Hermosillo, Sonora.-

Por allá en 2005 empezaba a trabajar en un proyecto de investigación sobre las incursiones apaches en Sonora. En la documentación que revisaba empezaron a aparecer con relativa frecuencia alusiones a la Guardia Nacional, a partidas de fuerzas armadas compuestas por vaqueros, por vecinos voluntarios, y en las fuentes más tempranas se aludía a milicianos y milicias cívicas. Con el fin de comprender más lo que encontraba en el archivo el director de la investigación me sugirió leer una tesina resguardada en la Biblioteca Gerardo Cornejo Murrieta titulada Sonorenses en Armas, escrita por el antropólogo René Córdova Rascón. 

Este trabajo fue de muchísima utilidad, pues en él se abordaban distintos aspectos referentes a las distintas fuerzas integradas por civiles armados, que durante el siglo XIX existieron en nuestro estado, lo que me permitió entender mucho mejor lo que estaba encontrando en el archivo. Durante muchos años, ese único ejemplar depositado en la Biblioteca fue un material de consulta obligado para todas aquellas personas interesadas en conocer más sobre las milicias cívicas y la Guardia Nacional. Por ello es de celebrarse que este trabajo por fin pueda llegar a una mayor cantidad de personas, a través de una edición que forma parte de la Colección Confines de la Sociedad Sonorense de Historia, una línea editorial en la que se publican investigaciones originales e inéditas sobre la historia de Sonora. Tal vez la razón principal que llevó a elegir este texto como parte de la Colección Confines fue que desde su elaboración, en la década de 1990, no se ha hecho otro estudio que de forma tan directa aborde el funcionamiento de las milicias armadas durante el siglo XIX en Sonora.

Ya en una colaboración anterior en Crónica Sonora hablé sobre la Guardia Nacional, no la actual, sino aquella fundada en 1846, en el contexto de la invasión estadunidense. A diferencia de la fuerza policiaca que hoy lleva ese nombre, la antigua Guardia Nacional era una fuerza integrada por civiles armados, convocados para repeler a un enemigo externo. Esta institución tenía su antecedente en las Milicias Nacionales originadas en la Constitución de Cádiz de 1812. En Sonora, las milicias de civiles armados se remontan a la época virreinal, cuando vecinos españoles e indígenas de las misiones se organizaban para combatir a los nómadas independientes.

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Aunque estas fuerzas tienen diferencias en cuanto a su organización, comparten la característica de que se trata de cuerpos de civiles armados, en que todos los hombres considerados mayores de edad y físicamente aptos debían participar, sin hacer distinciones étnicas. Estas fuerzas eran de carácter local. Además la reglamentación con la que se rigieron las Milicias Cívicas y Guardia Nacional estableció que los oficiales fueran elegidos por la tropa: éstos, a su vez, recibían órdenes directas de las autoridades civiles locales. Esto permitía que tanto los cuerpos de milicias como la Guardia Nacional tuvieran bastante autonomía en relación a las autoridades estatales y federales.

Así, en nuestro país, tanto las Milicias Cívicas creadas en la década de 1820, como la Guardia Nacional de 1846 se instituyeron con el objetivo se ser una fuerza de emergencia disponible para combatir a un enemigo externo, y una vez pasada la emergencia para la que fueron convocados, los combatientes debían reincorporarse a la vida civil. 

Los historiadores han notado que las milicias fueron la fuerza armada que apoyaba a las élites locales del siglo XIX en distintas regiones de México, además de registrar la resistencia de la población en general y los indígenas en particular, para alistarse, en buena medida debido a las difíciles condiciones en las que se realizaba el servicio, al no haber pagos regulares, carencia de uniformes, e incluso armas y parque.

Pero en Sonora hay indicios de que el funcionamiento de esas fuerzas armadas tuvo un cariz distinto. En Sonorenses en Armas se muestra que, efectivamente, los integrantes de la Guardia Nacional de los distintos pueblos y localidades de Sonora mostraron resistencia a participar en las asonadas políticas que enfrentaron a las élites locales; pero al mismo tiempo colaboraban en el combate a enemigos externos, especialmente contra los filibusteros y los llamados apaches.

Otra particularidad notable de las milicias cívicas y la Guardia Nacional de Sonora durante el siglo XIX con respecto a lo observado en otras regiones del país es la activa participación de las sociedades nativas en ella, especialmente los ópatas y los tohono o´odham, quienes realizaron operaciones en contra de los apaches continuando con la añeja práctica de la guerra y la autodefensa dentro de un marco legal general que adscribía sus milicias étnicas dentro de las instituciones republicanas que surgieron después de la independencia. 

Es precisamente el trabajo de René el que ofrece una visión del desarrollo de esta tradición de vecinos armados en Sonora. A través de los capítulos de Sonorenses en Armas nos adentra en las particularidades de las milicias cívicas, y la Guardia Nacional, el procedimiento de formación de estas fuerzas, en las autoridades involucradas, en su dinámica interna y en la participación de estas milicias en distintos episodios de la historia de nuestro estado.

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Según se muestra en este trabajo, en su larga historia en nuestro estado, la organización y el funcionamiento de las distintas fuerzas integradas por civiles armados estuvo lleno de dificultades que pasaban por la escasez de armamento, parque, monturas e incluso alimentos para quienes prestaban el servicio; además, al salir a combatir, los milicianos dejaban de lado sus trabajos cotidianos, por lo que se solía prestar resistencia a prestar el servicio de forma prolongada. Un aspecto importante que se aborda en Sonorenses en Armas es el rol de la Guardia Nacional en el contexto del combate a los enemigos externos como por ejemplo las campañas contra los apaches, la guerra contra los Estados Unidos y los Filibusteros.

Si quieren saber más sobre las milicias y su historia en Sonora los invito a leer Sonorenses en Armas, donde encontrarán un aspecto de nuestra historia regional poco abordado.

Texto y fotografía de portada por Amparo Reyes

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Sobre el autor

Nacida en Los Mochis (1985) y crecida en Hermosillo, Angélica Amparo Reyes es historiadora por la Universidad de Sonora con doctorado en El Colegio de México. Fue presidenta de la Sociedad Sonorense de Historia.

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