Señores, la pluma de Hugo Medina, aquí y ahora, en Crónica Sonora (qué rima).

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Llegar a la Feria del Libro de Hermosillo, instalada desde hace ya varios años en un local trasero y olvidado del Galerías Mall, una especie de granero hípster, cuyo único sistema de “refrigeración” son tres abanicos industriales mal colocados, viene siendo por sí mismo un periplo: el estacionamiento, inmenso, siempre se encontraba abarrotado (ignoro si esto es habitual) e intransitable, con autos amontonados de forma caprichosa por las orillas, encima de las banquetas o, como el infaltable Don Vergas, ocupando dos sitios. No había de otra que buscar algún lugar lejos de la entrada principal o llegar en otro medio de transporte. Puede parecer queja, pero hay que notar que bien sirve para que el lector camine o, bien, se desanime y se vaya a su casa a ver Netflix o jugar Fifa 2016. Sería interesante saber quién diablos se engrosó la cuenta bancaria con la renta que se pagó por estos días de Feria, aunque lo más probable estemos ante una especie de mecenas o filántropo anónimo, de esos que abundan en nuestro México, que cede ese espacio comercial sin ánimo de lucro, como contribución a la formación cultural de los hermosillenses.

 

Pero bueno, siempre van a ser loables los esfuerzos por difundir la lectura y enaltecer la noble labor de los escritores; lo contrario sería un disparate. Es justo que al menos una vez al año los literatos se reúnan para conocer las novedades, para acercarse a lo que hacen los colega en otras parte del país y del mundo, para celebrar a los libros y seguir creyendo que tienen un aura especial de sofisticación. La Feria del Libro organizada por el Instituto Sonorense de Cultura (ISC) ya es una tradición y admite por igual tanto al lego, al distraído, al curioso, como al autodidacta, al autor consolidado, al académico. Este año ha sido un éxito, si por ello se entiende el flujo de personas que atravesaron los establecimientos, aunque nomás hayan transitado solo para llegar al estacionamiento. No sé si haya sido un triunfo en ventas, aunque intuyo que sí lo fue. Si nos ponemos exigentes con los sellos editoriales y librerías que expusieron su material, me pareció una Feria del Libro muy pobre, rayando en lo mediocre.

 

Lo mejor de los estands sin duda se encontraba en los lugares de libros usados (y también en los dedicados a los niños): joyas a precios que iban de los diez a los cincuenta pesos, claro, con sus excepciones cuando se trataban de ediciones viejas de Octavio Paz o Carlos Fuentes o textos casi sagrados para los más posmodernos, como las versiones ochenteras de Barthes, Baudrillard, Deleuze o Ricœur. En cuanto a las casetas que albergaban los sellos más importantes, los precios eran los mismo que los que se encuentran en Gandhi o El Sótano: el ahorro viene en los costos de envío, por su puesto, pero no deja de ser un lujo gastar $300 pesos en, por ejemplo, Orígenes de Neil deGrasse Tyson y Donald Goldsmith, o “perder el respeto a ley severa” y desenfundar $600 pesos por un miserable tomo de los seminarios de Lacan, o sacarse de onda con los $160 pesos que cuesta la edición conmemorativa de Aura de Carlos Fuentes, cuando la edición normal sale a tan solo $80 pesos.

 

Cabe hacer mención que, por mucho, los libros más discriminados fueron, como ya viene ocurriendo desde 1990, los de evidentes referencias socialistas, con títulos tales como “Por qué es mejor la educación con enfoque marxista”, “Estudio leninistas de la poesía amorosa venezolana”, “La ciencia futurista en la URSS”, “La vía bolchevique del zen”, “El arado y la Guerra Fría”, “Encuentro cercano del tercer tipo con las revoluciones técnicas en América Latina”, entre otros títulos vintage.

