Mario Welfo, quizá el primer suscriptor de nuestra edición impresa, nos hizo un diagnóstico de los primeros cuatro números y hoy lo retomamos de cara al noveno aniversario de esta empresa cultural que inicio labores un 28 de enero de 2015 🙂
Histórico e inédito, como dicen los gobiernistas sin perspectiva
De acuerdo a la taxonomía de las generaciones, los millennials nacimos entre 1981 y 1993. Somos una generación privilegiada porque representamos el eslabón que une dos etapas trascendentes en la historia contemporánea de la humanidad: la que experimenta el desuso paulatino y la extinción de ciertas tradiciones, costumbres, artefactos, consumibles, papel, etcétera, para dar paso a la tecnología y a la digitalidad. Somos afortunados porque vivimos el antes y el después y en el camino, nos hemos adaptado a ello.
De manera particular, la transición de los medios de comunicación a una era virtual ha involucrado una batalla feroz por sobrevivir a la evidente desaparición de los canales tradicionales. Los medios impresos, como el periódico o las revistas, han tenido que reinventarse y aunque poco queda, existe todavía una industria que los impulsa y un mercado que los consume. Sin embargo, es notoria su decadencia y evidente desaparición a menos que suceda un fenómeno de mercado extraordinario que al momento no lo tenemos en el radar. La industria del libro impreso se ha forjado por separado ya que se mantiene en producción y venta en la última década. Por otro lado, poco pudiéramos apostarle al periódico que, al igual que las casetas de teléfono instaladas en las calles, las nuevas generaciones ven como piezas de museo. Los jóvenes de hoy se asombran al observar un repartidor matutino en los semáforos.
Crónica Sonora ha sido una de las extrañas excepciones a la regla en estos últimos meses. Con un inicio arrevesado, vio la luz por primera vez como ejercicio periodístico en un formato digital en 2015. Para 2022 complementó su formato transitando de manera exitosa al papel, teniendo hasta este momento cinco ediciones impresas altamente recomendables. Resulta atípico en la actualidad que, mientras los periódicos dan el salto a la vida virtual, Crónica Sonora lo hizo al revés, transitando de formato intangible a sus ediciones impresas en las que combina diseño, fotografía, creatividad, diversidad, diversión y una chispa de picardía con la que disfrutamos cada uno de sus textos. No omito felicitar la iniciativa de su fundador, una mezcla de personaje hippie e islamista como lo definió uno de sus lectores, porque es una buena lección la que nos da al apostarle al lector exigente y tradicional como mercado.
En perspectiva, este esfuerzo resulta de interés para el registro histórico del surgimiento de medios de comunicación impresos en Sonora. Periódicos como El Pueblo, El Tiempo y El Imparcial, surgidos en la década de los treintas del siglo pasado, o como El Sonorense y Tribuna del Yaqui que iniciaron su actividad en los sesentas hasta llegar a los más recientes como Cambio, Entorno, Expreso, Media Zoom, Valor, El Sol de Hermosillo, entre otros. Crónica Sonora, estoy seguro, tendrá su lugar en esa lista. Para quienes en su momento estudien el tema, deberán destacarlo como periodismo cultural, plural, crítico y atípico a su época, combinación que escasea y por ello, resulta trascendente.
De la nostalgia a la denuncia y de la cultura a la diversión
Las cinco ediciones impresas de Crónica Sonora son un cúmulo de sorpresas. Imagino a su editor seleccionando y adaptando los textos a veces con cara sonriente y otras, hasta derramando una lagrimita.
Por ejemplo, su primera edición que circuló durante la primavera de este año, nos llevó de la mano a una reflexión impensada con anterioridad sobre las personalidades individuales del cuarteto de Liverpool, The Beatles. Sorpresiva portada y, más aun, explosivo contenido que digerimos con ferocidad gracias a su autora que nos interroga sobre la percepción que teníamos de este grupo musical. En esa misma edición, ya se asomaba el desencuentro que meses posteriores habrían de tener integrantes de la comunidad cultural con las autoridades estatales del sector así como un texto que más que carcajadas, generó profunda preocupación: “las doñitas ya no salen a barrer”. Catastrófico.
