En Hollywood el activismo ha entrado en un punto de inflexión. Las denuncias por acoso sexual son legítimas. Sin embargo, su aprovechamiento por parte de los famosos puede trivializar la causa y reducirla a su mínima expresión. Del #metoo al #timeisup y de ahí a la vuelta de tuerca: #Oprah2020.

Nadie, ni siquiera el libertino más cínico, puede defender a Harvey Weinstein, la punta dorada y hasta hace unos meses adorada de este iceberg maligno. Nadie, ni siquiera el más cruel de los escépticos, puede dudar del valor de las mujeres que se han puesto de pie para levantar la voz frente a la más corrosiva práctica del poder: dominar al débil para cosificarlo.

Pero cuando vemos a Oprah Winfrey elevarse hasta las alturas de una posible candidatura presidencial a partir de un performance concebido, escrito, diseñado, producido y transmitido como contenido de entretenimiento televisivo, es posible hacer las siguientes preguntas:

¿Esto supone el fin de la lucha contra el acoso sexual?

¿Es el inicio de una incierta campaña presidencial?

¿Demócrata?

¿Independiente?

La batalla contra los abusos de poder en Hollywood, asunto muy serio, quizá se convierta en el anhelo por una carrera política jodidamente glamurosa y perfecta: Oprah 2020. Un asunto por demás trivial y onanista.

La gran zanahoria pudo haber sido colocada en el lugar preciso en el momento más oportuno. Es probable que el dique de contención haya sido inaugurado para dar un mejor cauce al escándalo. Siempre será mejor una salida política que un enfrentamiento judicial.

Las entregas de premios, no solo en Hollywood, son bombo y platillo, piropo y adulación. Sigmund Freud lo explica mejor: “Uno puede defenderse de los ataques. Contra el halago se está indefenso”.

#Oprah2020 tal vez represente la moneda falsa con la que se pretende comprar las conciencias a partir de la vanidad. Será más atractivo ir en pos de una candidatura presidencial – improbable o no – que perder tiempo, dinero y esfuerzo en los laberintos judiciales de los Estados Unidos.

Es mujer. Es famosa. Es millonaria. Es negra. Es Oprah, ¡la nueva estrella en ascenso!

No es la primera vez que Hollywood vive y sobrevive a la purga y el escándalo. Cuando los estudios cinematográficos mudaron de Nueva York a California, en la época del cine silente, el estilo de vida disipado y liberal de las celebridades provocaron la defenestración del Gordo Arbuckle, cómico popular en las comedias de Chaplin.

Se le acusó, severa injusticia, de haber provocado la muerte de una prostituta menor de edad durante una bacanal. Una ola de censura y control atrapó, por igual, a guionistas y a productores.

Años después, el macartismo generó la paranoia comunista. De nuevo, escritores, directores, actrices y actores, serían acusados de colaborar con los rojos. Chaplin debe a eso su exilio. Se terminó con la carrera de muchos. Quizás fue la época más oscura.

Hoy el ambiente se vuelve a calentar. Y ya no es solo por acoso sexual. Amenaza con convertirse en una guerra de sexos. Ahí está Debra Messing en la alfombra roja durante la reciente entrega de los Globos de Oro. Ella acusó a la cadena E! de abuso y misoginia, al referirse a la renuncia de Catt Sadler, presentadora en E! News, quien dimitió al enterarse que su compañero Jason Kennedy ganaba el doble.

¿La situación en una sola emisión en la cadena vale para condenar a toda la marca? No estoy seguro.

Ahí está Natalie Portman. Al entregar el Globo de Oro al Mejor Director echó a perder la celebración: “Aquí estamos presentando a todos los hombres nominados”. Es verdad, ni Greta Gerwing por Lady Bird –que resultó la película ganadora en la categoría de comedia–, ni Patty Jenkins por Wonder Woman o Dee Rees por Mudbound fueron nominadas.

¿Le parecería justo, entonces, a la Portman, que las categorías actorales fueran a rajatabla? ¿Sin consideración de géneros? ¿Así como han sido los rubros de guión, edición, vestuario, maquillaje, documentales, cortos animados o canción original?

Y en el centro del escenario, maravillosa, elocuente, histriónica y perfecta, surge Oprah Winfrey.

Ha empezado a circular en redes la fotografía de Oprah besando con afecto a Harvey Weinstein. La infame costumbre de Weinstein era un secreto a voces en todo Hollywood. Imposible que Oprah no lo supiera.

Hipocresia. Simulación. Vanidad.

Hollywood ha mostrado su verdadero rostro.

Por Horacio Vidal

Sobre el autor

Horacio Vidal (Hermosillo, 1964 ) es publicista y crítico de cine. Actualmente participa en Z93 FM, en la emisión Café 93 con una reseña cinematográfica semanal, así como en Stereo100.3 FM, con crítica de cine y recomendación de lectura. En esa misma estación, todos los sábados de 11:00 A.M. a 1:00 P.M., produce y conduce Cinema 100, el único -dicen- programa en la radio comercial en México especializado en la música de cine. Aparece también en ¡Qué gusto!, de Televisa Sonora.

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