decir que la salvia salva es casi casi como decir un pleonasmo puesto que la palabra salvia viene del latín salvare, que significa curar, por lo que decir que la salvia cura es también como tautológico, porque no es más que repetir lo mismo, pero eso en verdad qué le hace, no importa, tantas son las propiedades de esta planta humilde y abundante, que nunca será ocioso e inútil insistir en que la salvia salva y la salvia cura, la salvia sana y cubre y al mal ahuyenta, la salvia protege, alimenta, alivia y nutre.
la salvia limpia: es un escudo, genera un halo, una nube en derredor de ti, a donde el pesar no entra, antes al contrario, si la cuelgas en tu cuello, en una de esas pequeñas bolsas de tela con figurilla de caguama siete filos bien zurcida, pendiente de un cordón de estambre entrelazado en las que las Seris guardan y conservan a la salvia molida y macerada -y ahí la portas la bolsita empaquetada, batiente con tus pasos y tu ritmo justo enfrente de tu corazón, respiras luego directo su aroma penetrante que se mete sigiloso hasta tu fondo mismo y te abre anchos los alvéolos, los distiende, hasta saciarte de ánimo, de energía ¡y de salud!
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con sus 700 a 900 especies en todo el mundo, muy bien representadas a lo largo y ancho del estado de Sonora –hasta en sus islas-, un viaje por la salvia tan diversa y tan dispersa, te lleva siempre al encuentro con sus nombres, que hacen sintonía con el ritmo sonoro de los apelativos de los lugares donde habita en esta tierra:
hay Salvia alamosana Rose y Salvia tillifoli Vahl en el Ojo de agua de Arballo, en Cananea; hay Salvia arizonica gray en la Sierra La Púrica, en Nacozari de García; hay Salvia befulaefolia Epling y Salvia emaciata en el arroyo agua caliente en Maycoba, donde también se encuentra a la Salvia vercunda; hay Salvia elegans Vahl en Yécora, Salvia goldmanii en la Mesa del Campanero y Salvia hispánica en Los Vallecitos, más delante (rumbo al Kip Hor y a Chihuahua); hay Salvia lasiocephala en Tepoca, en el Cañón de Tetabejo, en la Sierra libre, cerca de Guaymas y en el arroyo Los garambullos en Soyopa; hay Salvia Misella en Empalme y a la sombra de los encinos en la Sierra de Mazatán, donde también te topas con la Salvia Palmeri;
hay Salvia Mohavensis en la Sierra del Pinacate, en Puerto Peñasco; y hay Salvia Parriy en Ímuris, en Agua Preita y al sureste del Matutucachi, en Bavispe, camino a la Colonia Morelos, o en la Barranca de la Mula, al este de Terrenate, en Ímuris, ahí a unos pasos de Magdalena; hay Salvia Regla en el camino de este pueblo mágico hacia Cucurpe y hay Salvia Seemannii en el Cerro de las tatemas, en Álamos; y, Salvia Setosa Fernald, en el Arroyo de las tésotas en Sahuaripa, por la reserva del jaguar del norte; también hay de esta salvia –y de otras tantas- en la cuenca del proceloso Yaqui, pasando justo el puente en Tónichi, y en el arroyo de Tepache, en Tepache, al sureste del Satebuche, en Nácori Grande y en La Colorada, ¡ah cómo hay de esta salvia!; y hay Salvia Similis en la Isla de San Pedro Nolasco (y debe haber en el Tiburón también, pues es la más grande ínsula de México); hay Salvia subincina en Nogales, rumbo a Santa Cruz y a Cocóspera; y también hay Salvia townsendii en Ures, todas ellas de hojas chicas a pequeñas y flores de color rojo, azul, morado y amarillo.
Como se ve, en Sonora, al igual que en todo el mundo, hay salvia pa´ventar pa´rriba!…
Texto y fotografía por Juan Enrique Ramos
Estimado Enrique, bueno, muy bueno.
No faltes a la posada, hay que platicar, no cuesta nada.
cuando es?