En la semana del orgullo gay, empezamos con una sentida reflexión de Juan Ramón Sevilla (flamante pluma de CS) sobre el trasfondo de la masacre en Florida…
Y envíamos nuestras condolencias a toda la comunidad disidente sexual de Sonora y más allá.
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No hay palabras para describir lo ocurrido el día de ayer en Orlando. Y no las hay porque no hay palabras que engloben el dolor, la rabia contra la intolerancia, la desesperación ante la cerrazón, la impotencia ante lo injusto, la empatía hacia las víctimas y el temor de entender que mañana puedo ser yo, o tú que estás leyendo.
Hasta el momento que escribo estas líneas van 50 víctimas mortales y alrededor de 53 heridos. Pero los números no importan. Como tampoco importa quién fue el perpetrador. Todo eso no son más que detalles morbosos: que si ISIS; que si el arma de fuego; que si el Islam; que si es resultado del capitalismo rapaz. Y todo eso no importa porque entre más entramos a los detalles, más riesgo se corre de dejar el trasfondo de lo ocurrido fuera de foco.
Lo que pasó el día de ayer es un ataque directo y certero contra los valores de igualdad. Lo que ocurrió es un acto vil y cruel motivado por la ignorancia y el odio a lo distinto. Y, lo que pasó ayer, es una evidencia brutal que nos pone de manifiesto lo poco que hemos logrado en tolerancia.
Y ante la tragedia habrá quienes antipáticamente minimicen los hechos diciendo que esto pasa todos los días en un lejano país de Oriente Medio y que las victimas allá, diario, son muchas más. Como si de aritmética se tratara, de sólo ver quién pierde más y quién sufre menos. Habrá otros que lo harán un tema político ante las elecciones venideras de Estados Unidos. Y otros dirán que es un tema comercial y que es culpa del deficiente control de armas en aquella nación. Y quizá, habrá otros que, en un afán de no poner sobre la mesa el tema de la homofobia, dirán que se trata de un tema exclusivamente de terrorismo.
Y de algún modo u otro todos estarán en lo correcto: terrorismo, venta de armas como pan caliente y homofobia arraigada, fueron los ingredientes que ayer coincidieron en Orlando. Ni uno se excluye. Pero de los tres ingredientes, el más antiguo y más extendido es la homofobia.
A decir verdad – lo saben todos muy bien- la discriminación es una característica antiquísima en la historia de la humanidad. A lo largo de estos últimos años poco a poco se ha estado levantando la voz, exigiendo derechos, ganando batallas pero también perdiéndolas. Y el acto de ocurrió ayer nos hace entender que tenemos un largo y ancho camino por recorrer.
En 1973 en Nueva Orleans hubo un atentado donde 32 personas murieron tras un incendio provocado en un bar gay, en ese entonces la sociedad actuó de una forma primitiva, donde se hacían chistes sobre el hecho y otros más lo celebraban, de hecho hasta algunos familiares de las victimas decidieron no reclamar los cuerpos y muchos de ellos acabaron en fosas comunes.
Hoy, a poco más de 40 años de estos hechos, sólo hemos alcanzado reconocimiento, desegregación, uniones civiles. Logros todos, sin duda, pero pequeños ante los retos que se presentan: tolerancia, equidad, respeto e igualdad de derechos.
Es momento de ir creando conciencia, es momento de levantar la voz, es momento de desempolvar mentes, sacudir conciencias y desechar tabúes y prejuicios. Es momento de repudiar los actos como este, de señalar abierta y públicamente a todos aquellos que discriminan. Es momento de hacer algo. Es momento de hacerle entender a la gente que su antipatía hacia los homosexuales en su versión light se burla todos los días de las diferencias; en su expresión moderada, niega o suprime derechos y en su expresión más radical, asesina a personas. ¡Asesinan a personas!
Y para mí, es momento de tener más determinación que antes, a pesar de las críticas. Estar aquí, en único sitio que conozco, con las únicas armas que tengo: el respeto, la paciencia y las palabras. A pesar del miedo.
Ilustración de Benjamín Alonso