Saludamos el ingreso de Adrián Mercado al roster de Crónica Sonora 🙂
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La ballena (Estados Unidos, 2022), es la más reciente película del cineasta estadounidense, Darren Aronofsky a quien podemos identificar por trabajos como Réquiem por un sueño (2000), El luchador (2008), El cisne negro (2010), entre otros. Escribo esta reseña a petición de Benjamín quien me comentó que fue a ver la película gracias a una publicación que compartí hace unas semanas en mis redes sociales. En dicha publicación, urgía a quienes me leyeran a que fueran a ver la película antes de que la retirarán de cartelera, debido a la poca difusión y espacios que encuentran este tipo de propuestas en las salas de cine de Hermosillo y, por lo que sé, de muchas ciudades del país.
Dicho lo anterior, y para mi sorpresa, ese mismo día que fui a ver La ballena: presto, puesto y dispuesto; palomitas y soda en mano me encontré una sala con un aforo bastante nutrido de amantes del cine que se resisten a historias que se desarrollan y resuelven a base de superpoderes. Considerando la constante desventaja que tienen las películas que se apartan de los parámetros impuestos por el cine comercial en la actualidad, pensé que aún quedaba algo de esperanza. Bien, dejando de lado mis consideraciones personales, y no siempre amables sobre la manera tan desigual en que se distribuyen y proyectan las películas en las salas comerciales, vayamos al grano.
Fraser se perfila como uno de los favoritos para ganar el Oscar como mejor actor
De entrada, cabe mencionar que La ballena es una adaptación al cine de una obra de teatro creada por el dramaturgo Samuel D Hunter, quien también se encargó de adaptar el guion. Esto se ve reflejado en una puesta cinematográfica que se desarrolla en un solo espacio y con un numero reducido de actores que dan forma a esta historia. Por tanto, y ante los límites escenográficos impuestos por la propia obra, el peso narrativo recae, en su mayoría, en el trabajo actoral. Menciono esto porque el actor principal de esta historia, Brendan Fraser, se perfila como uno de los favoritos para ganar el Oscar como mejor actor.
La ballena cuenta la historia de Charlie (Fraser), un maestro de inglés solitario que sufre de una obesidad mórbida severa que lo limita a vivir confinado en su departamento. Deprimido por la pérdida de su pareja, encuentra en su adicción a la comida una ruta de autodestrucción autoimpuesta para llenar el vacío existencial que lo atormenta. En medio de esa espiral hacia abajo, intenta reencontrarse con su hija, Ellie (Sadie Sink), una adolescente intempestiva, llena de rencor y rabia, resultado del abandono que entra como un torbellino emocional en la vida de Charlie.
Consciente de su desagradable aspecto físico (como maestro imparte clases en línea sin permitir que sus alumnos lo vean), el número de personas que interactúan en la vida de nuestro protagonista es limitado. Un puñado de vidas vacías que se conjugan para compartir y amortiguar sus propias miserias en un espacio deliberadamente reducido como el departamento en que se desarrolla. Su enfermera y única amiga, Liz, interpretada por una espléndida Hong Chau, es un personaje interesante y moralmente flexible, quien al mismo tiempo que se preocupa por el estado de salud de Charlie, alimenta, en sentido literal y emocional su dolor y vacío existencial.
destellos de belleza en medio de la tragedia
A pesar de tanta sordidez, La ballena es un drama bien ejecutado que no apela a las superficialidades narrativas del melodrama sino a las complejidades mismas de la naturaleza humana. Charlie es un personaje ambivalente que se desarrolla entre la miseria y la esperanza con una fe inquebrantable en la bondad de aquellos que lo rodean, principalmente de su hija a pesar del odio y rechazo que recibe de ella. Y es que uno de los puntos más destacables de esta película es la manera en que el director y los actores logran transmitir, de manera potente, destellos de belleza en medio de la tragedia que viven los personajes.
La ballena nos invita como espectadores a destacar el lado más humano de las personas que caen el abismo de la autodestrucción y las adicciones. Nos pone de frente ante un personaje de apariencia desagradable y decadente como Charlie para entender el daño emocional que puede causar la perdida y el abandono. En su ejecución, el director nos metió, por medio del formato cuadrado de la cinta, en un espacio reducido para empatizar con un alma destrozada en su intento por reconciliarse con su hija, con su pasado y consigo mismo.
Cierro destacando la inmejorable actuación de Brendan Fraser, en una muy acertada elección de casting, no solo por la interpretación, sino por el paralelismo que se da entre el actor y su personaje. Los límites del excesivo maquillaje que le permitieron dar vida a un hombre con obesidad mórbida fueron superados por gestos y miradas que permitieron trasmitir un rango muy amplio de emociones a lo largo de la película. Sin duda, la actuación más destacada en la carrera de Fraser y, seguramente, por la que será ampliamente recordado.
Still de la película de marras