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La idea de “lo extraño inquietante” se define como aquello que debía haber quedado oculto, secreto, pero que se ha manifestado. Por una parte se refiere a lo que nos es familiar e incluso cercano y amable; sin embargo, la transformación vuelve al concepto algo oscuro y amenazador.
Nos tortura al sentir la incertidumbre provocada por no saber si lo que percibimos es peligroso, o no. El miedo nos alerta. Pero “lo extraño inquietante” resulta perturbador.
Así, nada nos ha preparado para Midsommar, el terror no espera la noche (Ari Aster, 2019), estrenada un año después de la celebrada y polémica El legado del diablo (Ari Aster, 2018), donde su realizador tomó por asalto el cine de terror apretando vueltas de tuerca a un tiempo estéticas y ominosas.
Esta producción no acepta etiquetas formales. Es una experiencia cinematográfica que pone en jaque nuestra tolerancia a la otredad, a través de la exploración de la angustia, las relaciones amorosas y la imposibilidad para dejar ir lo que ya no nos pertenece.
Midsommar, el terror no espera la noche, no es para todo público.
Dani (Florence Plugh) ha quedado devastada a causa de una tragedia en su familia; además, mantiene un vínculo complicado con Christian, su pareja (Jack Reynor). El joven está incomodo con ella, pero no se atreve a terminar el romance.
La situación se torna culposa cuando Dani descubre que su novio está a punto de partir hacia Härga, en Suecia, acompañando a sus amigos varones: Mark (Will Pouter), Josh (William Jackson Harper) y Pelle (Vilhelm Blomgren); éste último, el sueco, es quien ha extendido la invitación. Se trata de asistir a la celebración del solsticio de verano, para ser testigos de un ritual ancestral que ocurre cada 90 años.
Es el sol de medianoche. Un fenómeno natural que ocurre en las regiones cercanas al polo. La luz puede extenderse hasta por 73 días, sin ocaso, sin noche.
Bienvenidos, jovenes turistas norteamericanos.
Una comunidad pagana los recibe en su universo folk, entre lo hippie y religioso. Este grupo abraza a todos como gran familia y espera comprensión y tolerancia ante tradiciones inofensivas, coloridas y absurdas. Una línea de humorismo (no involuntario) empieza a transmitirse a la luz del día interminable.
Todo lo macabro ha sido enfocado bajo el sol liberal, esperando el instante para atacar.
Midsommar, el terror no espera a la noche, adquiere aquí su dimensión subversiva. Ari Aster presenta un relato estremecedor sin emplear sombras o tinieblas que el género acostumbra para inquietar a la audiencia; el uso de la violencia – que llega en momentos precisos – logrará proyectar un impresionante choque cultural en un lugar sin límites, suspendido en el tiempo, donde parece no existir posibilidad de escape.
Los trajes blancos de los miembros de esta secta, flores bulliciosas, música liturgica y el paisaje bucólico de Suecia, contrastan con el proceso de aceptación, repulsión y rechazo de los visitantes. Sus reacciones son compartidas por los espectadores.
Hay un especial cuidado en la dirección artística de esta película. La arquitectura de sus decorados, con presencia constante de la antigua cultura nórdica y vikinga, dan a la cinta la atmósfera exótica, tenebrosa y sorprendente por la que será recordada.
Ari Aster recurre también a encuadres significativos. Sus movimientos de cámara, sonido y montaje alcanzan una nueva perspectiva sobre el llamado género de terror. El temor surge a partir de la imposibilidad para comprender otras culturas y sentirse perdido en tierras lejanas.
Aún así, el nudo argumental de Midsommar, el terror no espera a la noche, es la relación entre Dani y Christian. Ser conscientes que el sentimiento está destinado al fracaso es difícil de aceptar.
Tal vez es necesario un elemento externo, salvaje y despiadado, para hacernos entrar en razón.
La catarsis entonces es posible. Que Greta Thunberg nos ampare.
Qué leer antes o después de la función
La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa. En un entramado épico, el Nóbel peruano exhibe fanatismo y mesianismo como elementos principales para desbordar pasiones irracionales a partir de la descripción de múltiples personajes, donde destaca El Consejero, “calzaba sandalias de pastor y túnica morada”.
El Consejero predica que el fin del mundo es inminente, que el caos que rodea la caída del Imperio del Brasil y la llegada de una nueva civilización, “es obra del diablo”.
Un libro fundamental en la historia de la literatura del siglo XX.