Ciudad de México.-

Cuando la realidad es fantasía

(la noche en un salón estaba triste…)

es porque al fin, de todo lo que fuiste

se coronó de espinas tu alegría.

AL POETA ABIGAEL BOHÓRQUEZ (fragmento)

Carlos Pellicer

¿Qué impulsó al poeta Abigael Bohórquez a transcribir una colección de notas periodísticas y fragmentos de ponencias sobre su obra, y reunirlas en un tomo que habría de convertirse en su obra póstuma? A decir del doctor Gerardo Bustamante Bermúdez, su estudioso más reconocido, el plan consistía en entregar este material mecanografiado y engargolado para su publicación en la Universidad de Sonora… más aún, se encontraba ya en manos del poeta Ricardo Solís para iniciar el proceso de formación y diseño, pero la inesperada muerte de Bohórquez paró toda actividad en torno a su edición, cosa que no tendría por qué haber sucedido. ¡Al contrario!

Independientemente de su labor poética, para Abigael resultaba placentero teclear en su máquina portátil color crema y mantequilla, y en algún momento de su vida, exiliado en el pueblo de Milpa Alta, una de las 16 demarcaciones de la ciudad de México, ejerció como mecanógrafo, honroso oficio que le procuraba sustento. ¿Sería en parte la razón por la que se dio a dicha tarea, la cual inició, pudiera decirse, cuando ya la muerte lo acunaba por las noches? No alcanzó a cumplir 60 años. ¿Es posible que intuyera que su corazón lo traicionaría y experimentó la necesidad de facilitarle la tarea a sus futuros estudiosos, que para entonces empezaban a manifestarse? El dolor y consternación que produjeron su deceso, acaecido el 28 de noviembre de 1995, en un Hermosillo más estrecho que el actual, alcanzaron dimensiones tales que, aún sin internet, la noticia se hizo viral, haciendo que otros tantos se sumaran al lamento por el poeta que no regresó de un sueño. La nota encontró huequito en la revista Vuelta que le dedicó, a través del entonces infante terrible Aurelio Asiain, un comentario desdeñoso y desinformado donde, entre otras cosas, afirmaba que el sonorense había muerto de sida (¿de qué otra cosa podía morirse un homosexual en la década de los 90, ¿verdad?)

Pasarían veintiocho años para que esta compilación, llamémosle, crítica, si bien incluye algo de mala leche que difícilmente entraría en dicha categoría, viera la luz bajo el título Siento volando, ciento y más comentarios sobre una vida literaria (1955-1995), con edición y estudio introductorio del citado Gerardo Bustamente y fotografías de Carlos Sánchez (gran retratista, además de escritor y periodista), coeditada por New York Poetry Press y Paserios Editores. 

Las notas siguen un estricto orden cronológico, de manera que las primeras saludan el talento de un gallardo jovencito caborquense de 19 años que debuta con un libro titulado Ensayos poéticos, cuya madurez poética comienza a ser objeto de atención, admiración y culto. Entre los primeros en reaccionar a tan sublime revelación, estuvo el gran Carlos Pellicer, “México tiene en este joven a un poeta extraordinario”. Abigael es, en sus inicios, profeta en su tierra, los comentarios no pueden ser más halagüeños… ¡Y todos opinan!, desde comentaristas políticos, pasando por los muy escasos reseñistas de libros, hasta populares locutores de radio, como aquel señor de voz estentórea, entre paternal y regañona, Fortino León Almada, “Sonora también sabe dar poetas, y para probarlo, está Abigael Bohórquez”. El Poeta Mayor de aquel momento, Mosén Francisco de Ávila, exclama: “¡Tanta maravilla espanta, da pavor!” Alonso Vidal, otro joven (más joven) prometedor, se explaya con enorme generosidad respecto al genio de esta rara avis del desierto. Hasta quien habría de convertirse en su acérrimo denostador y calumniador en la edad madura, Carlos Moncada Ochoa, sería dadivoso al referirse a su trabajo como dramaturgo, a principios de los 60… hasta que las vísceras… o qué sé yo…acaso el poder que envanece hasta a los mejor plantados, le corroyó alma y conciencia. Entre los más elocuentes para referir el precoz talento de Abigael, está nada menos que Alejo Carpentier: “En su poesía extraordinaria y espléndida están contenidos todos los elementos de belleza y universalidad que harán de usted uno de los grandes poetas de América”.

¿En qué momento se torció la que pareciera una rutilante carrera poética que despegó con los mejores augurios y parabienes? ¿Por qué Bohórquez se convirtió en la más sensible ausencia de las antologías canónicas de la poesía mexicana? ¿Cómo es que a este favorito de los dioses y bendito por las musas terminaron escatimándosele sus más elementales derechos, como un trabajo medianamente remunerado, bajo los argumentos más idiotas que he tenido la desgracia de leer y escuchar (“no tiene título”)? ¿Por qué, cuando más vulnerable se encontraba nuestro Abigael, tanto en lo económico como en lo moral, pese a estar rodeado de “amigos” que poco o nada hicieron, salvo emborracharse con él, la cultura oficialista encabezada por el antes citado Carlos Moncada Ochoa, asesor (¡!) de la actual directora del ISC (¿por eso estamos cómo estamos?) tuvo a mal volverlo uno de sus blancos predilectos para escarnecerlo y desprestigiarlo? Si nos atenemos al atentado sufrido por Alonso Vidal y al cobarde asesinato de Darío Galaviz, acaecidos durante aquella época, y a que ambos crímenes obedecieron a la rampante homofobia que asolaba “el rancho”, sería facilón concluir que lo que padecía Abigael se llamaba discriminación.

