El JERS, como le decimos otros, nos comparte en exclusiva el primero de sus 10 Ensayos relaxos, libro que está por editar
A Elsa y a Pepe
-Que le vaya muy bien o ¿cómo está?, don Enrique-, me dicen una señora y su marido, compañerxs en el gym, así como destilando respeto, cuando me despido o al llegar, los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Y yo me pregunto ¿cómo me verán, ya fregadón, acaso, con la cabeza llena de canas y caminando despacito?
-Henry o mi Henry-, me dicen con cariño mis hermanas y algunos de mis hermanos, dos cuñadas y un que otro amigo. Y yo me pregunto ¿sentirán que el inglés es más apropiado para expresar su afecto o que incluir el artículo posesivo en primera persona del singular los acerca y les pone más próximos?
-¿Qué andas haciendo, Enrique?-, me decía mi Madre cuando me sorprendía envuelto en alguna travesura y mi esposa me dice Enrique, a secas, solo cuando se enoja conmigo por algún motivo. Y yo me pregunto ¿si ya he dejado de ser su amor pues entonces para de mentarme así y me llama por mi segundo nombre?
-¡Camote!-, me dice mi hermano el Pelón y mis compañeros de la carrera; y yo me doy cuenta que ya lo hacen de manera familiar y sin ocultas intenciones. -Camotín-, me dice un primo, así como amortiguando el apodo un poco con el diminutivo. Y, -Camotón-, por lo contrario, me dice otro hermano. Y yo me pregunto ¿si tiene o conoce alguna razón por la que usa el superlativo?
-Enrico-, me dice un cuñado tenor romántico que tengo. Y yo me pregunto si ¿lo dice pensando en Caruso, el italiano? Y así… de suerte que no puedo evitar coincidir con Luigi Pirandello, autor del libro Uno, ninguno y cien mil, donde afirma que, además de uno, las personas somos muchos diferentes y hasta ninguno, a veces, con lo cual estoy totalmente de acuerdo.
-Papá, Jefe, Papi o Jefazo-, me dicen mis hijos e hijas y no puedo dejar de pensar que por mucho son mis mejores creaciones, aunque el crédito se debe, sin la menor duda, a su Madre y a ellxs mismxs.
-Ay, Juanito-, me dice mi señora cuando quiere jugar conmigo o hacerme una broma. Y, yo, casi siempre, me digo alguna otra cosa quiere mi mujer, pero siempre termino equivocándome en lo que para mi buen provecho pensé.
-Chile-, me dice un amigo desde el día en que, ambos adolescentes, me confesó bien convencido ¨ya me cansé de decirte Camote, así que ahora te voy a decir Chile¨; y yo asentí de inmediato pues nada podía hacer frente a tal determinación, asombrado por el torrente creativo en su asociación de sobrenombres.
-Cuau-, me dicen mis nietos y mi nieta mayores cuando juego fútbol con ellxs afuera de casa, por el futbolista mexicano famoso que después se metió a político y hasta gobernador llegó el muy vivo. Y yo me pregunto ¿cómo hacerle para que me digan c y no cuh, con hache muda al final?, y así se refieran a su abuelo con el menor número posible de letras, descubriendo que eso se logra si pronuncias la c hacia adentro y no hacia afuera, pues si no, es imposible evitar que suene como cu, aunque le peguen al final esa letra muda que no se escucha.
-Tío Henry o Tío Enrique o solo Tío-, me dicen, cariñosxs, algunos sobrinos o sobrinas con quienes he podido cultivar una relación personal independiente de sus padres o madres.
-Doctor o Galeno-, me dicen algunxs compañerxs que saben que estudié hasta el nivel de doctorado; y yo recuerdo con mucho gusto cuando alguna gente creía que era médico y hasta me consultaban al escuchar a alguien llamarme con el primero de esos dos apelativos y enseguida mi hija mayor, entonces pequeña y ahora médica, lueguito explicaba que sí era yo Doctor, pero de los que no curan.
Es cierto, -Tocayo- me dicen algunas personas, pues no pocos en nuestro país y en nuestro tiempo Juan se llaman, equivalentes a John, Iván o Joan el catalán, aunque somos solo los nacidos el 24 de junio, el mero día de San Juan, los que disolvemos empachos. Y yo sé que a ese montón tengo que sumarle los que también coinciden conmigo en el nombre del británico monarca number eight.
Una persona me dice hermano o hermano del alma, equivalentes a carnal o a carnalito en ciertas ocasiones, no solo por ser mi mejor amigo, sino porqué él está verdaderamente grueso en eso de dar su amistad y otras cualidades excepcionales a cualquiera; y, entonces, es cuando a mí mismo me recuerdo que, como todos, no soy monedita de oro y les caigo a otros cual patada de percherón en el meritito hígado.
-Henry boy- es una variante de mi apodo in english que, un día glorioso, hace más de veinte años, inventó para llamarme un niño que entonces era tan simpático y entusiasta, que se los pegó a muchos de su familia que aún me nombran así.
Algunos me dijeron maestro o Maese, así pausado y con modorra, alargando las vocales, pero eso fue cuestión de la época de los setenta, aunque si un gordito amigo me decía siempre, bien sabroso, ¨Teachermen¨, mas nunca supe por qué.
Y, finalmente, -Doc- me dicen otras personas cuando ya adquirieron confianza conmigo y seguras están de que no muerdo ni golpeo, que soy gente de paz ante todo; y, entonces, no puedo dejar de acordarme del conejo Bugs, ese que sale en la tele o en ciertos ¨chistes¨, con unas orejas grandototas y un par de dientones, mordiendo una zanahoria a la que no le cortó las hojas. Y, yo, me convenzo de que no soy más que otro de esos mexicanos de quienes dijo Fidel que sabemos más de los monitos de Disney que de los héroes y heroínas que nos dieron suave Patria, o suave Matria, como señala, bien precisa y bien crecida, una mujer de hoy. Tan tan.
Por Juan Enrique Ramos*
https://www.facebook.com/juanenrique.ramossalas
*Texto leído por el autor en el evento que señalan las fotos: