De acuerdo con la periodista británica Shane Wilson, aquellas personas que han dejado de tomar en cuenta su edad para vivir en según sus intereses, son midoréxicas. Esto significa que son “víctimas” del último síndrome de moda: la chavorruquez.
Midorexia, entonces, es la creencia de que no sólo se puede ser atractivo para siempre, sino que la edad nos convierte en individuos todavía más seductores y sería un crimen no aprovechar al máximo esta circunstancia antes que sea tarde: los cincuentas, ¿son los nuevos treintas?
Ahora, recordemos a Kandinsky al inicio de Sobre lo espiritual en el arte (1912): “Toda obra de arte es hija de su tiempo y con frecuencia es madre de nuestros sentimientos”; si cada obra depende del momento histórico en el que ha sido hecha, siendo imposible repetir el milagro, ¿de donde surge el aparente éxito cinematográfico de los remakes?
La respuesta es cínica y contundente: del afán por ganar más dinero.
Sin embargo hay excepciones. Hitchcock realizó en Estados Unidos – a la perfección – El hombre que sabía demasiado (Alfred Hitchcock, 1956), superando a su versión original de 1934; además, está la australiana Horas de terror (Michel Haneke, 1997) y su autoplagio a la americana de 2007, con la proverbial justificación de Heneke: “es que no quería que nadie mas la arruinara”.
Así llegamos a Gloria Bell (Sebastian Leilo, 2018), repetición hollywoodense de su propia cinta chilena, estrenada en 2013.
Crónicas sobre esta producción revelan que fue Julianne Moore quién solicitó y financió a Leilo, emocionada por interpretar un papel poco común en la filmografía norteamericana: la mujer en la cincuentena, rebelde y vital que se pregunta, ¿y ahora qué?
Gloria Bell inicia en un antro. Ahí es posible bailar y gozar a partir de una programación llena de nostalgia ochentera. Gloria (Julianne Moore) aparece aún deseable, dispuesta a ligar con la esperanza de encontrar un alma gemela, un interés romántico. No importa quien, solo que llegue.
Con una puesta en escena entre lo íntimo y lo documental, descubriremos que Gloria es divorciada, tiene dos hijos: Peter (Michael Cera), quien ya la hizo abuela, aunque éste sufra una crisis de paternidad y Anne (Caren Pistorius), una joven en busca de su propia identidad.
Además, la protagonista lleva una vida activa. Trabaja para una compañía de seguros, acude al yoga y a la risoterapia y lleva una relación saludable con Dustin, su ex marido (Brad Garret) y con Hillary, su madre (Holland Taylor).
Y, al volante, disfruta escuchando y cantando melodías pop y disco tan de moda hace más de treinta años.
El flirteo incidental, una noche de copas, una noche loca, con Arnold (John Turturro) despierta en Gloria la ilusión de conquistar y dejarse conquistar por Mr. Right Guy. ¿Estará Arnold a la altura de las circunstancias?
Las diferencias con la película sudamericana original son tangenciales, pero inevitables. No existen comentarios políticos o sociales y en el entorno urbano de Los Ángeles se respira un talante menos machista que en Chile. La rutina y las sorpresas de Gloria brotan de un manantial más transparente y ligero.
Así, la fuerza de Gloria Bell se debe a la soberbia y puntual actuación de Julianne Moore. Es un mosaico magnífico. Sexo entre cuerpos imperfectos pero anhelantes; encuentros y desencuentros, patéticos y gloriosos (nunca mejor empleado el término); aventuras y desventuras que solo pueden aparecer a la edad en la que “ya casi todo ha pasado”.
Sebastian Leilo deja correr un playlist que conocemos desde hace muchos años. Gloria es ese playlist. Y sabemos con que canción habrá de concluir esta película. Faltaba más.
Entre Gloria de 2013 y Gloria Bell de 2018 se cuela el recuerdo de Las noches de Cabiria (Federico Fellini, 1957) y su emotiva secuencia final. Cabiria (Giulleta Massina), con el corazón destrozado, descubre en una canción juvenil que la rodea, la certeza de que mañana será otro día y que todo vuelve a empezar.
Pero en esta cinta, femenina, que no feminista, la audiencia le pregunta a la midoréxica Gloria Bell, ¿y ahora qué?
Chavorrucos y chavorrucas del mundo, ¡uníos!
Qué leer antes o después de la función
Manual para mujeres de la limpieza, de Lucia Berlin. Su estilo se inserta en la tradición chejoviana en cuanto a la construcción de historias cortas, atractivas y fluídas.
Hay una carga evidente de experiencia personal. Alcoholica, hermosa, contradictoria y sincera, en cada relato que forma este libro, entrega la verdad y la honestidad, aunque esto signifique la humillación propia.
Descubierta, publicada y admirada después de su muerte en 2004, la escritura de Lucía Berlin aparece como un clásico instantáneo que merece ser visitado una y otra vez.