[hr gap=»30″]
¿Y si decimos que la era Obama fue una ilusión? ¿Qué tal si pensamos en todos aquellos blancos liberales que expiaron siglos de culpa con su voto demócrata, pero que ya se olvidaron de todo? ¿Y qué hay de nosotros mismos? ¿Acaso no hay gente que ha comprado, por ejemplo, todo el discurso de rechazo hacia las expresiones musicales de la cultura afro americana actual?
Negros, migrantes, indígenas, indigentes, homosexuales y lesbianas. Parecería que abrazamos un discurso incluyente y abierto. Sin embargo, a fuerza de eufemismos – no digas “negro”, di “afroamericano”; ya no se dice “indio”, sino “etnia” – , una parte importante de la sociedad ha logrado disfrazar prejuicios, envidia, aborrecimiento, lástima y repugnancia
De eso va ¡Huye! (Jordan Peele, 2017), extraordinaria película que mezcla la comedia y el terror para construir una denuncia social que estremecerá, incluso, a los espíritus más políticamente correctos.
Chris (Daniel Kaluuya) es un exitoso fotógrafo de Brooklyn. Su blanca novia, Rose, le invita a pasar el fin de semana en casa de sus padres: “Do they know I’m black?, pregunta Chris, y la respuesta es de las mejores escuchadas en cine: “If they could, they would have voted for Obama for a third term”.
Sí. Esta es una combinación entre Adivina quién viene a cenar (Stanley Kramer, 1967) y Los padres de la novia (Jay Roach, 2000), aunque a medida que avanza nos permite reconocer más abreviaturas y reconocimientos a filmes anteriores.
Todos los elementos de una cinta de terror están ahí.
La casa en el bosque, los padres condescendientes, sirvientes de color que actúan de manera extraña y que visten con la moda de los 60’s, un cuñado incómodo, una fiesta de amigos blancos capaz de poner nervioso a cualquiera y la certeza de que algo ominoso, oscuro y siniestro, ha sido puesto en marcha para amenazar al protagonista.
El ritmo de ¡Huye! cautiva y hechiza. Juega con todos los clichés del género de terror, pero al aprovechar la plataforma del racismo, se convierte en una de las propuestas cinematográficas más memorables del año.
Jordan Peele, en su debut como director de cine, ha logrado un ensamble de actores que funcionan a la perfección. Desde Daniel Kaluuya y sus intensos close ups, hasta los villanos caucásicos, abyectos, progresistas, liberales, paternales, eutrapélicos e insoportables.
Es un alivio poder odiarlos por otras causas que no sean sus indulgentes sonrisas y sus hipócritas modales.
¡Huye! entra en la cresta de la ola afroamericana en el cine. Después de 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2012), Selma (Ava DuBernay, 2014) y la reciente oscarizada Moonlight (Barry Jenkins, 2016), arrancada de las blancas manos de La La Land (Demian Chazelle, 2016), nos aguarda en la sala de cine esta “pesadilla” de negro humor negro.
Los zombies vienen de la tradición africana que se asentó en el brutal período esclavista en Haití. Las peores amenazas están en el bosque, lejos de la tranquilidad que nos proporciona la ciudad. Detrás de lo políticamente correcto se oculta lo perverso. Los que dominan y los sumisos siempre son los mismos. Cambia el discurso, jamás la realidad.
Una versión diferente, actualizada, de El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968); un saludo ácido, pero afectuoso, para La noche de los muertos vivientes (George A. Romero, 1967) y el mismo mensaje: el inocente que cae en las garras de un grupo de acomodados blancos, una minoría fanática y peligrosa en la era Trump.
Con apenas 5 millones de dólares como inversión, ¡Huye! había recaudado hasta la última semana de este mayo más de 150 millones, nada mal para una cinta de apariencia comercial cuyos malabares han despertado un interés excepcional.
En una de las secuencias de importancia, el protagonista aparece en posición vulnerable. De repente nos percatamos de las luces azules y rojas, escuchamos la sirena de la ley. Y de inmediato nos preocupamos por lo que pueda ocurrirle a Chris. ¿Por qué? Porque hemos aceptado, sin cuestionar, el discurso de los abusos policíacos.
Más reveladora resulta la postura política de ¡Huye!: ¿Y qué tal si Barack Obama no fue otra cosa sino un blanco dentro de piel negra? ¿Y que si el pensamiento liberal resulta ser una careta para poder despertar todos los días sin remordimiento alguno?
¡Huye!, en ese sentido, es un espejo que refleja lo más profundo del prejuicio. Ese que está en el ADN de las mejores intenciones pero que al convertirse en un discurso fundamentalista termina por volverse en contra de todos.
Por Horacio Vidal
[hr gap=»»]