Nuevamente dando lustre a nuestra sección Narrativa el tremendo Jorge Damián desde la Baja California


Gilberto detiene su auto en una tienda de autoservicio porque va a entregar un costal de boxeo que ofreció en Facebook. La navidad pasada lo ganó en una rifa de la llantera en donde trabaja y durante varias semanas lo golpeó con frenesí. Ahora decide venderlo porque renunció a la farsa de que alguna tarde, preso de un entusiasmo inesperado, continuará descargando sus puños sobre el bulto.  

Mientras espera al comprador ve discutir en el estacionamiento a una pareja de vagabundos; tienen la ropa sucia y el rostro mugroso. Debido a la distancia no escucha el motivo de la discusión y se aproxima a ellos fingiendo revisar su celular. En segundos conoce el porqué de la riña: 20 dólares. Por su fisonomía y acento al hablar piensa que ella es estadounidense y, bajo el mismo discernimiento, él un mexicano. 

Ella reclama a gritos el dinero, pero sin resultado. Frustrada, agarra a un perrito blanco que permanece junto a ellos y corre al interior de la tienda. Gilberto no debe adivinar a quién pertenece el animal porque ahora es él quien exige a gritos la devolución. Interesado en atestiguar el desenlace va tras ellos fingiendo ser un cliente. 

Adentro de la tienda el pleito ha escalado, ella le cruza el rostro de un puñetazo y él la toma del cabello antes de caer juntos al suelo del pasillo de las galletas. Dos empleados visiblemente confundidos les advierten que la policía está en camino, pero no surte efecto, al contrario, ella lo muerde ferozmente en el pecho y lo hace emitir un triste alarido. Cuando logra liberarse de la dentellada se pone de pie y nos muestra la herida en su pezón izquierdo; lo hace como un torero que a mitad del ruedo exhibe al público una oreja recién otorgada por el juez. 

En el instante en el que nos muestra su lesión ella se incorpora y grita: “¡Get the fuck macho, tú no me quieres!” Él voltea a verla e inesperadamente ella le encaja una navaja que le atraviesa una serpiente tatuada en el cuello. Durante un momento la sangre parece no decidirse a salir hasta que brota y él cae nuevamente al piso, justo cuando Gilberto recibe un mensaje del cliente avisándole que llegó. Cuando está marchándose de la tienda ve al perrito ladrar al aire, a ella llorar y a él intentar contener la hemorragia con las manos.

Luego de entregar el costal de boxeo Gilberto conduce a su casa y trata de imaginar qué comprará con los 700 pesos que le pagaron. ¿Una botella de whisky, aceite para su auto, un kilo de mariscos? No lo sabe, pero recuerda que junto a la llantera en donde labora hay un puesto de sandías en el que diariamente anuncian con un altavoz: “Sandía fresca. Sandía roja. Roja, como la sangre del toro”. Está decidido, comprará dos sandías y un kilo de pulpo; el resto lo ahorrará. “Los dientes amarillos de mis sueños son del color de los elotes en el otoño”, escucha cantar en el radio mientras acelera para cambiar de carril. 

El día de mañana, cuando esté partiendo una sandía con un cuchillo de sierra, recordará al perrito que, con las patas manchadas de la sangre derramada de su dueño, caminaba por el piso blanco de la tienda dejando pequeñas huellas rojas.

Texto y fotografía de Jorge Damián Méndez Lozano

https://www.facebook.com/jorgedamian.mendezlozano

https://www.instagram.com/jorgedamianemeele/

 

Sobre la autora / autor

Nació en Mexicali. Siente una profunda emoción por la noche, los excesos y la comida china consumida en la madrugada dentro de alguna fonda oriental. Mientras mastica le gusta escuchar, sin entender nada, el mandarín o cantonés en que se comunican los propietarios con los cocineros. Ha colaborado en el semanario Siete Días, en el periódico El Mexicano y en las revistas Generación, Diez4.com y Vice.com

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