Para el mes de junio llegó la edición número dos de Crónica Sonora. En la portada unos niños y una señora que bien pueden ser usted o yo, o su hermano o su vecino. El retrato es de los años setentas u ochentas y de golpe nos regresa a nuestra infancia o juventud. Esa portada anuncia la nostalgia como principal ingrediente de la nueva compilación de textos. Sus páginas centrales se las dedican a las raíces familiares, a un pasado complicado pero feliz, en un ambiente en el que todos pudimos coincidir: una casa en un barrio popular; un padre albañil que regresa por las tardes en bicicleta y entre charcos y piedras, sus hijos lo esperan con la esperanza de que traiga de regreso tacos paseados de su lonche; un fin de semana atestiguando el ritual de los jóvenes que se alistan para ir a un baile popular de La Brissa o la Concentración; también muestra la tristeza y el consuelo de un escritor que terminó de ayudante de albañil construyendo una pared en la que sería su universidad pero a la que nunca ingresó por buscar un sueldo semanal.
En septiembre, Crónica Sonora engañosamente parecía revista ESPN. Con una fotografía del tenista Novak Djovik sentenciando “un par de agallas en un mundo de borregos”, Yesúa Molina dio cátedra de una necesaria reflexión post-pandemia: el tenista que no quiso vacunarse y por ello fue expulsado de Melbourne durante el “Open de Australia”, apelaba a su libertad de decisión, una garantía individual de todo ser humano consignada en las leyes universales y que esta edición retomaba para recordarnos que, entre todos los problemas, el análisis de todas las versiones debe regirnos antes de opinar. También, ese mes de septiembre nos trajo textos extraordinarios para entender la propuesta de un Barrio Chino en Sonora que, más allá de un interés clasista o mercantil, surge como un homenaje y reconocimiento a sectores de la población que aún siguen dando identidad y valor a nuestro Estado. Y ni qué decir de un adictivo texto de Teresa Padrón Benavides en el que el machismo queda expuesto sin importar el género de quien lo ejerza; un careo doliente entre expectadores de violencia contra la mujer y quienes solo observan sin impedir nada. ¿La muerte de un perro de 14 años nos acerca a un entendimiento primerizo sobre la muerte? La conciencia del amor y la vida es la lección humana más grande que aprendemos de una especie que no es la nuestra según Sara Dennis, colaboradora.
La edición de “La Marilyn” es la edición de octubre 2022. Nos recibe en sus primeras páginas con una entrevista de contrabando y traición que realiza Cipriano Durazo a Franco Félix. Para ambos, esta entrevista resulta botón de muestra de sus personalidades: un entrevistador ameno e incisivo, real y humorista mientras que el entrevistado evidencia en sus respuestas la inteligencia, puntualidad y su profundo sentido común, el menos comun de los sentidos en nuestros días. En esa edición, la encargada de darle identidad a sus páginas centrales es Eve Gil, que disecciona con maestría la versión cinematográfica de la novela “Blonde” en la que rescata a Marilyn Monroe y sus circunstancias; la desmitificación de personajes como John F. Kennedy que lo describe como un sobrevaluado presidente, patán y con una “inmaculada imagen del prohombre de estado”. Entre esas páginas, Benjamín Alonso despide a nuestra querida Magaly Romano y de pasada, aprovecha la edición para darle voz a Jesús Félix Uribe García, arquitecto, cronista y editor que compara la desfigurada y solitaria Sociedad Sonorense de Historia de nuestros días, con la grandiosa y recién formada Sociedad de aquel 1975 año en el que se fundó. Luego viene la triste crónica del Abarrotes Mariela que cierra en Tijuana porque sólo vendían 73 pesos al día y que obliga con nostalgia a repensar el valor de la tradición y la familia en nuestros días.
En esa misma edición un hombre escribe su experiencia con el cristal, su infancia llena de pesadillas por abuso sexual, el remordimiento que aún lo persigue de aquellos momentos en que se iba de casa para seguir drogándose mientras sus hijas padecían en cama y el miedo de hoy, por la tentación de tener nueve meses limpio de drogas pero con posibilidad de doblegarse y caer. Ramón Valdéz registra con puntualidad una cronología sobre el erotismo disidente y la homosexualidad gerontofílica, que más que un artículo de opinión, es una guía de aprendizaje para entender a profundidad la lucha valiente por la diversidad.
Eso es Crónica Sonora. Si usted, estimado lector, interesada lectora, no ha tenido la oportunidad de coincidir con su sitio en internet o toparse con un exquisito y breve ejemplar, lo invitaría a hacerlo. Como suscriptor, además de tener asegurada la versión impresa, su fundador me obsequió una taza con la que cada mañana tomo café y recuerdo que faltan menos días para que llegue, como él bien lo describió , “esa chingadera”. Espero que el obsequio no haya generado pérdidas a la empresa.
Por Mario Welfo Álvarez Beltrán
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En portada, Gabriela Lizeth Rangel lee la edición de octubre-noviembre de 2022 de CRÓNICA SONORA, retratada por Benjamín Alonso Rascón
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