 

Aunque la Feria es pequeña, fue contundente el predominio de los sellos editoriales más grandes, como Alfaguara, Anagrama o Paidós, que a pesar de promover descuentos tímidos, sus precios son muy elevados, obvio, con calidad de materiales superiores. Inexplicable la ausencia de los libros de Seix Barral: nada de lo nuevo de Rushdie o al menos la edición doble del Hombre sin atributos de Musil. Ya sé que peco de específico, pero en serio, había que hacer un gran esfuerzo de búsqueda para encontrar libros de esta editorial, que a mi gusto ha publicado las mejores novelas en habla española de los últimos 16 años, mínimo.

 

Lo más frustrante, sin embargo, fue la ausencia de libros de poesía actuales: sí, estaban los mismos libros de Neruda, Paz y Sabines, la imagen más cliché para el lector novato de lo que es la poesía contemporánea. Sería interesante mostrarle lo más novedoso, que es, se supone, uno de los objetivos de estas reuniones anuales: nada de las preciosas ediciones de Atrasalante, de Mantis, de Aldus, Tierra Adentro o Almadía, por mencionar las que cabría imaginar tendrían un espacio decoroso.

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Yo al señor de Ediciones Era: “¿Algo de Julián Herbert o Jorge Fernández Granados?”, “no”, me contestó cortante, como si fuera un médium de los demás estands. Más adelante, encontré un puñado de libros de poesía de alumnos del Cobach: “¿Cuánto es por todos?”, pregunté cartera en mano, desesperado por llevarme algo de poesía nueva. El encargado, un señor de significativo tonelaje, me respondió: “No se venden. Son solo de exhibición”. WTF? “¿Y cómo le hago para conseguirlos?”. “Lamentablemente no se venden…”, recalcó, regodeándose en su crapulencia. Una feria del libro que no vende poesía… ¿qué jodidos pasa? “Pero los puede descargar en la página del Cobach Sonora”. Salí pensando que ni de loco entraría a la web del Cobach, adivinando la multitud de menús, submenús y micrositios que tendría que explorar para dar con susodichos materiales. ¡Nah! Vi el futuro: “Feria del Libro Digital”, desde casa, a través de un avatar de Second Life.

 

Más grave aun cuando me di cuenta de que no había nada de los principales expositores que se habían traído para dictar charlas en el grandilocuente auditorio Cervantes: imposible encontrar los libros de Xitlalitl Rodríguez Mendoza, de Hernán Bravo Varela, de Ángel Ortuño o de Mónica Nepote. Tampoco estoy seguro de haber visto en el estand del ISC algo de la poeta homenajeada Alba Brenda Méndez, aunque no dudo de que se haya vendido todo (el del ISC era el único puesto que exponía los libros más recientes de los poetas de la región). En fin: tampoco nada de Luigi Amara, Luis Vicente de Aguinaga o Christian Peña; ¡ja!, ninguna referencia al premio Nobel. Tan siquiera hubieran nombrado “Auditorio Bob Dylan” al templete donde se presentaron Los Apson.

 

Salí pensando en cómo esa Feria era un microcosmos perverso que reflejaba a las avariciosas y grandes empresas editoriales tipo Corporación Umbrella de Resident Evil, que imponen sus gustos, con esa sobrepoblación de libros juveniles de dudosa calidad literaria que acaparaban las mesas principales ad nauseam. Guardé el dinero para pedir mejor por Gandhi o por la librería virtual del Fondo de Cultura Económica. Eso sí: salí con dos libros de las primeras publicaciones legendarias de la editorial Minotauro de Ursula K. Le Guin. Nomás.

 

En cuanto a las presentaciones, ciertamente hubo un intento por equilibrar poesía, ensayo y narrativa, aunque es difícil entender eso cuando tienes como invitado a Irvine Welsh. Esperemos a ver dentro de unas semanas, cuando pase la algarabía, que llegue el reportero aguafiestas preguntando en Transparencia cuánto costó traerlo. A pesar de ello, es un punto positivo y álgido para el actual ISC, pero (siempre hay un pero) no alcanzo a comprender por qué no dejaron a dos escritores locales conversar con el autor y decidieron subir al escenario a Paola Tinoco y a Alberto Chimal, cuya presentación resultó tan soporífera que parecía estaban compitiendo para ver quién adormecía más rápido al enfant terrible de las letras inglesas.

