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En Sonora pensamos que las desapariciones forzadas suceden lejos de nosotros, en Tamaulipas o en Guerrero. Pero resulta que en Pótam, uno de los ocho pueblos yaquis, la cosa se está poniendo fea… Y sin embargo hay esperanza, dice el Jano Valenzuela en su regreso a Crónica Sonora, magnificamente acompañado por la lente de Armando Sánchez Madueño.

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Hermosillo, Sonora. A 17 de noviembre de 2017

Cuando hablamos del fenómeno de la desaparición forzada, inmediatamente el imaginario colectivo dirige su mirada hacia ciertos Estados de la República. Vemos generalmente hacia Chihuahua, Coahuila, Veracruz, Guerrero y, más recientemente, Puebla se ha convertido en un foco rojo de atención en el caso de mujeres desaparecidas y los feminicidios. El problema es, sin embargo, a estas alturas del partido, como un cáncer con metástasis en cada uno de los rincones de este maltrecho país. Los desaparecidos se cuentan por decenas de miles, eso dicen las cifras oficiales, las que siempre ocultan, maquillan, esconden. Podemos entonces fácilmente suponer que la realidad puede ser mucho peor de lo que nos dicen.

Y no son sólo las desapariciones; si seguimos como vamos, para fin de sexenio tendremos la escalofriante cifra de más de 150 mil personas asesinadas de forma violenta. Si creímos que el Calderonismo era sinónimo de guerra y muerte, el priismo encarnado en Quique, resulto ser peor. El acumulado de estos sexenios de la muerte será de más de 200 mil. En realidad bastante más, si consideramos la cifra negra.

Y desde la burbuja cómoda de este rancho hermosillense, a veces pensamos que en Sonora no pasa nada, que aquí no es como en Tamaulipas, o Guerrero. Aquí esas cosas no pasan, solemos decir. Y luego nos estremecemos cuando escuchamos las historias de mujeres a las que les desaparecen a sus hijos, sobrinos, maridos, y luego las matan por andar buscando. Nos asustamos por esas historias, que sentimos lejanas, de comunidades indígenas asediadas por empresas mineras o multinacionales, despojados de sus recursos o asesinados para acallar la protesta.

Pero resulta que ahí están estas historias, a la vuelta de la esquina, cercanas a nosotros. Todos tenemos algún pariente, amigo, conocido, que ha sido víctima de la violencia o de la inseguridad.

Hace unos días, allá en Pótam, uno de los 8 pueblos que forman parte de las comunidades Yaquis, los sicarios balacearon a una pareja de personas mayores. Se encontraban afuera de su casa cuando a lo lejos vieron venir una camioneta que levantaba una polvareda. Seguro sintieron un escalofrío, seguro algún susurro en la nuca que les anunció que vendría algún fatal destino. Y así fue. De la camioneta se asomó un cuerno de chivo que escupió muerte y cobró su factura.

Ambos cayeron al suelo en un charco de sangre y tierra mientras la gente alrededor, ya acostumbrada al olor de la muerte, no pudo más que mirar con desgano la escena que antes hubiera causado por lo menos un estremecimiento.

Cuando escuché la noticia no dejaba de preguntarme qué podría haber motivado el frío asesinato de un par de ancianos, a quién pudieron haber molestado, qué intereses. Fui a las comunidades yaquis unos días después por motivos de negocios y anduve haciendo algunas preguntas. Hablé con gente de Vícam y de Pótam, de quienes me reservo los nombres por motivos de seguridad. La versión que me contaron algunos pobladores de es la siguiente:

Resulta que a los venerables ancianitos ya les habían asesinado a un hijo y recientemente desaparecido a otro (pero no, eso no pasa aquí, eso solo sucede allá, en Coahuila o en Michoacán, aquí no). Y resulta que los señores con el alma hecha pedazos, el corazón destruido, habían decidido no abandonar en el olvido a su hijo desaparecido. Decidieron entonces dejar la casa y emprender el peligroso objetivo de buscarlo. Preguntaron por aquí, preguntaron por acá. Recorrieron las orillas del pueblo, donde los pueblos se funden con el monte, en los cerros cercanos, en la orilla del canal. Presionaron a los sicarios (sí, allá todo mundo sabe quiénes son, dónde viven, qué carros traen, menos las autoridades; igual que aquí en Hermosillo, pero con más polvo) para que les dijeran dónde estaba su hijo, y por eso, por preguntar, por exigir que les regresaran a su hijo, por eso los asesinaron a sangre fría, a la luz del día, afuera de su casa, que era un changarro, con un cuerno de chivo.

Y como esta historia se cuentan otras en las comunidades yaquis. Las historias se acumulan porque sólo en los últimos cinco días han asesinado a siete personas, y los desaparecidos son todavía más. Dicen que a uno lo levantaron en la calle principal de Vícam, a otro en la carretera, y que pa’l monte, cerca del cerro Omteme, ya han encontrado varias fosas clandestinas. Dicen también que a un par de morros los levantaron en Vícam y que les dieron una calentada, a uno de ellos le dispararon en una nalga y luego los fueron a tirar a Bácum.

La violencia ha llegado a tal grado en Pótam que incluso se han visto orillados a suspender clases en las escuelas de la comunidad. En común acuerdo las Autoridades Tradicionales y las autoridades educativas comunicaron a la población desde el 9 de Noviembre que las clases se suspenderían debido a los actos de violencia que se estaban viviendo. El delegado del sindicato de trabajadores del CECYTES de Pótam, el Licenciado Aquiles Borojas Esquer, publicó en sus redes sociales el siguiente texto:

 

ATENTO AVISO

Se les comunica que por instrucción de las Autoridades Tradicionales de Pótam, en conjunto con un servidor y el Delegado Sindical, Lic. Aquiles Barojas Esquer, se tomó la determinación de suspender clases y labores para el personal del Plantel, debido a que continúan los actos de violencia en el Poblado y sus alrededores.

