Por obra y gracia del filtro digital, la reciente aplicación cara de gato de Snapchat resultó un pasatiempo extraordinario por las reacciones de los mininos al ver a su amo transformado en otro felino. Los micifuces se aterrorizaban. Durante una temporada, en redes sociales se compartieron cientos de cómicas y sorprendidas mascotas.
Además, el meme del “gato respondón” aún provoca risas y carcajadas. “Me dijiste que era el amor de tu vida”, reclama la histérica mujer; “tengo siete”, contesta el michi cabrón. Uno de los favoritos.
Gatos, internet, culpa y felicidad. Los miau dominan el epicentro del mundo virtual que hemos creado en la red.
Entonces, con manadas de amantes gatunos en el planeta, un musical longevo que los celebra – más de 25 años representándose en Londres, Tokio y Broadway -, el atractivo elenco y la cola experimentada de un director que se antojaba infalible, ¿qué podía malir sal?
Casi todo, por desgracia. Casi todo. Aunque, ¿esto es necesariamente fatal?
Así, Cats (Tom Hooper, 2019) hace honor a su origen, más no a su destino. Vamos por partes: teatro no es igual a cine; si usted está familiarizado con la representación original de este espectáculo, sabe que, en apariencia, este es un musical que no tiene argumento.
Se trata de una colección de canciones por Andrew Llyod Webber, que toman como punto de partida poemas de T.S. Eliot en “Old Pussum’s Book of Practical Cats”, divertimento que el célebre autor dedicó a sus sobrinos.
Entonces, llevar a la pantalla Cats era una empresa casi imposible.
En las calles de Londres, la gatita Victoria (Francesca Hayward) es abandonada. Munkunstrap (Robbie Farchaild) es Don Gato con su pandilla que sale al encuentro. Es revelado que llega a tiempo para el ritual anual donde la vieja Gatusalém (Judi Dench) seleccionará a aquel michi que tendrá una nueva vida. Hay muchos concursantes, incluyendo al temible Macavity (Idris Elba) para quien ningún medio es demasiado sucio para sacar de la competencia a sus rivales.
La tribu de gatos jélicos debe decidir cuál de ellos renacerá en nueva existencia. ¿No se suponía que los mininos tienen siete vidas? Quizás se las acabaron. ¿Quién será el próximo gato volador?
Como un musical de vanguardia, Cats contaba con elementos que pudieron salvarla del desastre total. Nuevas coreografías han sido ejecutadas por el equipo de Hamilton, grandiosa obra en Broadway; así han sido incorporadas, en nombre de la coyuntura, secuencias de baile urbano hip hop que respiran el tono primigenio de la extraña comedia.
Fiel al texto y al contexto original, Cats se preocupa por dar a cada personaje un momento de lucimiento. Destaca, sin duda, “Memory”, interpretada por Grizzabela (Jennifer Hudson), como la melodía más poderosa de la producción.
Sin embargo, merece atención “Gus, the theatrical cat”, en la voz de Ian McKellen, como viejo felino de la legua con una de las mejores frases de la película: “Today any cat gives himself an air of leon”. Y, por supuesto, su estribillo lapidario: “These modern productions are all very well, but there’s nothing to equal, from what I hear tell, the moment of mystery, when I made history, as Fireforefiddle, the fiend of the fell”.
Y esta canción es conmovedora por la genialidad de Ian McKellen. Es un obsequio ver al anciano actor recordar sus antiguas glorias y lamentar el inexorable paso del tiempo. De noche, todos los gatos son pardos.
Cats alcanza cuotas de espectacularidad en dirección de arte y coreografías. Pero se vuelve difícil de digerir cuando realiza close ups. La combinación de maquillaje con CGI no es perfecta. Se parece demasiado a la aplicación de Snapchat. Puede causar risa o miedo. No lleven a sus watitos. Quizás se asusten.
Bizarro bestiario entre humano y gatuno. ¿Es Cats una aberración estética? No es para tanto, aunque ese pastiche entre teatro, cinematografía y efectos digitales se presenta en los tejados con poca pericia. Y ese es el problema. O su principal virtud.
Porque no es sencillo crear un producto capaz de sorprender, para bien o para mal. Cats es, por lo pronto, una cita obligada en el cine. Claro, si antes nos damos una vuelta por los bares.
Surrealista, absurda, dadaísta, zoofílica y erótica – esos micifuces antropromorfizados danzando “desnudos” – Cats puede convertirse en cinta de culto, como desde antaño lo es The Rocky Picture Horror Show (Jim Sharman, 1975) y es muy probable que esto suceda en poco tiempo.
Después de todo nos encanta buscarle tres pies al gato.
Qué leer antes o después de la función
El Maestro y Margarita, de Mijail Bulgákov. En esta enorme pieza literaria el demonio llega a Moscú, durante la inhumana y ateísta dictadura de Stalin, acompañado de Popota, gato negro.
Sus fechorías siempre quedan impunes. Camina en dos patas. Juega ajedrez. El gran minino, séquito indispensable del maligno. Popota es uno de los personajes maravillosos de las novelas del siglo pasado.
El arte de lo grotesco adquiere en Popota, el gato infernal, uno de sus representantes inolvidables.
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