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¿Creerán en el ISC que en Sonora no existen escritores que lean y entiendan las obras de Welsh? ¿Somos tan obtusos los provincianos que es menester traer a intelectuales del centro del país para que nos ilustren sobre los arcanos del autor escocés? El ISC se comporta como el niño cool que no quiere que su nuevo mejor amigo conozca a su tío malhablado y pedestre, aquel que no para de hablar de forma frenética de la carne asada y del calor de 48 grados. ¿Es en serio que no le preguntaron nada sobre el fútbol, una de las pasiones mejor dibujadas y criticadas en su narrativa? No: no vaya a pensar que somos incultos, unos antropoides, como diría de nosotros Voltaire. ¿O de Crimen, su novela anti-Lolita? Ya, pues.

 

A lo mejor piensan que aquí no hay intelectuales políglotas… o intelectuales. ¿Pasará esto por un prejuicio sobre las capacidades de los escritores locales? ¿Tienes que ser muy compa del Director del ISC o de los organizadores para que algo cercano a esto ocurra? Es en serio, jamás entenderé cómo es que la Feria del Libro de Hermosillo nunca ha sido un foro para escritores sonorenses y se limita a estratificar, incluso, a los premiados de años anteriores programándolos en horarios infumables, como dando por hecho de que ya se cumplió con darles un espacio en foros más pequeños o más grandes, establecidos con sabe qué criterios. Esto no es una práctica nueva, es justo admitirlo. Hace menos de diez años ni siquiera se presentaban obras ganadoras del Concurso del Libro Sonorense en la Feria del Libro, aunque se compensaba con eventos especiales en solitario o a dúo organizados por el mismo ISC. Ahora, el escritor se las apaña como puede para llevar sus libros a otras partes de Sonora.

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Lo curioso es que tanto Josué Barrera e Iván Ballesteros, que han practicado la crítica a las instituciones culturales en el pasado, no han aprovechado para darle un giro a estas situaciones que sin duda son reversibles. Confío en que habrá, ahora que les toca estar del lado institucional de la cultura sonorense, suficiente autocrítica para hacer participar más al escritor local en los foros estelares de la Feria del Libro, incluso siendo interlocutores de invitados internacionales. Creo que los autores se lo han ganado a pulso y han demostrado tener suficiente calidad como para figurar en el panorama de las letras mexicanas.

 

Me guardaría el comentario si el “Festivus” local libresco fuera organizado con recursos de Carlos Slim, con los de algún magnate ferretero de Hermosillo o con los del dueño del América, pero no: se hace gracias a la sodomización fiscal que padecemos los contribuyentes; no es la Feria de Mario Welfo Álvarez ni de Josué Barrera ni de Iván Ballesteros. Por lo mismo, habrá que incluir a escritores que no necesariamente comparten sus gustos literarios o que puedan resultar “incómodos” porque, en lugar del elogio o del silencio, eligen criticar lo que se está haciendo. Ojalá no se genere la percepción de que la Feria del Libro es un evento exclusivo para los cercanos de los funcionarios del ISC, primero, y después, si sobra algo, para el resto de autores del estado.

 

Por Hugo Medina

Fotografía de Joel García

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Sobre el autor

Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad de Sonora y maestro en Letras Españolas por la UNAM. Ha obtenido, en diversas ocasiones, el premio del Concurso del Libro Sonorense en poesía, cuento, ensayo y novela.

