¿Mi nombre? No te diré mi nombre ¿La razón? La razón es que esta historia no me pertenece; se repite a cada rato y se cuenta con pesar. Escucha como yo escucho la ciudad; sólo nosotros, los más tristes, podemos hacerlo bien. Todo nos falta en este mundo, todo cuanto imaginas. ¿Por qué crees que seguimos vivos? Porque nos aferramos y aquí seguimos con la mano extendida, esperando una mejor espera. Tal vez Dios nos dé la respuesta.

Si considero esto una penitencia, entonces cuando muera iré a algún lugar mejor, pero juro que en esa otra vida, nunca olvidaré la sensación de despertarme día a día, no con la incertidumbre del futuro, sino con la del presente. Creo que la muerte siempre está cerca. A veces ruego para que no me den nada de dinero, a ver si ahora sí me muero, y otras veces quisiera ponerme frente a un carro a toda velocidad, pero eso sería hacer trampa ¡¿Que debería amar la vida?! Pon atención, palabras como ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir, aquí no significan nada. En ese mundo tuyo hay todo eso, las pronuncias y ya cobran sentido, pero en el mío sólo hay espacio. Lo único que marca tiempo es mi cara. Se siente como un reloj de arena, siempre cayendo poco a poco. Te juro que cuando tengo una certeza que hace frente a todo, ésta acaba por desinflarse en el aire; las pincha la desesperanza.

Me encuentro siempre detrás, ahí en mi avenida, la avenida Ixchel, la que me da dinero lavando carros. Nunca des nada por seguro. Mira esos que están allá; se acaban de quedar sin nada. Los principiantes siempre buscan recuperar lo perdido. Hablo con toda la claridad que puedo ¿A qué se debe mi tos y mi irreverencia? Al hambre, al dolor y a la sed, a eso se debe el roto de mi voz. Yo fui una vez fuerte como el sol; ahora soy años más triste que tú y que todos aquellos que no me ven. ¿Sabes? Creo de vez en cuando sentir el palpitar de la vida, en estas calles donde siempre se ven rostros distinguidamente parecidos. Puede que la tristeza pase a tu lado ¡Pero no, hombre, no, ni aun así la reconocerías! Nosotros padecemos de un dolor difícil de explicar. La última vez que miré mi vida, el recuerdo surgió como una basura golpeando el ojo, y entre la basura, brotó mi llanto.

Por Francisco Sandoval

Fotografía de Luis Gutiérrez / Norte Photo

Migrantes o indigentes a las afueras de Hermosillo. Enero 2015.

Sobre el autor

Estudiante de la Licenciatura en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora

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