Hermosillo, Sonora.-

Hace un par de años el municipio de Hermosillo mandó hacer dos estatuas de “Los Sonoritas”, esculturas creadas por Óscar Cedillo para promocionar al estado de Sonora. Una es una niña vestida como miembro de la nación seri, el otro, un niño vestido como yaqui, llamado “El Venadito” (aunque apodado coloquialmente como “El Condorito” por su color de piel y los pies). La primera fue colocada en un vecindario de origen seri, Villa de Seris, un colorido barrio que, por conservarse ante el paso del tiempo, parece un pueblo mágico, visitado tarde con tarde por hermosillenses que buscan un lugar agradable donde convivir, comerse una coyota y tomar café. “El Venadito” se colocó en la colonia Centro, en la antes calle Miguel Ángel Figueroa, y aquí nace mi pregunta… ¿No hay un Villa de Yaquis? ¿Acaso no hay un vecindario de origen yaqui? De este tema va nuestra entrega de hoy: la conservación, o no conservación, de los vecindarios étnicos de Hermosillo.

Develación de «indita seri» en febrero de 2021. Fotografía de Ehui Noticias
Jóvenes anaranjados se retratan con «el yaquesito» o «venadito» en noviembre de 2020. Fotografía de Benjamín Alonso Rascón para Crónica Sonora.

En mis dos entregas anteriores señalé la necesidad e importancia de crear espacios públicos que recuperen, transmitan y cuenten la historia de los diversos grupos que han habitado nuestras Ciudades Sin Memoria, en particular los casos de la comunidad LGBT+ y la población de ascendencia china. Hoy, escribo sobre otras comunidades que han habitado nuestras ciudades desde hace siglos, más visibles, pero que, definitivamente, también necesitan un rescate urbano: los pueblos originarios.

Me sigue resultando sorprendente que muchas personas en Hermosillo desconozcan que el yaqui, o yoeme, más célebre en la historia era de esta ciudad: José María Leyva “Cajeme” (esto incluso es ignorado por muchas personas en el municipio de Cajeme). El nacimiento de Cajeme en la capital no fue casualidad, se explica porque Hermosillo contaba, y aún, con una significativa comunidad de esta nación. Y esto no es exclusivo de esta ciudad, también hay fuerte presencia yaqui en lugares como Guaymas y Empalme. Tristemente, en ningún caso se ha conservado y adecuado los espacios para que transmitan la cultura e historia, no sólo eso, todos son vecindarios en muy malas condiciones.

Escena de enero de 2019 en El Coloso Bajo. Fotografía de Guillermo Saucedo para El Sol de Hermosillo.

El pueblo yaqui o yoeme habita el territorio de El Pitic, prácticamente desde siempre, pero, aun así, los y las hermosillenses consideran a la historia yaqui como algo ajeno. No hay en la capital sonorense monumento alguno que honre la figura de Cajeme, a pesar de que esta fue su cuna, o un museo dedicado a este pueblo. La identidad yaqui parece ser exclusiva de las poblaciones del sur del estado, aunque hay yaquis en todo el territorio e incluso en entidades como Baja California y Arizona. Cuando se decidió instalar la estatua de “El Venadito” en la colonia Centro, se ignoró a los vecindarios históricamente yaquis como El Coloso Alto y Bajo, o El Mariachi. Y se ignoró por una simple razón: ninguno cuenta con un espacio urbano adecuado para recibir visitantes y difundir la cultura e historia de los yaquis.

Idem

Necesitamos una Gay Street, que difunda la tolerancia y apertura de género y orientación sexual; necesitamos un Barrio Chino que nos cuente la historia de esta comunidad perseguida hace un siglo; y es urgente el rescate de los vecindarios yaquis más tradicionales, para que los y las hermosillenses acudan con frecuencia y aprendan de estos pueblos. Posiblemente, el espacio más frecuentado por los y las hermosillenses que quieren conocer a la nación yaqui, sean las polvorosas explanadas que se encuentran en el Coloso Alto y Bajo, pero esto sólo durante las fiestas de Semana Santa.

La Matanza, El Coloso y El Mariachi, son vecindarios de gran tradición. Cuando la Universidad de Sonora convocó al concurso “Barrios y Pueblos de Sonora”, una importante cantidad de los textos recibidos trataban de estos barrios. Y no sólo por su identidad étnica, también por las experiencias ahí ocurridas, las fiestas, los sucesos, los negocios de tradición desaparecidos (algunos se mantienen a duras penas), o los espacios que les dieron convivencia e identidad, como los lavaderos públicos de El Mariachi, donde convergían, mayoritariamente las mujeres, para platicar, mitotear y reír mientras lavaban ropa.

Los hermosillenses visitan estos históricos vecindarios, y aprenden del pueblo yaqui, sólo durante el sábado de gloria y el domingo de resurrección. Fuera de esos días del año, nunca nos acercamos. Y no es por la falta de interés, de ser así, no veríamos tanta gente durante los mencionados días sagrados. La ausencia obedece, en gran medida, a la poca disposición urbana: no hay un parque, un centro comunitario, un museo, un callejón lleno de murales, una iglesia antigua y conservada, restauración, adecuación y promoción para su visita, como quizás sí lo hay en Villa de Seris, que, aunque agradable, poco rescata de su identidad comcáac.

En febrero de 2021 así «lucía» el mural histórico de Villa de Seris, gracias a una campaña que pretendía reconocer a los héroes que se jugaban la vida frente al virus de ocasión. Fotografía de Benjamín Alonso Rascón para Crónica Sonora.

He mencionado la necesidad de crear espacios en nuestras Ciudades Sin Memoria para visibilizar la historia e identidad de los grupos excluidos. En el caso de los yaquis, la labor no es de creación de espacios, sino recuperación y preservación de los ya existentes. Estos vecindarios aún mantienen su identidad, pero es urgente la inversión, de tiempo, dinero y esfuerzo, para preservarla e impedir su lento desvanecimiento. El fenómeno de la gentrificación ya está pisando las fronteras de La Matanza, si no hacemos nada, lo más probable es que la proliferación de bares, restaurantes y cafés que le dan vida a la calle Álvaro Obregón y No Reelección durante la noche, desplacen a l@s vecin@s de este histórico vecindario yaqui y con ell@, la identidad de su etnia, su presencia en Hermosillo y nuestra historia.

Texto de Mirinda Grijalva

Fotografías del cochinero en El Coloso Bajo por Guillermo Saucedo

Fotografías de esculturas por Ehui Noticias y Crónica Sonora

Fotografías de Semana Santa yaqui en el Coloso Alto por Miguel Ángel Grijalva

Sobre el autor

Miguel Ángel Grijalva Dávila es un historiador sonorense que ha participado en espacios para la difusión de la historia radio, televisión y publicaciones impresas y digitales. También ha presentado sus investigaciones en congresos y foros en todo México. Búscalo en twitter, instagram o pinterest, como Mirinda_GD. En Facebook: Un Día Como Hoy en Sonora. Y en su página: http://www.undiacomohoyensonora.wordpress.com/

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