Hermosillo, Sonora.-
Tuve la gran fortuna de ser alumno de la doctora Raquel Padilla Ramos. Por aquellos años de principios de siglo, la profesora nos invitó a varios eventos para hacer público nuestro descontento con la destrucción de los inmuebles históricos de Sonora, concretamente el Internado Coronel J. Cruz Gálvez, que el gobierno estatal (durante la administración de Eduardo Bours, 2003-2009), quiso demoler para construir ahí una tienda departamental, si mal no recuerdo una tienda Coppel. Traigo este recuerdo a la vida porque, por esos mismos años, la profesora Raquel nos advirtió que la Escuela Leona Vicario era otro inmueble constantemente amenazado que necesitaba ser defendido de quienes daban prioridad al valor comercial del terreno sobre el valor histórico, cultural, arquitectónico e identitario del edificio.
A principios del siglo XX, pocas personas pensaban en la importancia de la educación de la mujer. Pero, incluso sin ser un tema de interés público, el gobierno del porfiriato creó la primera escuela pública orientada a educar a las mujeres sonorenses, y la nombraron en honor a una heroína mexicana: Leona Vicario. Así, en un terreno que con anterioridad fue un panteón, el 5 de febrero 1910 se inauguró el Colegio de Niñas Leona Vicario. El acto fue precedido por el entonces gobernador (y último del porfiriato) Alberto Cubillas, por el destacado profesor Heriberto Aja y por el exgobernador Luis Emeterio Torres.
El legendario profesor Heriberto Aja
La escuela fue un reflejo de los deseos del régimen de lograr el progreso de la sociedad, así como un chispazo en el avance de la superación de la mujer, pues como dijimos, fue una escuela destinada a la educación de las mujeres, que llegó a albergar a 400 infantes. Esta orientación de género (¿podemos llamarla así?) fue muy avanzada para su tiempo (recuérdese que en ese año las mujeres no votaban, no eran consideradas ciudadanas y se les negaban muchos derechos). Incluso el discurso de inauguración parece de otra época, pues el exgobernador Luis E. Torres subrayó la importancia de la educación de las mujeres y el deseo de que pudieran ocupar un puesto distinguido en la sociedad, expresando, además, la creencia de que en Sonora las mujeres eran más inteligentes que los hombres.
Nada queda de ese recuerdo. Actualmente, cuando pasamos frente a la Escuela Leona Vicario, nada nos indica ni nos recuerda, que se trató de uno de los primeros esfuerzos para la superación de las mujeres. La escuela debería reflejar aquello y ser punto de conmemoración, sobre todo para el feminismo.
No sólo eso, también es una joya de la arquitectura sonorense, pues en sus muros descansa el trabajo de dos de los más destacados constructores que han habitado nuestro estado: el edificio fue obra del ingeniero militar Felipe Salido Zayas, también creador de otros edificios históricos como el Cuartel 14 y la Casa Arias; y el túnel que conecta a la escuela con el parque, fue obra del arquitecto Gustavo Aguilar, urbanista que trazó muchas de las calles que hoy recorremos y diseñó muchos edificios como el Hotel Laval (otro edificio que está urgido de rescate), y los palacios de gobierno de Hermosillo y Cajeme.
Nada en la Escuela Leona Vicario nos recuerda que fue un espacio para educar a las mujeres, ni su legado arquitectónico. No sólo eso, cuando pasamos frente a la escuela, vemos que se encuentra cerrada y totalmente abandonada, cuestión que provocó este texto. Durante la pandemia cerró sus puertas, pero, por razones que desconozco, al volver a la normalidad no se reabrió. Los niños y niñas fueron reubicados en otra escuela y la centenaria Escuela Leona Vicario, punta de lanza de la educación femenina y herencia de los constructores de Sonora, se dejó completamente abandonada. ¿Estarán esperando a que se caiga para construir un Coppel?
Texto y fotografías de lo que queda de la «Leona Vicario» por Mirinda GD
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