¿Cómo hablar de alguien que ha sido una fábrica de acciones y un remolino de sentimientos?
¿Cómo hablar de Norma Alicia Pimienta sin quedarle a deber con las palabras?
Tal vez, para empezar, tendríamos que hablar de filosofía y del materialismo dialéctico, y recordar entonces que los cambios en la sociedad provienen de la transformación de sus condiciones materiales, y que éstas a su vez tendrían efectos sobre las superestructuras ideológicas: la religión, la política, la economía, la cultura… y que el motor de la historia y de toda trasformación real posible, concluiríamos, sería la lucha de clases.
Y ya que andamos por esos caminos, sería oportuno tener presente que algunas de las mentes con orientación más humanista de nuestro tiempo hablan ahora del concepto sujeto comunitario revolucionario, refiriéndose a esa fuerza indómita que articula la capacidad de las comunidades para resistir, crear y transformar desde sus propios marcos éticos y culturales. No se trata de individuos aislados que compiten, sino de colectivos que cooperan, que deciden juntos, que se organizan para cuidar lo común.
Norma Alicia buscaba transformar la realidad…
El suyo es un testimonio profundo, lleno de fuerza y dignidad. La figura de Norma Alicia Pimienta emerge aquí como una mujer que desafió los márgenes, que convirtió cada obstáculo en impulso, y que entendió el arte, la educación y el periodismo como trincheras de transformación.

Norma Alicia Pimienta: la palabra como llama viva, el aula como territorio
“No se crean basuritas. Nunca se crean lo que no son.” Así hablaba Norma Alicia Pimienta. Con firmeza, con mirada directa, con esa mezcla de ternura y filo que solo tienen las maestras que han vivido la intemperie. No hablaba desde la teoría, sino desde la experiencia encarnada. Desde el Valle del Yaqui, desde los campos sin rejas, desde la infancia sin escuela, desde la decisión radical de no aceptar la ignorancia como destino.
Norma Alicia no fue una mujer que se conformara. Desde niña, supo que los inconvenientes no la detendrían. “Me nacía un impulso no sé de dónde, pero si tenía un objetivo, luchaba por él.” Ese impulso la llevó a cruzar pueblos, a estudiar de noche mientras trabajaba de día, a fundar espacios culturales sin subsidios, a escribir libros que no pedían permiso. Fue pionera en todo lo que hizo, porque lo hizo a su modo y a su ley. Hizo de la realidad su escenario porque sabía que el arte no es ornamento, sino herramienta. Que la cultura no es lujo, sino derecho. Que el periodismo no es espectáculo, sino testimonio.
Feminismo encarnado, pedagogía de la insubordinación
Norma Alicia fue feminista antes de que el término se volviera tendencia. Lo fue desde el cuerpo, desde la voz, desde la escritura. Lo fue cuando los hombres le preguntaban “¿Qué estás haciendo aquí?” y ella respondía con crónicas, entrevistas, libros, espacios de formación. Lo fue cuando fundó el Centro Cultural Pimienta haciendo de su casa un espacio para todos, cuando impulsó a sus estudiantes a escribir, cuando les decía que “un buen profesionista es el reflejo de una vida bien asumida.”
Su periodismo fue de denuncia, de género, de memoria. No se conformó con las notas que caducan en 24 horas. Quiso escribir lo que permanece, lo que da fe de una cultura, de una forma de vida, de una injusticia que puede y debe ser resuelta. Su libro Ahí te hablan es testimonio de esa mirada crítica, de esa necesidad de expresión que nace del abuso, del silencio impuesto, de la exclusión sistemática.
Norma Alicia entendía que el aula no es solo un espacio de transmisión de saberes, sino un territorio de construcción ética. Por eso, más que enseñar comunicación, enseñaba dignidad. Más que hablar de arte, lo vivía como necesidad. Más que formar profesionistas, formaba seres humanos capaces de resistir, de crear, de transformar.
XI años sin ella, XI años más con ella
Hoy, a once años de su partida física, Norma Alicia Pimienta sigue siendo inabarcable. Su legado no cabe en homenajes oficiales ni en discursos tibios. Su memoria exige acción, exige crítica, exige ternura combativa. Vive en cada mujer que se niega a ser “basurita”, en cada estudiante que se atreve a escribir desde el margen, en cada colectivo que funda su propio centro cultural sin pedir permiso.
Norma Alicia no fue una figura decorativa. Fue una fuerza. Una voz que incomodó al poder, que abrazó a los excluidos, que sembró futuro en cada palabra. Hoy la recordamos no para llorarla sino para invocarla… como horizonte, como llama viva, como memoria que organiza, como campana insurrecta que convoca a cumplir con el deber de transformar la realidad.
¡Larga vida a Norma Alicia Pimienta y su obra!
Por Carlos Licón González*
- Texto leído en el homenaje a Pimienta por su once aniversario luctuoso en Fundación Miika en Hermosillo, Sonora, el 22 de agosto de 2025.


