La elegante Michel Axel, en este día que andamos bien cinematrográficos.
Provechito
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¿Quién serás esta noche en el oscuro
sueño, del otro lado de su muro?
J.L. Borges
Cuando un pensamiento nos perturba o nos conmueve profundamente, atraviesa barreras hasta albergar el subconsciente, y nos acompaña en la vigilia, nos persigue en el sueño: es entonces cuando peligramos, porque en el mundo de los oniros gobierna lo irracional, lo posible alcanza niveles inconcebibles y ahí no hay nada que podamos hacer, o a dónde escapar, sino esperar el fin del sueño.
Quizá una idea parecida tenía Jorge Le Brun cuando soñó La isla de los Oniros (Sonora, 2016) un cortometraje que durante 17 minutos nos pasea por recónditos paisajes que nos sorprenden gratamente reconocerlos como sonorenses.
De inicio, una isla es una separación, un espacio que por su condición encierra cierto enigma. Por su parte, lo onírico, el sueño, es una burbuja distante que pertenece a otra realidad (o a ninguna). Unidas estas dos forman un mundo que sobrepasa lo real mediante la expresión automática del subconsciente, hablamos de surrealismo. Si algo bueno ha tenido éste como movimiento cultural es la libertad que le concede al arte: y al mismo tiempo cada metáfora representada es rotundamente imprescindible. Así resulta con cada escena en el cortometraje de Le Brun (Sonora, 1990) que muestra sugerentes cuadros sin subestimar al espectador, quien tiene la tarea de interpretar cada símbolo que se le ofrece.
Cada escenario remite al olvido, se nos presentan lugares que por oscuros son desolados; -cuevas, cementerios- pero salpicados de colores vivos del que resulta un bello y agresivo contraste, así encontramos, por mencionar alguno, la fotografía de un mar calmo y en medio, acompañándolo a manera de gran choque, una carpa rojísima sembrada en la arena. La música, además de ser un reflejo de los espacios, será quien marque la línea narrativa dibujando los matices en cada parte del film mediante rústicos sonidos a cargo de un piano con mucho carácter, tenso, como su trama; que buscará provocar persecución, trance y delirio; así suplirá al verbo en esta ocasión escaso, casi inexistente.
Es cierto que no pasan desapercibidos uno o dos guiños que, por sus formas provocadoras, nos recordarán a Luis Buñuel en tanto la fuerza de las imágenes y la incertidumbre sobre hacia dónde nos conducirán las escenas; nada extraño que el ideario del mayor exponente de cine experimental se filtre aún en producciones actuales. Así pues, si al final del cortometraje terminan con un dejo agridulce en la boca, no habrá que preocuparse: el cine, el arte mismo tiene que ser así, crear para sacudir y regresarnos a casa con la cabeza dando vueltas, cuestionándonos, de lo contrario no habrá cumplido su misión.
POSDATA
Lo que quiero decir es que se deje seducir por el arte local, hagamos tantito a un lado lo malinchistas y vayamos a ver qué se está creando acá en el desierto, donde a pesar de sus condiciones extremas hay vida inteligente. La isla de los Oniros se exhibe este domingo 28 de mayo a las 19 horas en Librería Alonso, en el marco de las Fiestas del Pitic. Que así sea, la invitación queda extendida.
Por Michel Axel
Las imágenes visuales pertenecen al corto de marras: La isla de los Oniros (Sonora, 2016)