Hermosillo, Sonora.-

A dos semanas de la tragedia en Waldo’s dedico estas letras a sus empleados, especialmente a las jóvenes mujeres que conocí en mis frecuentes visitas a la tienda, de la que soy cliente desde hace años.

Apenas dos días antes de la tragedia fui a la tienda a ver si encontraba lo que buscaba. En ocasiones nada más iba a ver qué novedades u ofertas encontraba. Previamente pasaba por Teresita, que se encuentra exactamente enfrente de Waldo’s. Cruzaba la calle y mientras veía las novedades del establecimiento hoy siniestrado comía algo de lo que compraba en Teresita.

La semana de la tragedia fui a Waldo’s. No recordaba haber comprado nada, pero, días después, la mañana del viernes 7, al prepararme un té, me di cuenta de que lo compré en Waldo’s:

Así, de pronto, caí en cuenta de que estaba ligado a la tragedia, de una forma insospechada e intrascendente, aparentemente, pero no fue así. Al ver la caja de té en mis manos, fue como encontrar el hilo que me unía a todas las veces que fui a la tienda. Eso me llevó a recordar a las jovencitas que estaban en las cajas o que acomodaban productos en los estantes.

Recuerdo en esa última ocasión a una cajera muy joven, tal vez de 20 o 22 años, muy graciosa y de voz dulce con la que me reí por una cosa chusca respecto al pago de lo que compré. A lado de la caja estaba el señor Marco Segundo Reyes, que era empacador. Lo recuerdo bien ahora que lo vi en la fotografía que se publicó en los medios. Fue la víctima número 24…

¿Qué sucedió en Waldo’s?

Al enterarme de la tragedia no comprendía cómo pudo haber ocurrido. Conocía bien la tienda, de cabo a rabo, y no había ninguna instalación de gas a la vista, tampoco materiales inflamables que pudieran causar un incendio tan grande como para matar a 24 personas. Me parecía imposible. Pensé que si el incendio hubiera sido causado por gas, las personas percibirían el olor y habrían salido rápidamente o dar la voz de alarma, justo como sucedió días después en Veracruz, ¡en otra tienda Waldo’s!

Al descartar esas posibilidades, mi conocimiento del lugar me llevó a pensar en la parte trasera de la tienda donde hay una especie de almacén. No se podía ver hacia adentro porque había unas puertas, aunque en ocasiones las abrían para ingresar cajas con productos diversos. Nunca pude ver en detalle qué había ahí, pues no era público, por lo que no me llamaba la atención, solo observaba de reojo cuando abrían para ingresar o sacar productos.

Otra posibilidad en la que pensé fue que en ese almacén hubiera una pequeña cocineta para los empleados, pero no puedo afirmarlo. Los peritajes tendrán que esclarecer el origen del incendio o la explosión del transformador de la que se habla. ¿Podría la explosión de un transformador matar a 24 personas dispersos en varios lugares de la tienda? Debió ser una explosión enorme. ¿De qué potencia tendría que ser el transformador que se menciona?

Por otro lado, se tendrá que esclarecer cómo fue que las llamas llegaron a la parte frontal de la tienda donde se encuentran las cajas y una sección amplia de ropa. No se ha dado una explicación al respecto. Debemos tener en cuenta que ese día era quincena y la gente andaba de compras en diversas partes del centro. Waldo’s debió tener numerosos clientes el día de la tragedia.

Una joven que vio por fuera la tragedia me comentó que observó a un hombre en llamas afuera de la tienda. Vio el horror directamente. Seguramente empleados de las tiendas contiguas a Waldo’s vieron lo que sucedió y pueden dar testimonios con los cuales reconstruir los hechos. Esperemos que las autoridades recojan esos testimonios y complementen el cuadro de lo ocurrido.

El jueves 6 de noviembre estuve presente en la manifestación que realizaron estudiantes de de la Universidad de Sonora. Escuché las palabras de un jovencita que, conmovida hasta el llanto y con una fotografía en sus manos, decía que su amiga, casi hermana, era una estudiante, por la que pedía que se le recordara así, como estudiante, no solo como empleada de Waldo’s.

Al concluir estas letras, expreso mi pesar por todas las personas que fallecieron, en particular, por las empleadas a las que conocí de vista como cliente frecuente de Waldos. Y, por supuesto, demando que las autoridades esclarezcan esta terrible tragedia que golpeó a sus familias y a Hermosillo.

Texto y fotografía de Héctor Apolinar Iribe

https://x.com/HectorIribeh8

 

 

Sobre la autora / autor

Nació en Ciudad Obregón, Sonora. Periodista, escritor, exfuncionario público y exactivista. Ha ocupado diversos cargos: Director general de Educación Media Superior y Superior de la Secretaría de Educación y Cultura (Sonora), Coordinador de los campus La Paz y Los Cabos, Baja California, de la Universidad de Tijuana. Excolaborador de Lupa Ciudadana, Letras Libres, VanguardiaInfo.com y Dossier Político.

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