Hagamos una pausa en nuestras desgraciadas vidas citadinas y vayamos a los pueblos,
cogidos de la mano y pluma de Guillermo Valenzuela 🙂
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En la época en que El Saucito empezaba a formarse había mucho monte, muchas ramas, palofierros, mezquites y en las milpas había siembras pues los pozos tenían agua para regar. Eran pocas familias en el pueblo y la gente vivía muy tranquila, reuniéndose en los ratos libres para jugar baraja y contar cuentos de aparecidos.
Los niños andaban libres por todas partes, sobre todo robando naranjas de las huertas familiares y bajando dátiles «agarrosos» de las palmas. En esa época no había televisión en las casas y muy pocas familias tenían radio, que era de pilas pues todavía no conectaban la energía eléctrica.
Cuentan que un grupo de niños, de los que se juntan en “bolitas” para hacer “vagancias”, en cuanto se desocupaban de la escuela se iban al río a jugar; y si veían algún burro o caballo desprevenido lo lazaban y lo montaban “a pelo”.
En una ocasión de estas, cuando andaban “vaguiando” en el río junto a las milpas, vieron a lo lejos un burro “suelto”. Se les hizo extraño, pues normalmente los dueños de los burros y caballos no los dejaban libres por mucho tiempo. Además no se les hizo un animal conocido. Como eran muy atrevidos no les importó aquella circunstancia y “alistaron” la cuerdita y manos a la obra, se fueron a corretear dicho burro.
-¡Yo soy el que mejor maneja la piola! Dijo Chito, que era el más aventado.
-¡Vamos, vamos! Gritaron el resto de los niños mientras lazaban el burro.
-¡Yo me subo primero!… ¡Yo sigo!… ¡Después yo!… ¡Falto yo!…¡Y yo!… Gritaban los niños mientras se subían al burro que empezaba a portarse rebelde.
-¡Ahí les voy! Gritó Chito mientras se subía finalmente al burro.
Los niños se dieron cuenta que al subirse al burro, este se iba haciendo cada vez más y más largo. Total que llegaron a subirse los seis niños, pero en eso el burro empezó a hacer reparos y a tirarlos al suelo. Dijeron entonces que era el “burro del diablo” por el hecho de que se hacía largotote.
Uno de ellos se fracturó un brazo al caer del burro y así chillando de dolor lo llevaron con su mamá y contaron en el pueblo lo que había pasado. Hombres y mujeres del pueblo se fueron corriendo al río a buscar al mentado “burro del diablo”, como decían los niños, pero no encontraron nada.
Quién sabe qué pasaría, si era cierto o no que ese mentado burro se hacía largotote. Lo cierto es que aquel niño que se había fracturado quedó con el brazo “chueco”, ya que no le soldó bien el hueso.
Posdata. Esta leyenda está muy presente en los pueblos desde hace mucho tiempo. Nos la contaban los mayores para que nos diera miedo y no nos fuéramos al monte sin permiso. Los niños de la actualidad se han creado nuevas leyendas y los mayores les regalan celulares y tabletas para que se entretengan y no se vayan de vagos.
Por Guillermo Valenzuela Mendoza
Dibujo de Jennifer Meng
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Que Bonito!!
mientras leía recordaba mi tiempo en la primaria y el juego «chinchinahua», «chinche al agua» o «el burro castigado» lo jugaron? ahí también resultaban niños fracturados jajaja
y como no recordar los cuentos y leyendas que nos contaba mi Nana a mis hermanos y a mi.
Gracias 🙂
Muchas gracias Gabriela por su comentario, cuando eramos niños y estábamos en la Escuela Primaria de El Saucito jugábamos a los hoyitos, a los encantados, al «chicote», el caldito de Tío Madejo, y en las noches jugábamos a las guerritas, con medias viejas con arena, de los que vivían de un lado y del otro del arroyo que atravesaba el pueblo, nos reuníamos en la calle principal que en la época Colonial y en la época de la Revolución Mexicana le llamaban «Camino Real» ya que conducía a los pueblos del Río Sonora, era una época de inocencia y de convivencia tanto de niños y niñas juntos…
Por nada, al contrario gracias a usted, me puso feliz el tener esos recuerdos (como bien dice) de inocencia y convivencia.
Hoy en día ya no se ven tantos niñ@s jugando en las calles de su colonia y no se sabe si culpar a la inseguridad o a la tecnología.
saludos 🙂