Solicitamos de antemano una disculpa, pero lo hacemos con la finalidad de resguardar la integridad y seguridad de sus hijos.

Agradecemos el apoyo que hasta este momento nos han brindado, no sin antes asegurarles que nos encontramos trabajando para brindar un mejor futuro a nuestras comunidades.

Saludos cordiales.

Atte. Profr. José Manuel Bacasegua Murillo
Director de CECyTE Sonora Plantel Pótam.
Lic. Aquiles Barojas Esquer 
Delegado sindical

Las clases quedaron suspendidas de ese día 9 de Noviembre hasta el día 13, día en que la institución comunico a los alumnos y padres de familia que se retomarían las clases, pero se dejaba a consideración de cada familia si se asistía o no. Esto publicó en sus redes sociales el CECYTES Pótam:

ATENTO AVISO

Se les comunica que el día lunes 13 de Noviembre se reanudan las clases normales. La asistencia de los alumnos queda a criterio de los padres de familia.

Se agradece su valioso apoyo.

Atte. Profr. José Manuel Bacasegua Murillo
Director de CECyTE Sonora 
Plantel Pótam

Esta bola de acontecimientos disruptivos de la paz y la armonía tienen dándose en las comunidades yaquis desde hace una década. Diez años de guerra, diez años de producir huérfanos y viudas, padres y madres en duelo. Pero eso no es todo, es una década de destruir el tejido social y las estructuras tradiciones de cohesión que sirven de escudo ante los embates del despojo. En estos diez años, el Estado, y su brazo armado paralegal (el narco) han logrado debilitar los lazos sociales y culturales que permitían una férrea defensa del territorio y los recursos. Es en esta década sangrienta que han logrado poner en operación un acueducto que trasvasa agua del Rio Yaqui para los empresarios de Hermosillo (La Coca-Cola, la Pepsi, Cervecería Cuahutemoc-Moctezuma, la FORD, entre otras) mientras que las comunidades mueren de sed y toman agua contaminada con pesticidas de un canal que no transporta suficiente para regar ni una miserable hectárea; es también ahora que otro megaproyecto de muerte pretende atravesar el territorio yaqui en la figura de un gasoducto, poniendo en riesgo la vida, seguridad, tranquilidad y recursos naturales de la Tribu.

Ante escenarios como estos es que cobra una relevancia tremenda, brutal, impostergable la propuesta del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de impulsar un Concejo Indígena de Gobierno (CIG) que sea representado por una mujer indígena y pobre, miembro del CNI, conocedora de su cultura y hablante de su lengua, que se registre como candidata independiente a la presidencia de este país.

Ese Concejo Indígena de Gobierno fue construido en asambleas en cada pueblo, comunidad y barrio miembro del CNI. En esas asambleas se nombraron un concejal hombre y una concejal mujer. Es esta figura (el CIG) quien en realidad formará gobierno en la presidencia de la república, un gobierno colectivo. Cómo esa figura no existe en la ley electoral vigente, se decidió que fuera una mujer indígena del CNI quien llevara la VOZ, o sea fuera la VOCERA, del CONCEJO.

Este concejo es atravesado en su médula espinal por los siete principios del mandar obedeciendo que caracterizan la forma de hacer política y organizarse en los caracoles zapatistas y en las comunidades que forman parte del CNI: 1) Obedecer y no mandar; 2) Representar y no suplantar; 3) Bajar y no subir; 4) Servir y no servirse; 5) Convencer y no vencer; 6) Construir y no destruir y 7) Proponer y no imponer.

Ni la Vocera del CIG, María de Jesús Patricio (Marichuy), ni el Concejo le van a pedir su voto, ni le van a regalar una torta, ni un jugo, tampoco le van a dar una despensa. No van a firmar ante notario ninguna promesa. Eso ya demostró su irrelevancia. Esa forma de hacer política ya caducó. Marichuy y el Concejo van a recorrer el país escuchando las rabias de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los jóvenes, de los obreros, de los campesinos, y nos van a decir, nos van a convocar a que votemos o no, nos organicemos y luchemos, porque el capitalismo nos está haciendo leña, como decimos los sonorenses.

Actualmente a lo largo y ancho de México, habemos un montón de personas que andamos recolectando firmas de apoyo para que Marichuy aparezca en las boletas electorales del proceso federal del 2018. Necesitamos casi un millón de firmas para lograr ese objetivo. Pero ese es sólo el comienzo, el resto es seguir denunciando el despojo, los feminicidios, el racismo, el clasismo y luchar, luchar contra el monstruo. Por eso decimos, y dicen los compas del CIG, del CNI y del EZLN, que somos anticapitalistas, antipatriarcales, antiracistas y anticlasistas, pues.

Su usted trae ganas de apoyar esta propuesta, de sumarse, de dar su firma, mándeme un mensajito al 6624791823 o dele un “like” a la página de “face”: Red de Apoyo a Marichuy y al CIG Hermosillo.

Por Alejandro Valenzuela Landeros

En la imagen (ilustrativa), una pareja de ancianos camina por las calles de Pótam

Fotografía de Armando Sánchez  Madueño

Sobre el autor

Jano Valenzuela es un sociólogo marxista con estudios de maestría en Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM. Actualmente es maestro de inglés en una primaria pública en Hermosillo y es un activista comprometido con la vida.

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