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12 Comentarios

  1. excelente texto, Hugo, que siga la feria…unas líneas de Welsh, tuyas, y de Ursula K, quedarían muy bien, para engrandecer nuestro alcance…
    el artículo leíble, de pea a pa, crítico, con mucho bagaje, a todo dar…con razón en sus argumentos, fui a la Feria, quiero que siga y esté mejor

  2. Excelente texto, Hugo, te puedo decir que lo de la poesía no responde a ninguna conspiración de los narradores ni de otra casta ni mucho menos, la verdad cruda y dura es que la poesía no vende, sólo la consumen lxs poetxs y muchas veces ni ellxs. Y por cierto aparte de los poetas que mencionas también teníamos algunos títulos de poesía de Pacheco (y regresamos con todos :(). Lo siento, para la próxima prometo que retomaré el rollo de la difusión y traeré más poesía, aunque sea de muestra, chance y llegues y compres algo, como buen poeta. 😉

    1. Gracias, Aldo, sé que Conaculta o quiénes sean no surten las librerías de Hermosillo. Si la poesía no vende, mucho menos venderá si NO hay libros. Pacheco, Paz, Neruda, Sabines, et. al., son autores de cabecera que prácticamente se encuentran en cualquier hogar, vaya, hasta en los libros de la SEP: no hubo nada de nuestros poetas mexicanos publicados por las numerosas editoriales enunciadas en mi escrito. También estoy seguro de que regresaste con novelas o ensayos que no se vendieron. Y, para terminar, en las ferias del sur hay muchísima poesía de los autores que enumeré en mi artículo (y de los que no también). Hay que terminar con el prejuicio de que el sonorense no lee poesía y por ello es mejor dejar los libros guardados porque, pues, somos una especie de pendejos. Conozco clubes de lecturas en el estado que terminan comprando poesía por Internet, lo cual, pues, compensa el abandono y este tipo de prejuicios en una FERIA DE LIBROS.

    1. Aldo, gracias por tu comentario, aunque tu librería es un pulmón importante en Hermosillo, me refería más bien a Almadía o Era que pues no llevaron en sí nada. Una duda existencial: ¿el ISC les pide alguna relación de ventas al final para sacar cuentas de más o menos cuánto se vendió o ni al caso, no les pide información? Saludos.

  3. HUGO, respecto a lo que dices de …aunque lo más probable estemos ante una especie de mecenas o filántropo anónimo, de esos que abundan en nuestro México, que cede ese espacio comercial sin ánimo de lucro, como contribución a la formación cultural de los hermosillenses… Galerías no le cobra al ISC nada.

  4. Hola Hugo, acá Paco, llegando tarde a la polémica. Muy buen texto, muy necesario, tú rifando. Me uno a la comenta sobre un par de aspectos, empezando por los abanicos: sin duda fueron de lo mejor, más buscados que cualquier escritor, stand o funcionario, y también más rechazados. Hablas sobre la mediocre oferta editorial, en lo cualitativo es limitada y “dudosa” dices, en los precios varía poco. Más acá de Nitro/Press y el mega stand de Colofón, tampoco vi serias rebajas (nosotros pusimos algunas pero pa´que te cuento). Pues sí, sin duda, y como lector llevo un tiempo disgustado con esta situación, mas no creo que sea responsabilidad del ISC, aunque sí es su responsabilidad entender el fenómeno para procurar evitar que la Feria sea la sección del Sangrons engrandecida. La limitada oferta editorial, y lo pinche caro de las ediciones, son dos caras de un mismo proceso, la concentración de editoriales en una sóla firma y la alianza, asociación o fusión de estas con distribuidoras. Por ejemplo, el año pasado la Penguin se tragó a Santillana y con ello a Alfaguara, de esta manera, Colofón perdió a Anagrama (que de por si era cara). A su vez, estos sellos ofrecen descuentos mayores a Gandhi, Porrúa, a las empresas de Slim. Estas empresas suelen dar más dificultades que facilidades a las pequeñas editoriales “independientes”. Al nuevo libro mexicano le pasa lo que al nuevo cine mexica. Lasgrandes distribuidoras le dicen a los editores lo que las grandes editoriales nos dicen a los libreros “así, y si quieres..”. Desde ahí la diversidad se ve afectada, pero hay más; las características especiales de la mercancía Libro, vuelven a su comercio un negocio muy riesgoso. Para disminuir el riesgo, editoriales y distribuidoras estandarizan la producción y la oferta. Lo que se más seguro de vender: inventar un Coelho, multiplicar códigos da vincis, refreir Harrys Potters, mandar a la cinematografía como caballería pesada que rompa las barreras del analfabeta funcional. Esto que digo en cuanto al libro, pasa en otras áreas… deja tú de la economía, del mundo basado en una economía capitalera. Sólo apunto que el proceso se catalizó en los últimos 20 años, y que se han puesto de moda los mismos mecanismos que otras industrias que adulteraron arte y ciencia en entretenimiento. La Feria que organiza el ISC coloca stands y escritores locales para justificarse en tanto agente público, estatal, operando bajo el reglamento impuesto por las grandes entidades privadas. Se pueden hacer cositas: apoyos especiales a las pequeñas editoriales (que se dejen ayudar, pues la falta de profesionalismo no es exclusiva de la burocracia, de nuevo, que se presente ahí no es sino un reflejo..), por ejemplo en hospedaje. El ISC tampoco debería estar sólo en esta labor contracorriente. ¿Qué les cuesta Librería Unison utilizar los enormes recursos de la institución para ser una verdadera librería universitaria? Una que proponga y no sólo que parasite la demanda creada por la academia y el cine. Etcétera.
    Por cierto, nosotros fuimos de los que sí llevamos a Seix Barral, casi toda la colección de Nitro, algo de Sexto Piso, Paraíso Perdido, y esperamos pronto traer a Mantis. Llevamos un qui otro poeta vivo, mas, como dijera el Aldo, es difícil venderlos.

