Hermosillo, Sonora.-
Pocos son los funcionarios que perduran en la memoria de los sonorenses, menos todavía los que son recordados positivamente ¿Por qué será que recordamos más a los que nos fallan? Esta es la segunda entrega de Ciudades Sin Memoria en la que les traigo un breve análisis histórico del tema político/electoral. La primera entrega fue sobre la alcaldía municipal, así que toca una de senadores.
En este año Alfonso Durazo y Lilly Téllez por la alianza MORENA/ PT/PES, Sylvana Beltrones y Manuel Ignacio “Maloro” Acosta van por la fórmula PRI/NA/PV, y Antonio Astiazarán y Leticia Cuesta fueron candidateados por el PAN/PRD/MC. Luchan para decidir quién representará a Sonora en la cámara alta, dígase, el senado, pero no sólo eso.
¿Qué les ofrece el senado? ¿El final de sus carreras o abrirles puertas al futuro? Creo que no es arriesgado decir que el senado es hoy más un trampolín que un asilo, aunque este es un trampolín que existe desde la década de 1990. Las últimas autoridades en el gobierno estatal llegaron ahí previa escala en el senado: Claudia Pavlovich, Guillermo Padrés, Eduardo Bours, Armando López Nogales y Manlio Fabio Beltrones. Antes de Beltrones, escasean los gobernadores que primero pasaron por el senado. Y en los que sí se cumple la fórmula senado-gobierno estatal, se debe a causas extraordinarias. A partir de Beltrones y Luis Donaldo Colosio, podemos identificar al senado como un cargo de preparación para continuar con uno más importante.
El de Villa Juárez y el de Magdalena
Antes de los turbios años 90’s, los senadores sonorenses tenían un perfil muy distinto, y al parecer, también un futuro menos prometedor. De hecho, muchos fueron senadores en el atardecer de sus vidas. El senado parecía más bien un asilo para jubilados de la política. Me explico con los siguientes ejemplos.
Ramiro Valdés Fontes, apodado “El sombrerudo”, era un líder sindical que se forjó durante el cardenismo y tenía 66 años cuando fue nombrado senador en 1994. Jorge Díaz Serrano, director general de Petróleos Mexicanos en la década de 1970, fue al senado como suplente cuando tenía la edad de 61 años. El general Juan José Gastélum, veterano de la revolución, tenía 81 años cuando fue senador en 1976 (murió en el cargo). Alejandro Carrillo Marcor tenía 62 años cuando es nombrado senador en 1970. Juan de Dios Bojórquez tenía 72 años cuando fue senador en 1964.
El de San Miguel de Horcasitas (Bojórquez) con legisladores
Como podrán notar en estos casos -y muchos otros-, se presentaba la generalidad de que el candidato al senado era un político de edad avanzada, por lo tanto no eran personas que se perfilaban a la gubernatura. En la mayoría de los casos, ser senador significaba prepararse para la jubilación (uno de los pocos casos que difieren con la regla es el de Alicia Arellano Tapia, madre de la actual gobernadora, quien fue senadora en 1964 a la edad de 25 años). De todos, sólo Carrillo Marcor brincó del senado al gobierno estatal, y esto debido a una crisis: la renuncia del gobernador Carlos Armando Biebrich.
Pero los tiempos han cambiado. Hoy, Alfonso Durazo es el más longevo de los candidatos al senado con 64 años, seguido de Antonio Astiazarán de 46 años y Sylvana Beltrones con 35. Y aunque Durazo ya es un sexagenario, no parece que busque la senaduría para después retirarse, como se usaba antes, sino para desde ahí intentar brincar al gobierno estatal, como se usa ahora. Eso sin olvidar que tiene prometido un cargo en el eventual gabinete de López Obrador.
El de Macuspana y el de Bavispe
Antes, las candidaturas al senado estaban apartadas para políticos cuyas trayectorias iban en declive, el senado era un asilo para políticos preparándose para la jubilación. Pero hoy, es claro que el senado se ha convertido en un trampolín, un espacio para políticos preparándose para la gubernatura o cargos más importantes.
Todas las elecciones serán importantes, la del presidente, alcalde, diputados federales y locales. Pero cuando les toque marcar la boleta de los candidatos al senado, no dejen de tener presente que el nombre que salga ganador, posiblemente lo encontremos de nuevo dentro de tres años en las boletas para elegir al siguiente gobernador o gobernadora.
Por Mirinda Grijalva
En portada, «Juan de Dios Bojórquez y legisladores conversando», fotografía en poder de la Fototeca Nacional del INAH.