Hermosillo, Sonora.-
Sin pretender contradecir a los artistas y críticos de arte que en semanas recientes han expresado su descontento por la aparición de esta escultura en el mero centro de la capital sonorense, vayan estas humildes líneas para celebrar su existencia.
La mañana de un viernes caminábamos Perla y servidor cuando fuimos sorprendidos por esta figura que representa al «venado», como llaman en los pueblos yoemes al danzante con cabeza de maazo y sonajas en las manos. Ah, sí: maazo significa venado en jiak noki o lengua yaqui.
Y sería que íbamos relamiendo el pan con mantequilla y café con leche del Mercado Municipal, o que no escuchamos la Mañanera de ese día, o simplemente que era una mañana feliz como las de Bob Ross, el caso es que nos pareció lindo y simpático el yaquesito, una forma distinta de imaginar al personaje más representado de Sonora.
Por cierto, supe que hubo pataleo por elegir la escultura de un yaqui y no la de un seri, que porque a los de Hermosillo nos va más un comcáac que un yoreme (absténganse expertos de gabinete, allá en el yaqui se llaman a sí mismos yoremes más que yoemes). Y tal vez tengan razón, pero pregunto: ¿no implica eso incurrir en un chauvinismo indigenista? ¿En un sectarismo de yoris? No lo sé.
Respecto al sofisticado punto de vista de nuestra artisteada hermosillense que ha circulado en redes un díptico comparando el frijol de Kapoor con el yaquesito de quién sabe quién (porque el H. Ayuntamiento optó por mandarte a la info vía un código qr), yo les digo que no le hagan al cochi con mal de ojo y vayan por una malteada de nuez al merca y de ahí se van al nuevo andador (estratégicamente ubicado en salve sean las tortas) y verán cómo la vida es bella.
Eso sí, qué chafas en elegir esa «placa» de cartón que pegaron al pie de la escultura.
Por último, decir que también considero positiva la aparición de esta figura porque nos recuerda que los yaquis son gente ruiseña y amable, no sólo «la indómita tribu yaqui» que historiadores y antropólogos refieren en sus tesis y papers.
Texto y fotos por Benjamín Alonso