El memorable Dónde y Cuándo, que se presentaba como «cartelera oficial del Instituto Sonorense de Cultura” durante el sexenio (PRI) de Manlio Fabio Beltrones, era un cuadernillo tamaño media carta que quincenalmente se maquilaba con dinero del erario y se distribuía en dependencias gubernamentales, y no era otra cosa que un libelo camuflado. Solo una mente muy, muy enferma pudo haber ideado semejante estrategia para ridiculizar, denostar y desprestigiar a quienes, por una u otra razón, incomodaban, desairaban o incordiaban al Lic. Moncada Ochoa. Abigael era uno a los que mayor ojeriza le mostraba, quisiera suponer que por envidia (la cual se transparentaba con tal impudor que caería en gracia, si no fuera por la cauda de violencia y crueldad que arrastraba), pero que, por momentos, hedía a silvestre y llana homofobia. Ahora bien, es cierto que Moncada contaba con más heterónimos que Pessoa (con perdón del genio portugués), pero dentro del ISC había otro siniestro personaje con quien participaba en una especie de juego de rol. El poeta Armando Zamora había gemido hasta el hartazgo y la impudicia que no creía que en Sonora existieran poetas, “ni siquiera el Abigael”. A juzgar por esta fastidiosa letanía, y analizando su muy mediano trabajo, al retirado Zamora el talento de Bohórquez le producía una amargura apenas tolerable. De ahí su activa participación en estos ataques virulentos y sin sentido. 

En el número 23 del mencionado libelo, fechado marzo de 1993, con su inconfundible estilo moncadiano, “Gela Tina”, seudónimo con el que Moncada firmaba las miasmas de la página central, escribió: “Ni hablar: Abigael Bohórquez tiene público fiel que lo sigue donde se presenta y escucha cuanto dice, pero habría que averiguar cuántos hacen acto de presencia en sus recitales por la morbosa curiosidad de dar oído a sus confidencias homosexuales (…)”

Esto no es nada. Les presento la joya de la corona, firmada por el pseudónimo Inflancio Truco Puentes (aludiendo al crítico literario Ignacio Trejo Fuentes, por entonces, tutor de quien esto escribe como becaria de Jóvenes Creadores), que, les advierto, no es apto para estómagos sensibles:

“…me moría de tirria cuando supe que Yoryi Escuincla se había retratado con chorts y bikini con su Chabocha Majestad Chila Jaurina, reina de los MCCMLXV Juegos Frutales de Nacatlán; y vaya que es graciosa y majestuosa la niña; tiene 12 años pero parece de 16: linda y buenísima. Yoryi Escuincla confirma mi teoría de que todos los poetas tienen algo de padrotes; pero es cuate; asistía como (con) jurado del Premio de Poetría “Clemencia Bisagra”, que ganó Abisgael Bodóquez con su libro Gárgaras y abluciones del otro amor, que es pura poesía gay “lindamente bordada” (ay, tú); y no entiendo como este puetarraco, que traía nueve musos de compañía, fue el encargado de coronar a Chila…”

Fue así como se felicitó por la obtención del Premio Clemencia Isaura a nuestro poeta, a través del entonces director del ISC bajo su pseudónimo mujeril, aludiendo, en el interín, en forma por demás procaz, a otro reconocido poeta mexicano, Jorge Esquinca, y recreándose en la lúbrica descripción de una menor de edad de nombre Amina Blancarte Tirado. Lo positivo de este texto que, como otros surgidos de los anulares del respetable periodista embozado con nombres raros, lindaba con la pornografía, es que reconoce “morirse de tirria”.

La única manera de aliviar el malestar que esto provocará en un lector del ya entrado siglo XXI es reproduciendo la ingeniosa respuesta de Abigael a esta canallada:

Arribones empresarios funerales literatíputos suripantones mamones agachones musáferos excrementables instituidos parlachifles maripsócratas de la cultura aldeana bribones inconclusos asomando feroces con seudonimatos andróginos, miseria del alma, ratas de paisajes de escritores sexenales. Paciente, prudente, continente he sido hasta la indiferencia para madrotos que desde mi llegada a Sonora siguen como las gallinas, zurrando el palo, pero si he podido decir lo que amo puedo decir también todo lo que me asquea frente al paredón de fusilamiento. Por tal razón, libertad de amor, libertad de conducta, libertad de expresión, pongo un muro de violines y no precisamente celestiales, entre ellos y mi poesía, dije POESÍA, pendejos; grandes piedras refractarias entre su cerebro pardo y mi línea como individuo…

Sí, es posible incinerar las toneladas de basura generadas por aquel inmundo pasquín para posteriormente hacer el milenario acto de Pilatos… y aquí no ha pasado nada, señoras y señores… las señoras primero, claro, todo muy inclusivo, cual debe, ahora que migramos en automático del PRI a la 4T…pero a las palabras mal habidas no se les quema, mucho menos se las lleva el viento. Han quedado registradas para la posteridad. 

Gracias, Abigael, por regresar. Justo ahora que tanto te necesitamos.

Por Eve Gil

En portada, Abigael Bohórquez retratado por Carlos Sánchez

Sobre el autor

Narradora, ensayista y crítica literaria sonorense (Hermosillo, 1968), autora de una veintena de libros entre los que destacan Réquiem por una muñeca rota, Virtus, Sho-shan y la dama oscura (llevada al cine por Carlos Preciado Cid) y Evaporadas, las chicas malas de la literatura. Premio Nacional de Periodismo Fernando Benítez 1994, Premio Nacional de Cuento Efraín Huerta 2006, entre otros.

También te puede gustar:

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *