación de los grandes narcos y mafias en su realización, es importante tener en cuenta que la Acadêmicos do Sossego denunció en aquella ocasión los prejuicios relacionados con las manifestaciones populares, pues la religiosidad mestiza brasileña, el carnaval y la samba también son producciones culturales identificadas con los sectores poblacionales más empobrecidos, sujetos a la vulnerabilidad económica y social, y al juicio inclemente de los que delimitan lo que es o no es cultura. Malverde, este santo popular tan cercano a los pobres cuando Dios parece tan lejano, bajó a los trópicos y bailó la samba con la gente brasileña. ¿Y por qué no?

El cielo abierto al son de la lira

Oraciones, hermoso amanecer.

Mi nombre Jesús, ¿por qué no Santo también?

Buen Dios, ¿por qué tanto odio en el planeta azul?

Ya sean creyentes o ateos, la sangre es del mismo color.

En la mezquita, en el templo, en el patio.

El mismo sentimiento de alianza.

Ángel, en el tribunal de la fe.

Sólo codicia y poder

esto es libre albedrio

De gente sin ternura

Al elegir entre el bien y el mal

Santo Dios

La justicia de la tierra o del cielo?

Intolerancia en la copa de la fe

El vino tinto amargo de la sangre.

¿Hacia dónde, padre mío?

Hijo hacedor de milagros, solidario de su hermano

Santo popular, Jesús Malverde

Tu nombre hoy en peregrinación

Esperanza de un mundo mejor

Dios mío, ten piedad de nosotros.

Dios mío, ten piedad de nosotros.

Con tu amor azul tranquilo

Paz entre religiones

Samba enredo dedicado a Jesús Malverde por la Escuela de Samba Acadêmicos do Sossego

Por Carolina da Cunha

https://www.instagram.com/cadacuro6/

Fotografías de Riotur.Rio, mostrando el carro alegórico dedicado a Malverde en el Carnaval de Rio de Janeiro, edición 2019. 

 



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Sobre el autor

Fotógrafa amateur, flâneuse profesional.

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