  5. Es decir, como agente organizador, no puedes tratar igual a competidores desiguales; y las consideraciones deben ir más allá de lo cuantitativo. El ISC dejó a pequeños competidores locales (ignoro si a todos) participar sin pagar. Claro, a varios nos reservó el Pabellón Sonora, un tanto periférico, y que los primeros días tuvo un lado oscuro en cuyo fondo polvoriento y sin ventilación, nosotros re-sistimos. (Los últimos días nos cambiaron a un local céntrico y bateamos bien duro). Creo que así como el ISC tiene su stand-base de operaciones, el Estado habría de concertar en un stand central, pequeñas editoriales y de ser posible, no sólo mexicanas, que publiquen obras de alto valor artístico-científico (que siempre es un problema dictaminar). No podemos decir que su oferta no se demanda por que público simplemente no la quiere, y que, al ser el ISC una entidad pública se debe a las mayorías…. Sin oferta no hay demanda, dijera el G Zaid, coincidiendo (creo) con tu criterio, y más: hay que dar una lucha por romper el hechizo de la Televisión acercando al público libritos nuevos y no nuevos más acá de Sinsajo y otras obras estandarizadas para su producción y consumo en masa. De otra manera, el ISC estará coadyuvando a la elevación de índices cuantitativos en relación a la lectura y la escribidera, simón; pero sobre todo estará abriendo puertos al menú cultural que los grandes particulares imponen.

    1. «El ISC estará coadyuvando a la elevación de índices cuantitativos en relación a la lectura y la escribidera, simón; pero sobre todo estará abriendo puertos al menú cultural que los grandes particulares imponen», esto resumen muy bien mi sentir. Hay planes entre la comunidad local para hacer en el 2017 eventos, producción de libros y revistas, portales de Internet alternos para ayudar al ISC en lo que se pueda y se deje, puesto es justo decir que apenas y puede con el paquete, que no es poco (ni es ofensa). Habría que seguir, en lo bueno, lo que se hace en Obregón: talleres al por mayor que editan sus libros; escritores que tienen su obra publicada cada año, sin depender de las políticas del Estado. Es algo ideal, pero creo que sí se puede hacer esta gran comunidad de literatos (y de artistas): colaborar entre nosotros en lugar de echarnos bronca. Vaya, una especie de cundina monumental para hacernos de nuestra propia editorial comunitaria. Solo espero contar con la participación de un buen número de escritores para echar a andar este proyecto, al menos para ver cómo funciona en un año. Saludos cordiales y me ilustró muchísimo la opinión de un emprendedor de los libros local, a veces uno desde fuera no ve algunos aspectos que delineaste.

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